Hay algunos, como Luis León Sánchez, portentoso talento de la naturaleza, que saben guiarse a sí mismos sobre su vehículo de automoción. Sea cual sea. Habilidad sobre ruedas, una figura que es una delicia la del murciano al observarla, plácido pedalear en un último kilómetro que solo por el volumen elevado que son los gritos de los aficionados y el sonido mudo pero latente en el ambiente que es la tensión, mantienen intacta la frialdad. Sangre helada. No mira Luis León jamás hacia atrás. Mejor. De haberlo hecho poco antes habría presenciado el horror cuando la escapada de supervivientes, nunca mejor dicho, porque los tres ciclistas que se plantaron en Saint Flour fueron como soldados afortunados que miran al cielo y dan las gracias por estar vivos mientras el paso cansino y magullado por la crueldad de la guerra que dejan tras de sí les acercan al calor del hogar. No mira hacia atrás Luisle jamás. Mejor, pues habría presenciado una terrorífica escena más propia de película de acción que de carrera ciclista, un 'thriller' de pánico que es éste Tour.
Abierto el telón un coche de la televisión francesa intenta esquivar un árbol con un volantazo sin darse cuenta que al lado opuesto, pegado al frío acero de la carrocería hay cinco ciclistas, Sandy Casar, Thomas Voeckler, Jonnhy Hoogerland, Luis León Sánchez y Juan Antonio Flecha, que se están jugando el triunfo de etapa. Dos no lo hicieron, por la insensatez del conductor del coche que de un manotazo lanzó al suelo a Flecha y Hoogerland. Ambos rabiosos, como pudieron se levantaron, maillot rasgado del español y pierna que era un hervidero de sangre en el ciclista del Vancasoleil. Ambos con rabia, impotentes nada podían hacer más allá de ver cómo la gloria del triunfo volaba ya lejos. Soldados caídos en la batalla campal del Tour.
Caída de Vinokourov y Van den Broeck
El pelotón, invadido por el frío sudor que supuso la brutal caída en el descenso del col du Perthus y abandono de Vinokourov y Van de Broeck, uno con fractura de fémur y el otro, el joven belga que prometía ser el revulsivo de Contador y Schleck en la montaña, con el omóplato partido, impartió los ecos de un parón que sonaban al recuerdo de Spa del pasado año. Los mismos actores, Gilbert, Cancellara y todo el Leopard-Trek que se entronizaban a la parte principal del pelotón no para imprimir ritmo, eso ya lo harán en montaña en busca de fundir a un Contador aún más magullado después de otra caída, más bien para frenar. Para protestar. "No busquéis polémica donde no la hay", espetaba un Barredo que tachaba todo signo de huelga pues "la gente busca recomponerse", dice el asturiano.
De los ocho retirados que la novena etapa dejó -Entre ellos también Amets Txurruka, el pequeño escalador que deja a Samuel sin escudero de lujo para la montaña por otra caída con fractura de clavícula-, el primero de ellos fue Juanma Garate. Llevaba días inmóvil, apenas podía estirar el brazo para coger el botellín, no dormía del dolor. Por la mañana no pudo aguantar más. Pero tuvo tiempo de acercarse en coche hasta la salida de Issoire para despedirse de los compañeros. De Luisle, en especial. Juanma ha sido su ángel de la guarda desde que el murciano llegara al Rabobank, al frío de Holanda, el imposible inglés y la hostilidad del no estar en casa. Cuesta arriba para Luisle. Garate hace de padre con él.
"Ponte las pilas, que estás ganando mucho dinero en un gran equipo". Lo despertó. "Le estaba costando entrar en la dinámica del equipo". Tantos años al cuidado, como niño prodigio que es Luisle, de Manolo Sáiz primero y de Eusebio Unzué después. Ahora es otra historia. Oprime. Cuando ya se marchaba, Juanma le tendió la mano al murciano. "Le he dicho que podía ser su etapa". Y Luisle, hombre de pocas palabras no articuló monosílabo siquiera. "Solo me ha guiñado el ojo y se ha reído". Pícaro. Rugió el León una vez más, y ya van tres en las metas del Tour. Con un día de adelanto. Tres son sus triunfos en el Tour, los dos anteriores logrados en sendos 11 de julio. Se adelantó Luisle, magistral en el saber esperar para desquiciar a Voeckler nuevo líder y teórico favorito de los tres soldados supervivientes a las faldas de Saint Flour. Esperó hasta que Voeckler, harto de llevar la batuta se echó atás. El sitio para coger carrerilla. Luisle apenas miró atrás. Nunca lo hace. Sabía que Veckler iba a atacarle pero salió, zarpazo, sacó los dientes y lo remachó. Todo en apenas un segundo. Rugido en meta para él, para su fallecido hermano, otro León y para la niña que viene en camino, la que verá la luz cuando esta batalla campal que es el Tour expire. En selva se ha convertido la carrera francesa. Y ya tiene rey, el León.
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