Desde que existe conciencia social histórica, la trampa está íntimamente unida a cualquier actividad en la que el ser humano entable competencia con el resto de sus congéneres, y sólo se trata de uno de los lados oscuros de la condición humana, no se puede analizar como algo externo a la manera de actuar del hombre: cuando se concatenan algunas circunstancias el individuo pierde la razón y se esconde en el engaño para ser el mejor, el más grande, el más listo, el más rápido… No es el motivo de este artículo hacer un análisis psicológico del comportamiento de algunos personajes, sencillamente damos por sentado que la trampa existe y vamos a gastar nuestras energías en intentar arrojar algo de luz sobre la posible utilización de ayudas mecánicas para conseguir que una inocente bicicleta, se convierta en algo así como en un pura sangre de carreras.
La ayuda electromecánica
Hace más de dos décadas que la industria de la bicicleta está inmersa en la investigación sobre diferentes sistemas para aportar algún tipo de ayuda al pedaleo: así nacen las nuevas familias de bicicletas con pedaleo asistido que, debido a su gran aceptación en algunos sectores sociales, fundamentalmente en utilización urbana y de ocio no deportivo, han llegado a provocar el que incluso haya una legislación internacional que limite la aportación de ayuda extra a un vehículo tan elemental que, de verse interferido por la aportación suplementaria, de cierta relevancia, debería considerarse una motocicleta. En este ámbito creo que todos tenemos clara cuál es la diferencia entre una bicicleta con tracción humana y otra con pedaleo asistido.
En todos los casos de modelos comercializables con asistencia eléctrica, a poco experto que seas, veremos de forma clara algún elemento que delate su naturaleza: batería, motor, cableado, soportes… uno o varios de estos elementos son visibles de manera clara.
Dicho esto, si queremos que un sistema de ayuda electromecánica quede invisible para la mayoría de aficionados, incluso para los profesionales del sector, hay que agudizar mucho el ingenio y utilizar sistemas que se hayan diseñado específicamente para quedar ocultos: opción que no está exenta de ciertos inconvenientes tecnológicos.
Cómo funciona un sistema de ayuda
En la actualidad, e ignorando inventos que por diferentes motivos no son aplicables en un plano práctico (coste, tecnología de laboratorio, aplicación experimental todavía…), nos estamos refiriendo a la incorporación de un motor eléctrico, conectado o bien al sistema de transmisión (cadena, platos, eje pedalier…) o a la rueda (tanto en el buje, como en la cubierta), que añada potencia a la pedalada. Dependiendo del tamaño del motor y del sistema de transmisión de la potencia, conseguiremos que la asistencia electromecánica sea mayor o menor, aunque la principal dificultad a superar en cualquier caso es la obtención de energía para mover el motor que, en todos los supuestos, proviene de una fuente de alimentación, quedando resumido al ámbito de baterías o acumuladores.
En el capítulo de las baterías o acumuladores se cumplen fielmente las leyes de la física y la electricidad: cuanto mayor es su tamaño, más cantidad de energía pueden acumular, lo que se traduce en más tiempo de utilización o mayor aportación de potencia a nuestro motor eléctrico. Y, salvo casos muy excepcionales (las célebres llantas que generan energía por inducción magnética), dependeremos de un sistema de recarga, que pasa obligatoriamente por conectar el acumulador a una red que lo vuelva a acondicionar. En el mundo de la automoción ya existen sistemas inteligentes que obtienen energía de la frenada para recargar baterías, pero adaptarlos a una insignificante bicicleta no es nada sencillo ni, mucho menos, invisible.
La opción más viable
Puesto que no se trata de llevar un motor conectado el cien por cien del tiempo que dura una carrera y que deberíamos resumir su utilización a momentos muy puntuales, donde el aporte de potencia suplementaria podría ser crucial para obtener mejores resultados deportivos, tendríamos que utilizar un sistema de transmisión oculto, como el que ya se puso de actualidad en 2010 cuando se acusó a Cancellara de montar un motor Gruber en el interior del tubo de sillín de la bicicleta con la que corría las Clásicas de Primavera.
En la actualidad ese sistema de motorización lo comercializa la empresa alemana Vivax y consta de un motor eléctrico, el eje de pedalier compatible con diferentes grupos de bicicleta (fundamentalmente Shimano), un procesador electrónico para regular la aportación de potencia, una batería de 6 amperios/hora (oculta en el interior de un bidón convencional), el pulsador para accionar el motor y todo el cableado que conecta todos estos componentes.
Los números
Hay varias preguntas que a cualquier aficionado le asaltan al recibir esta información, a las que vamos a intentar dar respuesta.
- -¿Qué potencia aporta uno de estos motores?: la cifra nominal es de 200W aplicada al eje de pedalier. Esa potencia se pierde por rozamiento, transferencia y resistencia de los materiales, y, dependiendo del desarrollo seleccionado, podrían llegar a la rueda posterior entre unos 100/120 vatios de potencia. Para valorar la ayuda que esto podría suponer, imaginad que un ciclista, medianamente entrenado, puede pedalear con una potencia media de unos 300 W/h, por lo que la conexión repentina de un motor eléctrico supondría el incremento de más de un 30% de su potencia nominal.
- -¿Cuánto tiempo duraría esta ayuda eléctrica?: la batería con la que se comercializa, insertada en el bidón, tiene una capacidad de 6 amperios y proporciona una tensión de 30 voltios. Si el motor consume 200 W/h y funciona con una tensión de 30 voltios arrojaría un consumo de 6,6 amperios/hora. En la teoría la batería podría aportar cerca de una hora de alimentación, lo que no es cierto en absoluto, porque, a medida que se va descargando, reduce de manera drástica su rendimiento. En cualquier caso, valorando las diferentes mermas en su autonomía, podríamos estar ante un sistema capaz de aportar potencia suplementaria aproximadamente durante 20 o 30 minutos. Si lo utilizamos sólo en momentos puntuales (rampas duras, arrancadas, cambios de ritmo radicales…) dispondríamos de una ayuda realmente útil para estafar a nuestros contrincantes en las fases de máximo esfuerzo.
- -¿Cuánto pesa?: el motor unos 800 gramos y la batería alrededor de un kilo. Pero si somos capaces de utilizar una batería más pequeña (menos autonomía) podemos reducir el peso final.
- -¿Cuánto cuesta?: la empresa Vivax comercializa el kit por 2.699 euros.
- -¿Cómo puede ser de "indetectable"?: el motor se instala en cuadros que tengan un diámetro mínimo interior de 31,6 milímetros en el tubo del sillín, y es totalmente invisible. La batería se ha llegado a montar dentro de la tija de sillín (hay verdaderos artistas del camuflaje), ya que se trata de varios acumuladores de 1,2 voltios unidos, y se pueden diseminar por diferentes recovecos de la bicicleta. Pero hay un aspecto que puede ser el que delate a los tramposos: alguna parte del cableado o el pulsador que acciona el sistema aunque, a base de emplear micro-interruptores y relés, se podría ocultar al máximo. Un factor que puede ser crucial a la hora de pillar a los tramposos es el del ruido: la estructura de un cuadro de bicicleta, de manera especial los elaborados con fibra de carbono, tienen mucha resonancia y habría que recurrir al uso de elementos aislantes acústicos (espumas, silent blocks…) para que no fuera demasiado evidente el ruido de uno de estos motorcillos al funcionar.
Estas son las claves y ahora vosotros mismos podéis reflexionar sobre la posibilidad de que esto se esté utilizando, de manera indiscriminada, en las competiciones.
En el vídeo adjunto podéis ver cómo se llega a ocultar este motor y su batería.