Qué paradójico, en una 91ª edición del Giro de Italia que no tuvo desperdicio desde la crono por escuadras de Palermo hasta la individual de Milán, un espectáculo deportivo que ha tenido a las masas pendientes de su desarrollo y desenlace como hacía mucho tiempo que no pasaba, la clave tenemos que buscarla una semana antes del comienzo, cuando RCS Sport, su organizador, decidía invitar en el último momento al equipo Astaná. No, Angelo Zomegnan no se había vuelto loco, sabía muy bien lo que hacía. La invitación dependía ni más ni menos de que Alberto Contador acompañara a Kloden y Leipheimer en el nueve del conjunto kazajo. Si no, no había invitación. Quedaba una semana para el comienzo y a este Giro diseñado con una dureza extrema, con un recorrido espectacular como pocos? le faltaba algo. Sin Cunego, que este año ha apostado por el Tour, hasta un duelo entre locales se quedaba pobre para el escenario a lo grande por el que el Director General había apostado. "El ciclismo está aletargado y necesita recuperar la atención del público. Hay que buscar el espectáculo". Con la inclusión del madrileño el cartel estaba a la altura de la plaza. "Contador es el último ganador del Tour de Francia y su participación ha subido mucho el nivel de este Giro. Si él no estuviera, sería como hacer la Liga de Campeones de fútbol sin Cristiano Ronaldo". Y así empezó una carrera a la que le ha faltado poco o nada. Con una tercera semana terrorífica podía ocurrir que poco o nada sucediera hasta llegar al menos a la primera cronometrada indivual, la de Urbino en la décima etapa, pero la realidad ofreció una primera parte muy movida, donde cada día pasaba algo. Si no era porque había un final en repecho que siempre provoca expectación, era porque ante la ausencia de un equipo que cogiera la responsabilidad se formaban escapadas incontrolables.
Sin descanso
La general nunca permanecía quieta y así la carrera nos fue metiendo dentro de la trama cuyo desenlace tanto prometía. La contrarreloj por equipos sirvió para el lucimiento de uno de los no ProTour invitados, el Slipstream, y colocó el primer jersey rosa en las espaldas de Vandevelde. En Agrigento, Purito Rodríguez nos hizo soñar por unos instantes con la primera alegría española, aunque al final le sobraron unos metros y fue Riccardo Riccó quien empezó a sumar.
La general también se movió y el agraciado con la maglia fue Franco Pellizotti. El espectáculo necesitaba también de unas buenas llegadas masivas y a la tercera fue la vencida. En Milazzo, Daniele Bennati dejó definitivamente atrás el mal fario que le había acompañado en el inicio de 2008 y se estrenó en la corsa rosa a la vez que entraba en el selecto club de vencedores en Giro, Tour y Vuelta. Y anunciando el que iba a ser duelo estelar de las volatas de este Giro, en la cuarta con final en Catanzaro- Lungomare dio la primera demostración de su poderoso rush final el joven Mark Cavendish, éste para estrenarse en una de las grandes. Pero dos sprints seguidos era lo más que estaba permitido en esta edición.
Sin treninos y volatas
Llegaba la hora de las fugas y en Contursi Terme, Pavel Brutt abría el palmarés del Tinkoff tras llevar a buen puerto la escapada del día. En el final en el circuito del Gargano en Peschici volvieron a llevarse el gato al agua quienes apostaron por una fuga, que además llegó con una minutada. El repecho del último kilómetro parecía en principio más favorable a un escalador de poco peso como Alan Pérez, pero el gigantón Matteo Priamo tenía en mente otro final para el guión: prologar el recital de su equipo, CSF. Giovanni Visconti, que también se había metido en la escapada, se vestía de rosa. Las ocho jornadas del campeón de Italia al frente de la general, siendo el que más días lo ha lucido, fue al final lo más sobresaliente de Quick Step, pese al empeño de Bettini por no irse de vacío. Y así, sin tiempo para bostezar, se llegó al primer cara a cara entre los gallos. La etapa con final en Pescocostanzo propició la doble emoción de ver quien se hacía con el parcial entre los fugados, donde Bosisio impuso su ley, y por detrás Di Luca y Riccó, a dúo con Piepoli, sacudiendo el manzano para ver por fin cómo estaba el personal que jugaba a acabar de rosa. Para sorpresa de muchos sólo Contador se enganchó a ese tren y los demás cedieron casi un minuto. Absolutamente revelador, alguien que no tiene en mente disputar no actúa como el madrileño. Primera señal de alarma para sus rivales.
Repetidores
Para curarse en salud, Riccó volvía a levantar los brazos en Tivoli y Bennati también se apuntaba al doblete en San Vincenzo antes de la primera jornada de descanso y la contrarreloj de Urbino. El test cronometrado despejó cualquier duda y sólo el veterano Bruseghin impidió por ocho segundos que Alberto no estrenara su cuenta en el Giro además de revelarse definitivamente como el coco que había venido desde la playa para amargarles el mes de mayo a los príncipes locales. El puro que les metió a Riccó, que se cayó, y a Di Luca fue importante, mientras que Simoni sorprendía gratamente siendo el aspirante que cedía menos en una especialidad que nunca ha sido la suya. Pero con todo lo que quedaba por delante, lo de Urbino no era ni mucho menos decisivo, aunque sí significativo de que al de Pinto había que eliminarle sí o sí, si querían estar en lo más alto del podio de Milán. Nueva escapada en Cesena, territorio pirata, Bertolini recibió la bendición de los dioses. El triunfo se lo dedicaba emocionado a Marco Pantani, hermoso premio para un veterano que en la parte final de su carrera está saboreando por fin la gloria. Lloraron Baliani, que se cayó en el momento de la verdad, y Lastras que iba detrás y se quedó cortado. La jornada no fue ni mucho menos de transición. Di Luca y Riccó hicieron sudar a todos en el Monte Carpegna. Daniele Bennati llegó al cénit en Carpi con su tercera volata triunfal, gracias a una curva que le permitió paliar el reprise de Cavendish por última vez en lo que quedaba de Giro. El británico se tomó la revancha 24 horas después en Cittadella, remontando por velocidad a un Bennati que le había abierto pasillo para un limpio mano a mano. Hasta en esto ha sido especial este Giro de Italia, pues el de los velocistas no es un mundo donde proliferen tan altas dosis de fair play. Todo eso pasó antes de la llegada del tríptico dolomítico y la terrorífica semana final.
La montaña: el juez impasible
Sonó la hora decisiva y la verdad fue que Emanuele Sella, vestido de verde, ejerció de Contador y se llevó el doblete en los finales de Alpe di Pampeago y la Marmolada, y sólo por seis segundos no ganó también la cronoescalada a Plan de Corones. Los que esperaban que el madrileño sería el de París-Niza o el Tour del año pasado o el de este mes de abril se toparon con la cruda realidad. Alberto se mantenía en la lucha por pura raza de campeón, pero distaba mucho de estar en su plenitud. Alpe di Pampeago fue un martirio para él. No sólo no podía atacar sino que era incapaz de seguir a ninguno de los favoritos. En este Giro ha hecho un arte de saber capear el temporal y sus malos momentos, que han sido unos cuantos, los ha salvado sin que ninguno le haya condenado a decir adiós. Bien al contrario, de la crisis salió a cinco segundos de la maglia, que se despidió de Visconti para recibir, por un solo día a Bosisio. Y en la Marmolada se puso finalmente líder, el mismo día que en el Giau se vio por momentos al borde del desastre.
Sus rivales le habían vuelto a dejar escapar vivo, pensando que el Fedaia le remataría, pero allí se recuperó y llegó con los demás favoritos. La tercera parte del tríptico le favorecía. En Plan de Corones renació Pellizotti, Simoni volvió a demostrar que andaba mucho contra el crono y Contador cogió aire de nuevo. Parecía todo controlado, la crisis salvada, el tríptico infernal superado y aún líder. Pero este Giro nos tenía reservado eso que le hace tan grande al ciclismo, que lo que hoy ha sido blanco mañana puede pasar a ser negro. Antes, tras la segunda jornada de descanso, asistimos al premio de Cavendish a Greipel, en los últimos metros de Locarno, y a la cabalgada de Voigt confirmando que si alguien merece el título de cazaetapas infalible es él. Y hasta Milán, antes de la crono final, dos etapas de más de 230 km, la primera con el último final en alto en Monte Pora, la segunda con los terribles Gavia y Mortirolo.
Último intento
Había que dar el asalto final a la resistencia del madrileño y ciertamente fue épico. Un descenso diabólico del Vivione sirvió para que Di Luca se jugara el todo o nada con un Savoldelli que volaba en el descenso y abría un hueco superior al minuto en un abrir y cerrar de ojos. Para colmo de males, Riccó también se sumaba a la fiesta en la ascensión final. Y de nuevo lo que parecía ganado pasó a estar perdido. Esta vez Astaná, especialmente Kloden, pusieron lo suyo para que una vez más el peligro le dejara al borde del K.O., pero sin que la situación se tornara irreversible. El que dijo adiós fue Simoni. Di Luca cazó a todos menos a Kiryenka, que se llevó la etapa, pero le faltaron 21 segundos para superar a Contador. Peor fue lo de Riccó, que no pudo meter plato en el kilómetro y se quedó a 4 segundos de la maglia. Podríamos hablar una vez más de la suerte del campeón, pero decir que el Giro se ha decidido por suerte sería injusto y equivocado. La suerte hay que buscarla y merecerla. Si Contador no hubiera aguantado después en el Mortirolo no habría ganado el Giro.
Órdago final
Tras Monte Pora, el podio de Milán, pintaba mucho más oscuro, y en cambio camino de Tirano de repente todo fue más claro. Di Luca pagó el esfuerzo, Riccó tampoco tuvo un día súper y, por el contrario, se vio seguramente al mejor Contador de todas las etapas de alta montaña. Tras el Mortirolo las circunstancias le favorecieron tanto que fue en carroza y con la confianza de tener allí por si algo se torcía a un Colom que es el primer español que conquista el Mortirolo. Sella volvió a jugar a ganador y empató a tres con Bennati, más maglia verde para el escalador y ciclamino para el velocista. Simoni y Joaquín Rodríguez, el español que más ha buscado una etapa sin suerte, le arrebataban a Riccó las restantes bonificaciones. El sueño rosa se desvanecía para él. La extraña crono de Milán, en la que ni uno de los primeros de la general consiguió acercarse a los tiempos de los que habían salido con antelación, otorgó la gloria parcial a Pinotti y coronó definitivamente a Contador como el rey indiscutible del ciclismo actual en las grandes pruebas por etapas. Indurain ya tiene sucesor español en el palmarés de la corsa rosa y los amantes del ciclismo un Giro para no olvidar.