MADRID-GIJÓN-MADRID, 1.200 kilómetros sin parar

La crónica del recorrido ciclista más exigente organizado en nuetro país

admin

MADRID-GIJÓN-MADRID, 1.200 kilómetros sin parar
MADRID-GIJÓN-MADRID, 1.200 kilómetros sin parar

<!--[if gte mso 9]>

Normal 0 21 false false false MicrosoftInternetExplorer4

Fotos Eva Montero

No es una París-Brest-París, la ciclomaratón con más arraigo en la vieja Europa. Allí es imposible gozar de soledad. Los grupitos se suceden sin descanso, y los que prefieren rodar sin compañía siempre divisan en el horizonte algunas siluetas de más participantes. Los jueces acechan por todas partes, nadie puede escapar a la marea de voluntarios que velan por el cumplimiento del estricto reglamento de la prueba, por el cual nadie puede ser asistido entre controles, de modo que todos han de ser absolutamente autosuficientes y buscarse la vida en caso de avería. Pero es que llegar a casi seis mil participantes de la prueba francesa hace que a nadie se le pase por la cabeza hacer alguna trampilla, porque buenos son los sufridos participantes para consentir cualquier irregularidad que observen.

 La Madrid-Gijón-Madrid, MGM para los amigos, en una prueba de andar por casa, concebida como Randonneur de "mínimos", según palabras de José María Campos, alma máter de esta edición, quien la rescató de una casi segura suspensión ante la falta de intención del grupo primigenio de cogerla por los cuernos. Decidió prácticamente "no organizarla", pero sacarla adelante. Concebirla como un ciclomaratón en el que cada uno se trabaja su propia infraestructura. La organización se limita a homologar la prueba con la asociación de los Randonneurs Mundiales. Se entregan unos carnés de ruta y un indicativo de las carreteras por la que discurre la prueba, detallándose los horarios de apertura y cierre de los controles, situados unos de otros a una distancia de entre ochenta y cien kilómetros. El participante ha de lograr que se le estampe en su carné un sello de algún bar, gasolinera o establecimiento que acredite que se ha pasado por ese lugar señalado como población del control. Cuando llegan a ésta han de buscar ese bar abierto o gasolinera, donde el encargado estampa la hora y el sello del local en el recuadro correspondiente para continuar según el plan de cada cual.

 Tomando forma

Sin embargo esa intención de mínimos se fue desbordando con el tiempo. Se iban sumando ayuntamientos, asociaciones de motoristas y se producían apoyos institucionales a medida que se acercaban las fechas. Crecía el interés y las preinscripciones de los participantes extranjeros gracias a la difusión de Internet, fueron surgiendo facilidades para establecer controles organizados, se apuntaban voluntarios... al final el propio José María Campos sacrificó su participación como ciclista y se volcó junto con otro de los fundadores, nuestro conocido y amigo José María Benayas, en los trabajos de organización y cobertura de la prueba. Mencionar la ayuda y el trabajo de campo desempeñado por del delegado en España de los Randonneurs Mundiales, Francesc Porta, y del que fuera presidente de la comisión Nacional de Cicloturismo, Javier Aráuz, quienes cerraban todos los controles sacrificando muchas horas de sueño.

Pero vamos a lo que interesa de veras, que es lo vivido por ese grupo de campeones todos, cuyo objetivo consiste en recorrer algo más de 1.200 kilómetros en un tiempo límite de 90 horas. Es un sube y baja continuo, comenzando dirección noreste, atravesando los límites de Madrid con Guadalajara, la sierra de Ayllón y la Pela, la campiña de la Ribera de Duero, el adusto Camino de Santiago que discurre por Frómista; Cistierna, los montes de Riaño, el paso a Asturias por el puerto del Pontón, la llegada a Cangas de Onís y el giro desde Arriondas a Gijón, a donde se llega tras superar el puerto de la Madera. Y vuelta por el mismo camino.

 

CONTINUA EN LA PÁGINA SIGUIENTE