Sol y calor en la brea de puerto mallorquín. Desfilan ciclistas, buena señal. El ciclismo sigue vivo. A pesar de la crisis, de los apretones de cinturón, de los recortes de gastos. Del paro en el ciclismo español. La rueda no para de girar nunca. Ni siquiera hoy. Una nube asoma por el cielo cuando los Quick Step avanzan por la carretera camino de la presentación de equipos. Entre ellos, el joven Dario Cataldo, promesa de futuro y esperanza del ciclismo italiano que ya dio sus primeras dentelladas a base de ataques y escapadas aventureras en el pasado Giro de Italia, semblanza triste. Lejos queda su semblanza lozana y alegre. Apenas nadie lo ve, pero en su brazo izquierdo cuelga un improvisado crespón negro de cinta aislante. Tan sorpresivo como inesperado. "Ballerini ha muerto", dice, con la voz entrecortada, como la de un niño que no pronuncia en alto lo que no quiere que sea una realidad.
Pocos lo saben entonces, hasta que empiezan a sonar los teléfonos. El de Eusebio Unzue, el de 'Matxin', director del seleccionador italiano en Mapei. Todos con la voz cortada. Un grito que no sale. Inexplicable como el desenlace del fatal accidente. Aparece después Marco Pinotti, hombre clave en las contrrarelojs mundialistas para Italia. Triste, apenas habla. Ni siquiera levanta la mano al oír su nombre para saludar al contado público apostado en la salida. Similar cariz toma la expresión de André Greipel. Despistado anodino. Todo lo contrario que Robbie Mc Ewen, afilador de espadas. Clavó el sable en el rápido circuito del Trofeo Palma, el primero de los cinco premios de
Mientras Greipel se hinchaba de ganar etapas en
Poco más ha cambiado, porque aunque pasen los años, visibles también en los rastros de McEwen lo demás sigue igual. Incluso los rivales, porque "antes también había sprinters que parecían imbatibles y luego resultaba que no lo eran", compaña el lunático McEwen a Greipel. "Todos son batibles". ¿Todos? Recibe la pregunta de forma irónica pero el sarcasmo no va con él. "Todos", devuelve, mordaz la pelota al otro tejado. "Sí, Cavendish también es batible", amenaza desde las islas baleares con la certeza de verse recuperado. De vuelta: "Me he encontrado realmente bien y con este triunfo me demuestro que estoy bien. Es muy importante para mí". Lo que no piensa su dulce causticidad es en la revancha por las victorias robadas a manos de Greipel: "no es una venganza, simplemente ahora estoy mejor. A Greipel ni le he visto en el sprint "el alemán ni siquiera apareció en el golpe final", cogí la rueda de un corredor del Skil Shimano hasta que logré superarle", relataba. Todo después de dejar anulado a Koldo Fernández de Larrea por el manillar y a un entonado Óscar Freire tercero. Ese eterno golpe de Robbie Mc Ewen. El de siempre.
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