Fotos Volta a Catalunya. 2º etapa: ¡Qué lindo, Mark!
Con "una victoria que necesitaba", Mark Cavendish ha estrenado su casillero en la temporada a base de una llegada masiva en la que el hombre de Man se ha mostrado intratable como en sus grandes tardes
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Sonreía Mark Cavendish al llegar al hotel Surf Mar de Lloret después del entrenamiento dominguero, más encaminado a soltar piernas previo al comienzo de la Volta</personname /> a Catalunya y con menos de 24 horas transcurridas desde su desgraciada Milán-San Remo. Esbozaba una sonrisa a pesar de todo, "porque la vida es muy corta y no estamos aquí para estar tristes", había dicho en la musical San Remo, a donde llegó desazonado, aciago por una caída en el descenso de la Manie</personname /> que le apartó de toda opción de victoria. Enseñaba sus brackets, adosados a sus dientes hace apenas tres meses. La pesadilla que le ha quitado horas de sueño regalándole dolores insoportables. Alejándole de las victorias. Pero ahora esta relajado. "Las sensaciones son mucho mejores que en Andalucía", aseveraba sin reparo. No lo ocultaba. Tampoco las etapas que ya tenía marcadas en su libro de ruta. "Porque, la segunda y la última etapa son para ti", se le retaba. "Sí, sí. Son mis dos días". Confía en sí mismo como nadie, a pesar de llevar seis meses sin sumar victorias a sus 54 sprints dorados. Daba igual. "Ahora sí que estoy bien". Insuperable otra vez.
El retorno de su fulgurante velocidad fue un cuento anunciado desde el primero de los cuatro pasos por meta. Entonces, el HTC Columbia dio el relevo al Milram de Paul Voss, el líder incrédulo para acelerar el ritmo en el pelotón. Un aviso. El hombre de Man ya carburaba. Lo sintieron también Jonathan Castroviejo, veloz trotador junto al Garmin Stetina. Unieron sus fuerzas por coraje. Ganas de fiesta. Ambos, amigos labrados en la brea durante la pasada temporada en la Ronde</personname /> de l'Isard y el Tour de l'Avenir, ambas conquistadas por el vizcaíno se sirvieron del ímpetu para colocar nueve minutos de ventaja con el pelotón una vez sobre pasado el Alt es Angels, único puerto puntuable de la jornada, de primera categoría solo por su longitud, más de diez kilómetros, pero sin apenas dureza.
Una victoria "necesitada"
Lo intentaron también Pedro Merino y Javier Ramírez Abeja. No surtió efecto el aguijonazo y en el largo camino llano hasta Banyoles fueron engullidos por el gran grupo. Dejando hacer, aunque a ritmo ágil hasta la llegada al circuito final. 27 kilómetros</metricconverter /> alrededor del lago de Banyoles en los que el buque del pelotón arrió las velas. Ritmo de crucero. De los tres minutos con los que cruzaron por primera vez la meta, a los menos de dos en la segunda y 55 segundos en la siguiente. En la última ya se habían ahogado. El RadioShack, para Daryl Impey y el Lampre, a favor de Angelo Furlan buscaron su hueco en el pelotón. Parco, porque el HTC-Columbia no dejó huecos abiertos. "Es mi etapa", había recordado Cavendish dos días atrás. De nadie más.
Tan evidente era, tan indiscutible que su victoria fue irrebatible. Soberbia y fabulosa. Como él solo sabe. "Con un equipo como el Columbia no se puede fallar", se excusaba. Pero hasta ahora sí lo había hecho. "He tenido a mis seis compañeros arropándome hasta la línea de meta y luego solo tenía que lanzar el sprint". Solo. La guinda que hasta ahora faltaba. "La clave ha sido entrar bien colocado en la curva final", analizaba después. Eufórico como pocas veces. Superó a Haedo y a Aitor Galdós con una pasmosa velocidad, tan rápida como lo poco que le costó tocar el freno, cruzada la línea de meta y enfrascarse en abrazos con todos y cada uno de sus compañeros de equipo, que no son ni los Mark Renshaw, Michael Rogers o, sus habituales exhaladores. A Catalunya a acudido con Saramotins, Van Garderen o Siutsou. Desconocidos. "Son todos jóvenes, están aquí para aprender", dice. Escuela lanzadora. Quiere enseñarles Cavendish a convertirse en proyectiles, en gatillos disparaderos.
Él, mientras prosigue con lecciones avanzadas. Alumno aventajado. Ahora, con los sprints ingleses, italianos y alemanes, las tres lenguas que domina y en las que se defiende, está empleándose a fondo en aprender castellano y dice que antes de la Vuelta</personname /> a España, a la que acudirá para preparar el Mundial de Melbourne, perfecto para sus características, quiere ya dominarlo. "Pero es muy difícil, solo se algunas expresiones como... ¡Qué lindo!". Con eso le basta para describir su sprint. "También aquí decís mucho eso de... ¿en serio?", bosquejaba, bíceps sentados. Sí, en serio había ganado. Había vuelto. "Necesitaba esta victoria", reconocía después, "por mi, no por nadie más. He ganado seis etapas en el último Tour de Francia y no tengo que demostrar nada a nadie". Solo a él, velocista recuperado. Por fin recoge ramos de flores y premios por doquier. Por fin levanta copas. Por fin levanta brazos. "¡Qué lindo sprint, Mark!", le dirían después.
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