Hay veces cuando estás en la línea de meta esperando a los corredores que, de repente, lo menos importante es el ganador. La noticia se traslada a otro protagonista. Cuando sucede esto no suele ser por algo bueno. Ayer, en la cima de Arrate sucedió así, por desgracia. La atención pasó de la bonita victoria de Alejandro Valverde y su liderato, a la tremenda caída de Samuel Sánchez. El asturiano nos encogió el corazón. Cuando estábamos asimilando que, de repente había aparecido en el grupo de favoritos, estaba pasando a la primera posición para tomar la última curva y ganar por cuarta vez en Arrate, en cuestión de segundos, veíamos a Samuel, apenas a 500 metros de la gloria, arrastrándose por los suelos.
Y no vimos más hasta que cruzó la meta, solo medio minutos después de Valverde, ensangrentado y con el maillot y el cullotte hecho jirones. No hablaba Samuel, tan solo podía retorcerse de dolor. La meta de Arrate tiene trampa para todo aquel que nunca ha estado allí arriba, da igual ciclistas que auxiliares y periodistas en esa aparentemente sencilla labor de colocación después de la meta. Porque en Arrate, aunque es final en alto, la carrera acaba siempre cuesta abajo.
Mientras Valverde celebraba su victoria a la par que intentaba frenar su bicicleta en esa pendiente llegaba Samuel. Fue la primera voz que escuchó el ciclista del BMC. Valverde, en su generosidad que acostumbra, se olvidó por un momento de su victoria y su liderato y fue, sin bajarse de la bicicleta, a recibirle nada más cruzó la meta. Hablaron unos segundos, Samuel no podía ni mover el brazo, que lo llevaba en el aire y en cabestrillo mientras caía un reguero de sangre de él.
Si las imágenes de televisión os impresionaron, verlo en directo fue espeluznante. A Samuel no le quedaba voz para gritar preguntando dónde estaba la ambulancia y cuando giró de camino a las carpas de la DYA montadas al lado de la meta, sus gotas de sangre se quedaban por el suelo como marcando cada pedalada que daba.
Milagrosamente, Samuel no tiene nada roto más allá de un tendón de uno de los dedos de su mano. Que no es poco, pero viendo lo aparatoso de su caída debido a la velocidad que llevaba podría haber sido muchísimo peor. Animado por verse con todos los huesos en su sitio, por la noche, Samu se acostó con la convicción de poder tomar la salida en la crono final.
La heroicidad de los ciclistas nunca deja de impresionarme. Ayer apenas podía dormir de los dolores, “voy a parecer robocop” decía bien entrada la noche ante la imposibilidad de caer en los brazos de Morfeo Samuel, y sin embargo ha peleado hasta el final por tomar la salida hoy en la crono de Eibar. Y eso que ya no se juega nada, ya nada puede hacer y mucho menos con los tremendos dolores que tiene. Para Samu acabar la Vuelta al País Vasco era solo cuestión de honor. Más que a él mismo, a la carrera que tanto respeta y al ciclismo, que tanto ama.
Porque si hay un ciclista en el pelotón que hace grande este deporte ése es Samuel Sánchez y si hay alguien que no se merecía lo que le sucedió ayer, es también él. Hace muchos años ya que cada una de sus pedaladas engrandece al ciclismo y ayer volvió a demostrarlo una vez más.
Porque da igual que la caída que sufrió fuese apenas a 500 metros de la meta, Samuel tuvo la entereza, el coraje y la valentía de levantarse sin pensar un solo momento en el dolor, coger la bicicleta y cruzar la línea de meta. Samuel volvió a darnos a darnos a todos una lección del enorme amor y la gran pasión que siente por la bicicleta y por lo que hace. Igual que siempre, con la dedicación y la profesionalidad que acostumbra.
Pero no ha acabado ahí. Porque Samuel ha intentado por todos los medios salir hoy en la crono. “No me dejan” dice, con el corazón roto porque lo que le parte el alma a Samuel más que los dolores, el tendón parcialmente roto de su dedo y sus innumerables heridas es no poder acabar la Vuelta al País Vasco para honrar a la carrera. Lo que no sabe es que ya solo con ese gesto la honra. Esa es la grandeza de Samuel.