En medio de la fiesta, no todo son alegrías. Cuando Alejandro Valverde cruza la línea de meta y baja directo a la posición de los auxiliares, donde Rubén Fernández desde hace unos minutos intenta recuperar el aire que se ha dejado en las rampas del Mirador de Ézaro, el ‘Bala’ se acerca a su amigo Rubén y le felicita. “Muy bien”. Es su maestro. Una palabra suya bendice. “Pero tenías que haber mirado para atrás, hombre!”.
De haberlo hecho, Rubén se habría dado cuenta que su espléndida arrancada, la fuerza brutal con la que atacó descolgó incluso a sus propios jefes Quintana y Valverde. Pero la Vuelta aún es larga, queda un mundo y los líderes prefieren no portar todavía el maillot rojo y reservar fuerzas. “Estamos contentísimos con que se haya puesto líder. Es un corredor muy joven pero de sobra sabemos la calidad que tiene”, cuenta Valverde.
“¡Y menos mal que no ha levantado los brazos!”, dice entre risas. Porque el propio Rubén pensaba que iba a disputar la etapa, “le íbamos diciendo que había uno por delante”. Pero Rubén iba ya encendido. “Me lo han dicho por el pinganillo justo antes de entrar en meta, ya pensaba que iba a ganar”, añadía Rubén.
Emocionado y casi sin aire por el esfuerzo, la joven perla murciana auguraba aguantar el maillot de líder “lo máximo posible. Intentaremos que sea para bastantes días”. Contaba que la subida a Ézaro “ha sido muy explosiva, no se podía guardar nada. Mi labor era trabajar para los líderes. Al final me han dicho que tirara para adelante, iba con buenas piernas. Ha sido una pena que hubiese un corredor por delante y no ganar la etapa”.
Su jefe Valverde refrendaba que “ha hecho el trabajo perfecto. Delante solo nos hemos quedado Chaves, Nairo y yo. He intentado no sacarme de punto y cuando ha venido Froome, aguantar con él”. A quien sí lograron descolgar fue a Contador. “Se ha quedado atrás pero esto es muy largo, queda mucha Vuelta”, opina Valverde.
