Fotos: Tim de Waele
Inapelable ley de vida, de sobra conocida por la especie mortal es que los años deterioran cuerpo y mente humanas. Desgastan fuerzas por sí solos. Lo sabe Robert Hunter, 32 años y pelo casi encanecido por los kilómetros que acumula en sus espaldas. Los suma en sus diez largas temporadas teñidas de ciclista profesional. Sabiduría. Es precisamente la misma cifra que le resta en años Edvald Boasson Hagen, a dos días de sumar 22 primaveras. Juventud y arrojo. Curiosa coincidencia. Son ambos ciclistas atípicos. Con raíces en tierra sin tradición. El del Barloworld forjó su carácter por la sabana sudafricana. De sangre caliente. Hagen en cambio entrena sobre el hielo noruego. Acostumbra a rodar sobre piso mojado, como el que llevaba a los corredores hasta Chiavenna, meta de la séptima etapa del Giro de Italia, por carreteras resbaladizas y niebla acechante. Hábitat natural para el noruego. Rodador indefinido pero de magistral pegada en el sprint que dejó sin luces a Hunter y Pavel Brutt, impotentes ante el portento que les releva por generación. A Vigano, coraje y maestría y a Bertollini, lanzador sin premio.
Fueron los cinco animadores de una etapa en la que el LPR aprovechó la lluvia, incesante en los últimos kilómetros, para lavarse manos y cabeza. Los de Di Luca y Petacchi, a pesar de ostentar el liderato y contar con las opciones más reales en una llegada al sprint decidieron no inmiscuirse en la inspirada capitanía ejercida por el Liquigas. Capos. Los peones de Ivan Basso volvieron a tomar el peso del pelotón cuando a Mauro Facci, Vladimir Isaichev, Bartosz Hzarski y Serguei Klimov les alcanzó la marea del grupo en lo alto del paso Madoja, el único puerto puntuable del día. Chubasqueros a punto, la carrera, compacta y sin arrebatos se dispuso al descenso camino al abrigo italiano después de dejar Austria y Suiza. A los pies de la aduana, Alessandro Bertollini quiso disfrutar del honor y se lanzó a las resbaladizas carreteras. Espectáculo en solitario. El del Serramenti buscó darle la vuelta a la victoria de su compañero Scarponi que, primero en grupo y después en solitario inauguró su palmarés en el Giro de Italia. Bertollini, afamado en sus cabalgadas análogas, no fue acogido con gusto por Pavel Brutt, Hunter Vigano y Boasson Hagen.
Los cuatro lanzaron sus opciones al viento por separado y consiguieron demarrarse en los últimos quince kilómetros. Pulso al pelotón desentendido. Di Luca no exhibía el rosa de su liderato. Petacchi tampoco hacía alarde de su maillot 'chiclamino'. Cavendish, claro, se escondía de todo enfoque. Los focos del Columbia se centraban en Edvald Boasson Hagen. Tímido noruego, reticente a los flashes. Apenas dio visos de presencia, al lado de Brutt y Hunter. Perros viejos. Experimentados. Pero ellos no se movían como Hagen, ciclista por conveniencia. Su primera vocación fue el esquí, deporte nacional en el norte de Europa. Lo combinaba con los pedales cuando los tenues rayos de sol abrillantaban su blanquecino rostro. "Los dos deportes se me daban bien, pero como conseguía más victorias en el ciclismo, a los quince años me acabé centrando en la bici". Avispado y madrugador. Se confiesa agnóstico. "Nunca he tenido ídolos", aunque sabe de la influencia que Thor Hushovd, el dios trueno ejerció sobre él. "Ha sido un espejo para casi todos los ciclistas noruegos de mi generación". La brillante que él encabeza ya.
Bertollini lanzó el sprint
Fue su experiencia esquiadora la que le llevó en volandas hasta la meta. Con el Liquigas empeñado en abandonar el aguacero lo antes posible pero sin deseos de rescate a los sprinters, los cinco corredores de cabeza lograron afianzar su postura. Compactos. Bertollini, ilusión y utopía, encendió la mecha del sprint con una arrancada a la que le respondió en primera instancia Pavel Brutt. Los metros que el italiano había demarrado se diluyeron entre la tormenta que bañaba Chiavenna para ahogar las opciones del corredor del Serramenti-Diquigiovanni. Entonces, Hagen no se lo pensó. Por indeterminación. "Soy bastante regular y suelo sprintar bien en grupos pequeños. Aunque todavía no sé en qué tipo de carreras puedo destacar". Ahora ya tiene la respuesta. Fruto de un fastuoso sprint que dejó seco a Hunter y despistó a Davide Vigano.
Fue una de las estelas que antes tatuaba sobre la nieve. Pero esta vez no dejó huellas. Se calzó los esquís y,como si de un descenso por cumbres nevadas se tratara, impregnó una velocidad mágica a sus piernas. Delatadora del relevo generacional. Hunter fue incapaz de seguirle. Cosas de la edad, mazo que no perdona la espalda de aquellos que escudriñan el paso de los años. La decena que abre el paso a la juventud, la de Boasson Hagen y hace zozobrar a otros, como Armstrong, que de nuevo se dejó tiempo en meta. Portento el del noruego. "¿Un niño prodigio?", repetía la pregunta que se le formulaba para repensarse la respuesta. "Es el resto de los que me rodean quienes me ven así". Claro. Porque de niño ya no tiene nada. ainara@ciclismoafondo.es
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