Cuando un equipo tiene tres corredores entre los cinco primeros de una gran vuelta por etapas, hay dos opciones: o son tan fuertes e incontestables que el resto del pelotón puede marcharse a casa o el caos se avecina. Eso es lo que pasa en el Astana. O lo que le puede pasar. Hace algo más de un año, recién concluido el período de las clásicas de primavera, Alexander Vinokourov, el dueño del equipo kazajo envío una carta vía email al líder de su equipo, Vincenzo Nibali. En la misiva, Vinokourov le recordaba su discreto inicio de temporada, muy poco propio de una estrella de un caché tan alto como la cuenta bancaria que Vino estaba engordando y le advertía de su descontento con su rendimiento en la primera parte del año. Ponte las pilas, vino a decirle. Dos meses después, Nibali se convertía en Campeón Italiano y ganaba el Tour de Francia. Los efectos de ‘Vino’.
El pasado martes toda la expedición del Astana en el Giro recibió un correo de su jefe. En realidad iba para Fabio Aru pero Vinokourov decidió ponerlo en copia para el resto de corredores y auxiliares que forman parte del equipo en la corsa rosa. Les felicitaba por el Giro que están haciendo. Les decía que estaba orgulloso de su líder y por el trabajo de sus compañeros. Poco ha tardado en gafarlos.
Fabio Aru tiene 24 años, tres como profesional. Éste, el 2015, es su primer año de líder después de su maravillosa irrupción en el Giro del pasado año donde ganó una etapa y fue tercero y en la Vuelta que acabó quinto y se llevó dos triunfos parciales. Ayer en Monte Berico pecó su juventud. Su inexperiencia. En el diccionario del ciclismo, al lado de la prohibición de auxiliar a un ciclista que no sea de tu propio equipo y que a Porte ya nunca jamás se le olvidará están escritas las normas que ningún ciclista puede saltarse en los días de lluvia. No olvidarse nunca de comer. Diluviaba camino de Monte Berico. Agua sobre los ciclistas durante casi toda la etapa. Los cuerpos se inflan como globos. Todo instinto que no sea el de supervivencia, el de llegar a la meta lo antes posible, se olvida. También el de comer. Error.
Eso le pasó a Aru. “No comí lo suficiente durante la etapa y me ha faltado azúcar en los últimos kilómetros”. Vacío. Su rostro entrando en meta, 11 segundos del flamante Gilbert ganador era el de un cadáver. Desencajado, jadeando y casi en lágrimas fundidas con las gotas de agua, a Aru enseguida le contaron que había un castigo más: Contador había sido segundo. Seis segundos de bonificación. 14 de látigo para abrir más aún la general a favor del madrileño, a 17 ya.
El debate está servido. Ante la debilidad mostrada en las dos últimas jornadas por Aru la pregunta es clara. ¿Debe Astana sacrificar al italiano en favor de Mikel Landa? Siendo la baza patria y el orgullo de todo el país parece improbable pero lo cierto es que al sardo parece que le empiezan a fallar las fuerzas cuando aún la montaña de verdad ni siquiera ha llegado. Landa, tercero parece tener toda la chispa que a Aru le falta aunque su inexperiencia, tanto en carrera portando la vitola de líder como fuera de ella, soportando la presión de los medios es mayor que la de Fabio Aru.
El joven alavés viene repitiendo desde el inicio del Giro que sus objetivos eran claros: “Yo estoy aquí para trabajar para Aru”. Pero, viéndose fuerte y poderoso en las primeras montañas de la corsa rosa a su discurso añadió la intención de “acabar entre los diez primeros y luchar por algún triunfo de etapa”. Quizá haya llegado la hora en la que el equipo kazajo tenga que darle vía libre antes de sucumbir en el caos que puede suponer el derrumbamiento total de Aru. Serán las agujas del reloj las que hablen por sí solas el sábado con la crono de Valdobbiadene. O, los emails de Vinokourov.