Un luxemburgués, muy delgadito, fino como un atleta, todo fibra, quiso desafiar a ese belga con el dorsal número uno, el lugar que también ocupaba antes de comenzar en la tabla de favoritos, en la lista de candidatos a la ansiada victoria, la que espera allá donde el Cauberg dice adiós, el último de los muros que son paredes, infiernos que hay que subir pedaleando, cotas cortas pero explosivas, que machacan las piernas, que taladran el botín de energía. También hubo un catalán que se creció, que quería ser protagonista, que quería, por fin, ser él el que levantase los brazos, el que recibiese las felicitaciones, los elogios, los aplausos. Atacó cuando quedaba menos de un kilómetro de tortura, de sufrimiento, de pesadilla, cuando el sueño del chiquillo de Luxemburgo se habia topado con la realidad, cuando todos rezaban para que nadie saliese, para que nadie hiciera saltar la chispa, ser el lanzador de una bestia que ya es historia viva de la Amstel Gold Race.
La Amstel Gold Race es la clásica de la cerveza. Y el luxemburgués es Andy Shleck, el catalán, Joaquim Rodríguez y el belga, Philippe Gilbert. Ellos tres fueron las figuras de una nueva edición de una de esas citas para los románticos de este deporte, una de esas que hacen tachar un día, reservar unas horas y disfrutar, sobre todo, eso, disfrutar. Disfrutar por ver a Andy Schleck, chico de verano, de julio, de Tour, invitando a la locura con un ataque lejano, a once kilómetros, y resistiendo hasta el final, hasta que le cogieran. Que le cogieran pero gastando fuerzas, dejándose el alma y el corazón en el intento. Murió encima de la bicicleta. Hizo un contrarreloj individual, con las manos juntas, sobre el manillar, en el centro de éste, con la mirada al frente, sin girar su cabeza hacia atrás, donde estaba Gilbert, que es belga, haciendo lo mismo, siendo una réplica del primero, del que iba abriendo la carrera. Con Van den Broeck quemado, con Vanendert asfixiado, sus más resistentes soldados, tiró del grupo sin pedir un relevo, confiando en la forma espectacular que luego demostró. Por algo ganó hace más de un mes la Eroica, la carrera de la épica, donde el que gana es un héroe, un ser de otro planeta. Por algo también se lució en Tirreno-Adriático y en la Flecha Brabançona.
Disfrutar por ver a Joaquim Rodríguez, nuestro 'Purito', simpático y divertido, siempre con una sonrisa en su rostro, siempre con una gracia saliendo de su boca, sin importarle el momento, la situación, intentando lo posible. Porque posible es que le hubiese salido bien. Motivos de sobra hay para pensar en ello. Segundo en la Lieja hace dos años. Segundo en la Flecha Valona hace uno. Le quedaba vacío el hueco de la Amstel Gold Race. Tenía que quedar segundo para hacer triplete y lo hizo. Volvió a ser segundo, el primero de los perdedores, el primero de los ganadores que no ganan. Su ataque, en el duro Cauberg, fue el de Carlos Barredo en 2010. Saltó un poco antes el asturiano, con menos fuerza, con mucha valentía. 'Purito' aguantó más, apretó dientes, sacó la rabia por sus piernas, avalanzó su cuerpo hacia delante, con la cabeza en posición de catapulta, arriba y aportando su granito para ganar metros, para hacerse grande, más aún, y comenzar el Tríptico de las Ardenas de la mejor manera que un ciclista puede hacerlo. Otro español, que es cántabro y tiene tres mundiales, que responde cuando le llaman Óscar Freire, aguantó en el grupo de los mejores y terminó sexto.
Disfrutar también por ver a Philippe Gilbert, que en 2010 ya ganó de una forma muy similar, aprovechando el ataque de otro para lanzar el suyo, uno fuerte y sin dudas, el llamado ganador. El que destroza la moral del que cree que había llegado bien al final del infierno. Y bien llegan, pero todavía mejor Gilbert, que es único, uno de esos que tiene algo especial dentro de su cuerpo. Superó al de Parets del Vallés de forma aplastante, respondiendo a su desafío de la manera que mejor sabe. Se levantó y le hundió. "Era superior a todos", dijo 'Purito'. "Ha sido la victoria de la experiencia", contestó Gilbert, el mismo de la Eroica, el mismo de los dos últimos Giros de Lombardía, de la última Vuelta, el mismo de la última Amstel. Ganó en 2010. En 2011, otra ronda de cervezas para Gilbert.
Amstel Gold Race: Otra ronda para Gilbert
Joaquim Rodríguez, que lanzó un ataque en los últimos metros, acabó segundo tras verse fácilmente superado por Philippe Gilbert, que repite en la clásica de la cerveza