Dijo que no Matthew Lloyd. Que ya estaba bien de patinar corriendo tras un absurdo disco. Dio entonces, hace ahora siete años un frenazo en seco el australiano a su carrera como jugador de hockey sobre hielo. Tiró el 'puck' el disco de caucho deslizante al suelo, como tantas otras veces había hecho para sacar una falta, para disparar a portería, abrir un juego o lanzar un penalty pero esta vez sin 'stick' en la mano. Nada que lo persiguiera con sus patines rascando el helado campo. Él quería ser ciclista, sentir el viento, el frío y el calor agobiante en el cuerpo. Dar pedaladas sin deslizamientos. Pero para eso primero tenía que nadar, emprender un azaroso viaje desde la cálida Melbourne hasta el viejo continente europeo para conseguir su sueño. Era lo de menos. Solo deseaba despojarse de las hombreras, los holgados jerseys y rodilleras. Un maillot, unas zapatillas y un culotte, para qué más. Así se echó a recorrer Australia en sus dos primeros años como profesional. Si lucha en cuerpo a cuerpo con sus oponentes como en el hockey. Sin cargas ni contacto físico alguno. Sólo él, la bicicleta y su corazón latiendo.
Escapada de inicio
Así acortó distancias, tres años de travesía por el mar hasta Bélgica. Una odisea en la que rascó oro nipón, con su estreno en la quinta etapa del Tour de Japón y brilló en su casa después, merced a ese tesoro encontrado en el país del sol naciente, en la Jayco Herald Sun Tour. Billetes ambos indiscutibles para tomar el chárter hasta el Silence Lotto de Cadel Evans en el 2007. Un año más tardó en decirse a sí mismo que no se había equivocado lanzado por la borda el disco y el 'stick' de hockey. Diamantes al cuello, otro lúcido descubrimiento el de Lloyd en los Campeonatos australianos que se adjudicó del 2008. Y desde entonces, sequía por reconversión en hombre aguerrido y raudo, le venía de su época en la que patinaba sobre hielo marcando goles. Hombre de confianza de Cadel Evans en sus tullidos años al frente de la escuadra belga. "¿Que donde ando yo mejor? En el Giro y en la Vuelta", decía Lloyd.
Disfrutar en todas, olvidada esa coraza que le oprimía sobre el rectángulo de juego en Melbourne. La lucha cuerpo a cuerpo mejor sin roces, al deseo de la atmósfera, cruenta y a la vez benigna con él camino de Carrara. Estudió Lloyd su cofre, oro y diamantes, títulos nobiliarios y reconocimientos nacionales. Le restaba un caudal por conseguir, el oro blanco de Carrara, el mármol del que Miguel Ángel se encaprichó en pleno Renacimiento para regalar a la humanidad el divino David. Camino de Carrara comenzó a esculpir su mejor jugada Matthew Lloyd, patines a los pies para deslizarse enérgico entre el Passo del Bratello y Spolverina, los dos puertos que dosificaron sus cinco minutos de ventaja compartidos con Rubens Bertogliati, todo alma y sentimiento de querer pero con las justas fuerzas para aguantar, casi sin pedalear al ritmo de la dosificación.
Pinchazo de Sastre
En el Bratello, antes de lo previsto perforaron la etapa los escapados a la vista lejana de un pelotón comandado por el verde del Liquigas, camuflados los de Amadio por el próspero paisaje de la toscana y con la mente puesta en el Terminillo, la primera llegada en alto del Giro que vendrás el domingo. Se agujereó allí también la rueda de Sastre, al tiempo perfecto para una desgracia que solventó sin problemas gracias a la ayuda del veterano pero siempre reclamado Iñigo Cuesta. No hay contratiempo que no se pueda solucionar para el abulense en este Giro que le tiene retrasado pero no muerto. La de Vinokourov es ahora peor traba. El kazajo se quedó sin su mejor escalador, Paolo Tiralongo, que cayó al suelo con Guillaume Bonnafond. Juntos se marcharon también en la ambulancia. Unidos en sollozos y deseando amarrarse a este Giro marmóreo.
Lloyd seguía esculpiéndole mientras tanto, cuando Bertogliati no le aguantó el cambio de ritmo durante la ascensión al Bedizzano, el último escollo a diez kilómetros de la blanca Carrara. Evgeni Petrov, Johann Tschopp y José Caytetano Sarmiento montaron el contraataque. Tarde ya, a pesar de los largos 20 kilómetros que quedaban por delante. Ni siquiera llegaron a ver a Bertogliati, a demarrarlo. Menos a Lloyd, deslizándose por Carrara con sus patines. 'Stick' en mano, y gol poderoso sobre el mármol de Carrara.
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