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No se parece a ninguna otra grande; el Giro late con un corazón diferente. Aunque no se produzcan cambios importantes en la general no existe una etapa de transición en la que cualquiera de los equipos favoritos pueda relajarse. El Giro está lleno de italianos, mensaje de Perogrullo, pero es que en Italia todavía se corre con el corazón y la de hoy se ha saldado con la victoria de uno de los suyos. Merecido podio el de Manuel Belletti, tan italiano como su nombre, como su bicicleta (Colnago), como su manera de explotar a 100 metros de la línea de meta dejándose el alma en esos diez segundos interminables que puede durar un esprint. Si no fuera por la habilidad de saber estar en el lugar oportuno y en el momento adecuado, podría sonar a homenaje a su compañero Pozzovivo hoy retirado de la carrera.
Pasan las horas
Escarceos casi desde la salida: es el Giro. Ninguno consistente. Pasa la primera hora con una media superior a los 43 km/h; algo poco excepcional en una etapa sin montañas en el primer tercio pero, al cubrirse la segunda hora, un grupo de 17 corredores decide la aventura. En menos de media hora han sacado más de 3 minutos de ventaja al pelotón. Nadie se mueve. Todos los ojos se dirigen a Liquigas, la escuadra que, a priori, se muestra como la más compacta. Alguien en el coche del director lleva puesto el cronómetro y no les quitan el sueño los escapados. Que trabajen otros.
Así, Henderson, Wyss, Marzano, Bertogliati, Horrach, Grivko, Mayoz, Claude, Kriit, Belletti, Meyer, Lang, Facci, Stamsnijder, Lewis, Voss y Klimov mantienen el hueco que, por momentos, se incrementa.
Llega la montaña
Pasado el kilómetro 150, de los 223 de la jornada, la carretera mira al cielo: dos puertos de segunda categoría, Perticara y Barboto, este último de 5 kilómetros de longitud con rampas de hasta el 15% de pendiente, se preveían como el punto de ruptura de la carrera, pero el único que decidió jugar sin comodines fue Karpets. En pleno descenso de Perticara, faltando 60 para la meta, Karpets se va en busca de los 17 aventajados que, en la cima de Barboto, marchan seis minutos por delante del corredor del Katyusha. Horrach recibe el mensaje de su director y levanta el pie esperando a Karpets. Los 16 supervivientes de la escapada, ante la seguridad de que no van a ser neutralizados, empiezan a atacarse entre si, para evitar llegar al esprint a la línea de meta.
Recta final
Faltan 15 kilómetros para Cesenatico y Mayoz, Stamsnijder, Facci y Kriit logran separarse del grupo pero, a medida que se acerca la línea de meta, ninguno quiere mostrar sus cartas en beneficio del trío resultante que, a buen seguro, le cogerían la rueda. Ya en las calles de Cesenatico, faltando 2 kilómetros para la llegada, Iban Mayoz ataca, pero una victoria como estas no le sale gratis a nadie: es neutralizado en pocos segundos. Coincidiendo con ese instante, Craig Lewis, a sabiendas que Henderson, el esprinter favorito para una llegada así, está en el grupo de cabeza, decide un ataque desde lejos. Mantiene unos metros de ventaja que parecían suficientes, pero su condición de lanzador no le permite medir bien la distancia a la línea de meta y se queda justo donde, de manera habitual, termina su trabajo: a una centena de metros de la gloria. Belletti sorprende con su rabia y Henderson no logra neutralizarle, llevándose a Mayoz a su estela: así quedaría el podio.
Por detrás Horrach realiza un trabajo impecable para Karpets, el pelotón, que por momentos ha estado capitaneado por los Caisse, pasa a tener el control de Liquigas y sin mayores sobresaltos llegan a Cesenatico, regalando más de dos minutos al del Katyusha y viendo como Pozzato tira de raza para entrar el primero... de algo.
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