En las salas de prensa de la Vuelta a España, toda una caravana, casi una familia ambulante que se mueve al ritmo de las llegadas, de los desfases horarios en los finales de etapa, alargados por las teclas que les queda todo por contar, todo por escribir, cada día, no falla fiel a su cita, espera plantada en una de las mesas, una tabla partida en dos. La destapada, comandante, una pregunta sencilla y a tamaño grande. '¿Quién ganará la etapa de hoy?'. Revelador, más si cabe cuando el perfil adjunto garabatea largas rectas, interminables carreteras llanas con un final entre curveo y masividad imaginada. En Lleida, al mediodía, siete fueron los especialistas desplazados a la Vuelta que escribieron en sus respectivos recuadros el nombre de Mark Cavendish a pesar de que Petacchi, Farrar y hasta el indescifrable desconocido Hutarovich le habían ganado las anteriores tres partidas disputadas en conjunto, arrejuntados todos. Locos sprinters.
Goss, de nuevo vital
"Es que el primero....siempre le cuesta. Coger la rueda, el ritmo, estudiar a los rivales en el mismo momento y ganarlos. El primer sprint de una grande siempre se le hace imposible", lo explicaba Marcello en la noche de Zaragoza a donde huyó la mayoría del pelotón d la Vuelta tras el adelanto de Cavendish al sprint. El adelanto a todos, a su misma superioridad. Marcello, italiano de pro con un perfecto español lucía sonrisa, como Cavendish en la mañana que le llevaba hasta Zaragoza. Desprendía de todo agasajo. "No, yo no, fue Goss el que lo hizo". Victoria moral para el joven chaval que lleva como segundo nombre 'Harley'. Así es él, como una moto. "Apuesta hoy por mi, creo que es lo correcto", revelaba Cavendish tras abandonar el comedor donde desayuna, apacible como siempre. Tranquilo.
Acude cada mañana con puntualidad inglesa, eso no se le olvida a pesar de llevar establecido más de un año en Pistoia, la Toscana italiana. Y se lo toma con tranquilidad. Engulle y digiere, una hora casi. En Burgos, lejanas tierras del Cid, ocho fueron los 'plumillas' que eligieron al caballo de Cavendish como ganador. Y así, triunfante rocinante entró en la capital castellana. Majestad poderosa, una máquina trituradora que machaca, afilada, sea con el compañero que sea. Con Eisel, ya retirado a pesar d que comenzó la Vuelta en la calurosa Sevilla. Se ahogó en la altas temperaturas. Con Renshaw, cómo le hecha de menos. Cada día lo nombra, no falla. Amigo y lanzador. De confianza. "Él es más corpulento", destaca. Con él va más protegido hasta el final. "Goss es más loco, más pequeño y por eso cuesta seguirle... pero no solo me cuesta a mi". De todos, a Cavendish es al que menos le cuesta. Por eso volvió a ganar.
Cinco escapados
Tiene fórmula secreta, lo sabe él y su círculo de confianza. "Si yo salgo de la última curva bien posicionado, mis compañeros saben que gano, que ahí no muero". Misma cantinela que en Lleida sucedió en Burgos, a pesar de que en ésta ocasión la curva era más lejana, pero igual de pronunciada hacia el interior. Timorata. Hasta allí no llegaron, ni siquiera lo avistaron los cinco valientes de la jornada. Allan Davis, en su sueño de reventar el sprint y llegar en grupo reducido sabiéndose el más rápido, Giampaolo Cheula, Niki Terpstra, Manuele Mori y Olivier Kaisien. Terpstra fue el último en resignarse a lo inevitable, al perdigón de la escopeta que portaba el Garmin, latigazo limpio, una horca con la que asesinar a su bestia negra ya aparecida. "Son solo los primeros sprinters, luego es infalible", cuenta Marcello tras la cena de la primera victoria, tras la celebración, cuando el velocista, el bárbaro ya pedalea desatado y sin control.
Así fue, calcado y aplastante Cavendish al entrar en Burgos. Una curva, "más lejana que la de Lleida, pero en la que hemos trabajado para salir colocados delante", explicaba. Picó en esa mina Goss de nuevo, relevo mortal, dejada de rueda de todos, incluso de Cavendish y al vacío. Anonimato profundo. A ese golpetazo le siguió el chico de Man, cuatro zancadas magistrales de continuidad y una mirada atrás. Simple y relevadora. Con eso bastaba para sentenciar a Hushovd, inválido ante tanta preponderancia. Para festejarlo, para hacerlo más real, a la vez que sonreía y sin apenas parar, Cavendish se alzó sobre sí mismo. No tocó ni la línea de meta. Salto dedicado a los patrocinadores, como suele acostumbrar. En el Tour llamó por teléfono y agarró las gafas, dos fotos diferentes en dos victorias dispares. Hasta para eso tiene tiempo. Ahora les tocó a las bicicletas y componentes, como forma de agradecimiento a su respaldo. Igual que a aquellos que le hicieron caso y apostaron por él.
PINCHA AQUI PARA VER LAS FOTOS DE LA VUELTA A ESPAÑA
Debate sobre la Vuelta en nuestro foro