Nunca hemos ocultado nuestra pasión por las clásicas, esas pruebas de un día en las que se condensan todos los aspectos que nos han convertido en auténticos adictos al ciclismo. Hablar de clásicas nos lleva irremediablementea adorar los cinco monumentos: Milán-San Remo, París- Roubaix, Tour de Flandes, Liege-Bastogne-Liege y, la que hoy centra nuestra atención, el Giro de Lombardía. En nuestro periplo cicloturista hemos ido tachando de la lista los cuatro primaverales, que cuentan con marchas que reproducen el recorrido realizado por los profesionales de forma más o menos fiel. Sin embargo, con la Clásica de las hojas muertas teníamos una cuenta pendiente, ya que desde el año 2008 no existe ninguna gran fondo que emule a la prueba lombarda. Sin embargo, por fin hemos tenido la ocasión de pedalear por estas carreteras gracias a una invitación de Sportful, que nos convocó con un sugerente programa sobre la mesa: probar algunos de sus nuevos productos y disfrutar de una magnífica mañana de ciclismo pedaleando por los mismos lugares que componen el recorrido de Il Lombardía.
Infinitas posibilidades
El entorno del Lago de Como se encuentra sembrado por una maraña de carreteritas que se abren paso como pueden entre la montaña y el agua. Apenas hay sitio en toda la zona, lo que da al lugar ese aspecto de inaccesible que hemos podido ver en las retransmisiones de televisión. La ruta que os proponemos es sólo una muestra de lo que podéis encontrar quienes decidáis conocer estos parajes y constituye habitualmente -el recorrido es modificado cada edición- la parte decisiva de esta clásica.
Inicio: Fagetto Lario
Distancia: 67 km
Desnivel acumulado: 1.636 m
Altitud mínima: 200 m
Altidud máxima: 1.124 m
Puertos: Madonna del Ghisallo, Muro di Sormano
Arrancamosdesde nuestro alojamiento en uno de los pequeños pueblos que jalonan la ribera del lago, distante apenas 12 km de la bella ciudad de Como. La referencia es sencilla, simplemente seguimos la carretera que progresa junto a la orilla. Terreno llano, salpicado de algún repecho puntual. El otoño nos ha regalado una preciosa mañana de sol y temperatura suave que da al entorno un aspecto casi de cuento. Si dejamos correr la vista más allá de la lámina de agua que nos acompaña, al fondo podemos ver las cercanas cimas de los Alpes, ya cubiertas por las primeras nieves. Así nos vamos aproximando a Bellagio, localidad privilegiada por su ubicación donde confluyen los tres brazos del lago.
Dura peregrinación
A partir de aquí, se acabó el calentamiento. Por delante tenemos los ocho kilómetros y medio que conducen al santuario de la Madonna del Ghisallo, uno de esos lugares de obligada visita para los mitómanos de ciclismo, al mismo nivel que topónimos como Tourmalet, Alpe d´Huez, Kapelmuur, Huy, Arenberg… Ya desde las mismas calles de Bellagio la carretera torna en duras rampas. Entre 8 y 9% va a ser la tónica de esta primera parte: algo menos de 4 kilómetros a través de un frondoso bosque. Por suerte, alcanzado este punto tenemos un largo descanso. Otros 3 km de falsos llanos e incluso alguna bajada en la que recuperar las maltrechas piernas antes de afrontar el tramo final, donde los porcentajes se vuelven a elevar hasta el 9% mientras vencemos una serie de curvas de herradura que nos van a permitir disfrutar, si aún queda algo de oxígeno en nuestro cerebro, de unas fantásticas vistas. La capilla que alberga a la patrona de los ciclistas marca el final del ascenso. Tras las fotos de rigor, proseguimos con un descenso rápido y sencillo que concluye abruptamente en un cruce en el que las indicaciones señalan Sormano, nombre de nuestro próximo objetivo, hacia la izquierda. Las piernas se resienten tras la larga bajada, pero no tardan en recuperar temperatura en una carretera que asciende trazando amplias herraduras con un porcentaje mantenido en torno al 6%. Tan sólo es un aperitivo.
Dureza concentrada
Nada más salir del pueblo que da nombre a la ascensión aparece a nuestra izquierda una pequeña pista asfaltada que baja hacia el bosque. Los letreros no dejan lugar a dudas: “Muro di Sormano”. Este tramo, de 1,9 km, se introdujo en la edición de 1960 de la Clásica de las hojas muertas. Considerado entonces como el tramo más duro que se pasaba en una carrera ciclista, apenas se ascendió en tres ocasiones. En 2012 la organización decidió volver a incluirlo y desde entonces se ha convertido por mérito propio en una de esas imágenes icónicas de nuestro deporte. Ahora es nuestro turno y, por desgracia, utilizar una de las bicis oficiales del Tinkoff también nos supone tener que emplear un 39x28, al igual que hicieron los profesionales en su día. Cualquier cosa que os contemos sobre la dureza de este muro es quedarse corto: se trata de un paredón sencillamente brutal. Como dato curioso, mencionar que en el suelo se encuentran pintados los metros de altitud de cada punto de la subida. Es desolador ver en la zona más empinada, una larga recta por encima del 20% de pendiente ubicada en la parte central del muro, como ganamos un metro de desnivel en cada penosa pedalada.
Durezas diferentes. Mientras el ascenso a la Madonna de Ghisallo se ciñe a lo que consideramos habitual, el Muro di Sormano concentra la dificultad en rampas infernales.
Bien merece la pena el esfuerzo que nos lleva a coronar. La panorámica abierta al Sur nos permite dejar correr la vista hacia las llanuras más allá de Milán y apreciar el paisaje de transición hacia los Alpes. Recuperado el resuello, sólo nos resta descender por una sinuosa y divertida carretera a la búsqueda de la acogedora orilla del lago. Han sido pocos kilómetros y nos hemos dejado en el tintero otras de las subidas habituales del Giro de Lombardía, como Civiglio o San Fermo della Battaglia, pero los 1.600 m de desnivel acumulado que marca el ciclocomputador nos dicen que por hoy, a estas alturas del año en las que el cuerpo ya no está para alardes, hemos tenido suficiente para disfrutar de una fantástica mañana de bici entre bosques de tonos ocre y un tímido sol que pronto se verá vencido por los rigores del invierno.