Nada de color amarillo. Ni siquiera un ribete o un rayo, ni un tono que se parezca al color del sol. Vincenzo Nibali no quiere vestir nada que se parezca al color del maillot jaune, ni un rastro que conmemore el Tour que ganó el año pasado para honrar al dorsal 1 que se ganó con creces. Cuestión de supersticiones. Y en lo que a los colores se refiere, Nibali tiene muchas. El jueves pasado, dos días antes de que comenzara el Tour, al hotel del Astana llegaron las nuevas gafas que el equipo lucirá durante toda la ronda gala. Azules. A petición expresa de Nibali.
Lo mismo sucede con la bicicleta, la nueva Specialized azul y gris diseñada única y exclusivamente para él, y con sus zapatillas, naranjas. Nibali es un fiel creyente de los malos augurios que trae vestir el color de líder antes de haber ganado la carrera. De hecho, en las tres grandes vueltas que ha ganado nunca se ha puesto más tonos del mismo color que el jersey de líder que el del propio maillot. Ni en la Vuelta del 2010, ni en el Giro del 2013 donde en ambos corrió siempre con el mismo maillot de líder que consiguió el primer día que se vistió con él hasta el final de la carrera, ni en el Tour del pasado año.
La historia se remonta al Giro del 2010, cuando Vincenzo Nibali era tan solo una promesa del ciclismo italiano y fue llamado a correr el Giro junto a su entonces compañero y líder Ivan Basso después de la baja de última hora de Franco Pellizotti. Nibali se acabó erigiendo en aquella ‘corsa rosa’ como la gran revelación con su tercer puesto final y que meses después confirmaría con su triunfo en la Vuelta. Una de las etapas más recordadas de ese Giro fue sin duda la que llegó a Montalcino después de los pasos por el ‘sterrato’ en medio de la lluvia y el barrizal. Nibali era entonces el líder de la carrera y de rosa, con el maillot y las gafas que le hicieron del mismo color para la ocasión acabó cayendo al suelo. Desde entonces, el Tiburón del Estrecho no quiere ni oír hablar de vestir complementos especiales del mismo tono que el maillot de líder hasta no concluir la carrera.
Solo hay una cosa amarilla que le ronda a Nibali en este Tour de Francia. Duerme encima de él todas las noches. Se trata de un cubre-colchones especial, antialérgico y que frena los ácaros que el equipo ha puesto a disposición del ciclista. Michele Pallini, el masajista personal del dorsal 1 del Tour lo coloca cada tarde al llegar de las etapas antes de tratar al ciclista y lo quita todas las mañanas antes de partir hacia una nueva jornada.
Todo alrededor del siciliano está controlado al milímetro. Su ropa es la única de todos los ciclistas del Astana que se lava a mano a diario. Mientras el resto de cullottes y maillots van directo a las lavadoras que el equipo kazajo tiene en el autobús, la equipación de Nibali pasa, como su espalda y sus piernas, por las manos de Pallini, que la lava a mano con jabón de Marsella.
No se deja escapar ni un solo detalle Nibali. Ni para los colores, ni para su ropa ni tampoco, para sus ojos. El italiano monta en este Tour de Francia una cámara Nilox F60 EVO bajo su sillín. La organización del Tour elige para cada etapa a nueve ciclistas a los que está colocando cada día una cámara de video para mostrar después las imágenes de lo que sucede dentro del pelotón pero Nibali la llevará por cuenta propia desde el principio hasta París. Ya lo hizo en la Tirreno-Adriático, donde quiso probar para después, dijo “quedarme esas imágenes para mi, quiero ver lo que sucede en el pelotón pero no las haré públicas”. La UCI le concedió el permiso al ciclista, todo un apasionado de las nuevas tecnologías, y repitió en el Dauphine. Ahora ha puesto a grabar el Tour desde su sillín esperando poder filmar también imágenes desde lo más alto del podium de París.