Para llegar a ser un licenciado se necesitan codos clavados día y noche sobre la mesa y ojos abiertos. Litros de café para aguantar noches en vela con la cabeza frente a los libros. Así se llega a lo más alto. Empeño y constancia al fin y al cabo. La corta pero ya triunfadora vida ciclista de Andrea Guardini tiene un poco de todo eso pero sin libros. Brío y sacrificios sobre la bicicleta. Los pedales son el boligrafo con el que escribir entrenamientos como deberes diarios, ejercicios físicos los suyos para afinar la práctica. Ni idiomas, ni matemáticas. Solo hacer sonar el molinillo. Verlo reventar con cada vatio que adquiere su punta de velocidad. Su tinta es el sudor con el que escribe en cada carretera que como examen analiza y chequea sus piernas. Ése es su cerebro. Así ha escrito desde pequeño cada examen. Transpirar sobre el asfalto en cada convocatoria a la que se presentaba para llegar hasta la graduación que el Tour de Langkawi le ha investido. Cuatro etapas y el maillot a puntos. De nota.
Pero el chaval quiere más, matrículas de honor busca. Se ha acostumbrado al dulce sabor de la victoria, a las risas relajadas cada noche en los hoteles malayos, los miles de mensajes que le llegan cada mañana cuando sus amigos, familiares y conocidos se levantan y comprueban, felices, que al otro lado del mundo, el velocista italiano ha vuelto a ser el más rápido en el Tour de Langkawi. Cuatro veces han tenido que escribirle un "Complimenti" (Felicidades en italiano). Y a él le gusta claro. Lo adora aunque mantiene los pies sobre la tierra a pesar de lo complicado que resulta no terminar creando y alzando una nube por encima de todo y de todos. Quizá la burbuja en la que está metido facilita las cosas al chico más veloz de toda Malasia. No ha podido comprobar aún el efecto de sus victorias del todo, pues solo dos periodistas italianos siguen en vivo y en directo sus progresos y de Kuala Lumpur tomará un vuelo directo a los Emiratos Árabes, para disputar el Tour de Qatar y el de Omán. No quieren sus directores ni que pase por casa, que no vea sus notas reflejadas en el acento mediático de sus triunfos. A seguir estudiando. A seguir ganando.
El sueño de ganar la Milán-San Remo
Será precisamente en los Emiratos Árabes donde tenga su primer contacto con el ciclismo de altura, la universidad de los dos pedales. Tanto en Omar como en Qatar tendrá Guardini que demostrar que sus victorias en Langkawi no han sido fruto de la ausencia de la quinta marcha veloz del ciclismo en Langkawi. "Sin quitar mérito a nadie, lo de Malasia ha sido como en amateurs: etapas cortas, rivales de menos entidad". Lo compara todo con la inferior categoría porque apenas se cuentan los meses con la palma de una mano desde que Guardini triunfaba en la categoría sub23. El instituto. 19 'volatas' terminaron con sus brazos surcando el cielo, un número al que jamás nadie ha llegado. De récord. Con la matrícula de honor bajo el brazo, el Farnese-Vini lo reclutó para formar ejército en este triunfante 2011 para él. "Me esperaba ganar, para mi no es una sorpresa, pero lo que no me esperaba es que fuera tan pronto ni tanto". Ahora le queda confirmarlo.
Pero ¿quién es Andrea Guardini? "Soy chico de cabeza dura, de ideas claras, maduro para la edad que tengo. Soy un sprinter", simplifica, "soy completamente velocista. En las subidas no voy nada". Una fotocopia amable y simpática, esbelto y muchísimo menos adusto que Mark Cavendish. En él se ve reflejado Guardini según el cliché del ciclismo moderno. Pero también mira para atrás para compararse, a pesar de sus cortos 21 años que suma. "Me veo reflejado en Robbie McEwen y espero ser su relevo. La manera de sprintar que tengo es como la suya", dice el joven que creció viendo, soñando con emular y anhelando tener algún día la potencia bruta de Cipollini cuando batía al australiano enfrascado Guardini como el velocista del RadioShack en un cuerpecillo a todas luces más reducido que el de 'El Rey León', como el suyo, más muslo que espalda. Calcada la figura de Guardini casi a la perfección con la de Cavendish, cinco centímetros más alto en inglés que el italiano y dos kilos de más el rebelde de Man con el angelical transalpino. Son las victorias, que hacen medrar y pesar más. Crecerá Guardini. Tiene margen, en tiempo, peso y altura para hacerlo.
"Siempre he sido un sprinter y creo que eso nunca va a cambiar, además tampoco quiero que cambie. Solo me falta conseguir pasar bien los pequeños puertos de tercera y cuarta categoría en los que ahora sufro pero con los años lo podré conseguir", desea. Por eso se ha matriculado en la universidad que supone el ciclismo de primer nivel en el en cuanto aterrice en Qatar probará. Para aprender. Pero si hay algo que define a Guardini es la claridad con la que traza sus ideas, como si de un camino recto por la vida se tratara. No quiere convertirme en un Hushovd o un Boonen, terminar siendo un clasicómano perdiendo a la vez cierto punto de velocidad. "Quiero ganar la Milán-San Remo". Ganador nato, de piernas y cabeza. "Es el triunfo más grande que puede conseguir un ciclista. Después de eso, mi sueño es ganar etapas en el Giro y en el Tour".
Ser como MacEwen y ganar a Cavendish
Pero no es solo ganar, que ese mecanismo ya sabe hacerlo funcionar, ése examen ya lo ha pasado Guardini, si no sobre todo a quién se gana. Hace poco, muy poco que Guardini ha dejado de coleccionar fotos de sus ídolos ciclistas. Hace poco, muy poco también que los veía con los dos ojos abiertos de admiración en los últimos y fatídicos 200 metros de cada sprint. Eran sus ídolos. Y dentro de una semana va a correr con ellos. "Primero, mi sueño es correr junto a McEwen. Son sus últimos años como profesional y par ami sería una satisfacción". Ése es el objetivo sentimental pero pronto parece la garra innata, "lo que más me gustaría es batir a Cavendish". Sonríe pícaro, sagaz, esperando que ese día llegue pronto. Sería el doctorado para Guardini, que no se asemeja ni tiene como referencias a ninguno de los velocistas italianos. Apenas menciona a Cipollini y con Petacchi no quiere ni oír símiles: "No me gusta ni como corredor ni como carácter. Espero ser mejor que él o, al menos, reírme más que él".
La de Guardini, además de ser una cabeza amueblada a pesar de su juventud es una mente ganadora connatural a sus sentidos. De esas que cuando pierden se enfadan. Braman sus sentidos y tira la bicicleta en medio de la carretera. "En este Tour de Langkawi he fallado dos veces". Cuenta errores por los sprints disputados que no ha vencido. Pero de ellos ha aprendido casi más que de las victorias, "aunque también en esas he fallado", dice. "Lo que he aprendido es a no hablar en cuanto cruzas la línea de meta porque te puedes arrepentir poco después". Fuego ardiente. "Hay que calmarse. Si algo me han enseñado en este equipo desde el poco tiempo que llevo es que hay que reconocer los errores, ver lo que has hecho mal y saber que es culpa tuya. Muchos ponen excusas de que estaban sin compañeros para preparar la llegada, que no han encontrado el sitio justo para sprintar... Si no he ganado es porque algo he hecho mal, y eso es lo que tengo que tratar de arreglar para el siguiente sprint".
Escuela de vida en la que pretende seguir con los libros abiertos Guardini. Anotando todo aquello que sirva para hacer crecer a ese niño que desde los siete años se montó en una bicicleta animado por su padre. Educacón infantil entonces. Pronto pasó a Primaria. "Corrí cinco carreras a final de temporada en mi primer año. A la quinta gané y como premio me dieron una gallina. Al segundo le dieron una docena de huevos pero a mi el animal". Mayor productividad para una carrera fructífera. "Esto es solo un punto de partida". No ha hecho más que comenzar. La licenciatura puede que la obtenga ya este mismo año, si su "cabeza dura y de ideas fijas" le lleva a colarse en el 'nueve' que el Farnese Vini lleve al Giro de Italia para acompañar a Giovanni Visconti. "Queda mucho para mayo y es una decisión de los directores. Si no lo corro no me sentiría decepcionado pero no me pongo límites". De Turín a Milán, 21 días tendría entonces Guardini para escribir su tésis.