Chris Froome vivió una auténtica pesadilla durante la última semana del pasado Tour de Francia donde tuvo que soportar, además de la presión de Nairo Quintana que le acechaba en la general, una enfermedad que le mermó y de la que decidió no tratarse para evitar posibles suspicacias. El ciclista del Sky, debido al ambiente de sospecha que crearon ciertos medios de comunicación tras su portentosa actuación en la Pierre-Saint-Martin, rechazó la posibilidad de pedir un TUE –autorización para medicarse- ya que “después de todo lo que sufrimos durante el Tour, sentía que si adoptábamos esta medida abriríamos la puerta a nuevas críticas. No hubiese sido ilegal, pero no quería que fuera el Tour de Francia que gané por haberme tomado la medicación la última semana”, reveló al Sunday Times.
El keniata comenzó a encontrarse mal antes de tomar la salida en la decimoséptima etapa. “Me levanté congestionado, con dolor de garganta y tosiendo. Me pusieron un pequeño tratamiento con antibióticos pero no funcionó. Recuerdo que en la salida lo pase mal ya que estaba entre Quintana y Contador y tuve que disimular para que no notaran mis problemas”. A partir de entonces, Froome empezó a dar muestras de debilidad que Quintana aprovechó para recortarle un minuto y cuarenta segundos entre la Toussuire y l’Alpe d’Huez.
