La Vuelta 2010. 19ºetapa: Esperar el momento

Ezequiel Mosquera se deja doce segundos de oro en la trampa de Toledo donde Nibali dio una dentellada a la Vuelta antes del decisivo y esperado estreno de la Bola del Mundo donde la Vuelta llegará con 50 segundos favorables al italiano y con Gilbert recogiendo una nueva victoria de etapa que le asoma al arco-iris de Melbourne

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La Vuelta 2010. 19ºetapa: Esperar el momento
La Vuelta 2010. 19ºetapa: Esperar el momento

Le preguntan a Nibali al concluir la etapa, sonriente, pletórico y picarón el italiano, exultante como pocos días tanto, que rebosa un brillo de energía, una chispa que desprende confianza y optimismo, cuando baja del podium y los comisarios, antes de pasar por el control antidoping, de robarle por unos instantes el maillot rojo del que es dueño y señor, le cuestionan al tiburón del estrecho por el Mundial, porque como se ha dejado ver por la emboscada de Toledo, muy 'mundialista' enciende esperanza y alegría entre la camada de periodistas venidos desde el país de la bota por su incipiente y crecedor ritmo, por su llamada a la historia, la del campeón del futuro que llega para rivalizar a Contador y luchar también por las grandes clásicas y carreras de un día como el Mundial. Los tiene locos Nibali. "Ahora solo pienso en esta Vuelta", dice el tiburón. Cada cosa a su momento. Y éste, el que le ocupa era el de ensanchar su maillot rojo antes de llegar a la Bola del Mundo. A sus faldas, a las de Navacerrada, un puerto que no conoce, igual, mucho menos que el cemento que lleva hasta el cielo de la Bola donde iba a llegar con 38 segundos de ventaja que se han convertido en cincuenta.

Fue por culpa del momento, de saber esperar, de saber estar. Nibali lo supo, desconocedor de la llegada, solo de que había una trampa en la ciudad de Bahamontes. Mosquera, que el año pasado penaba en el mismo circuito para salvar su quinto puesto en la general de la Vuelta, que se sabía la llegada pecó. Pecó de ingenuo, de despiste y mala colocación. Pecó de nervios, un manojo contenido en su cada vez más esculpido cuerpito de escalador que, reconoce el gallego, tímido pero dicharachero a la vez "me quitan hasta el sueño", horas de descanso vitales para quien, como él, como Nibali, se juegan esta Vuelta que se abre a casi un minuto de ventaja con la que tendrá el honor de subir en parrilla de salida Nibali. "Una curva, Schleck se me venía, casi me tira, y después del puente", se le agolpaban a Ezequiel las explicaciones antes de reconocer, antes de caer ni siquiera en la cuenta de que lo que le faltó es saber aplacar el momento.

Ataque de Luisle
Sin aire, manchado de barro, castigado llegó Mosquera a la meta de Toledo. Se contaron los segundos como hachazos cada uno, hirientes y dolorosos. Uno,dos, tres... así hasta doce desde que Nibali, ojos de tiburón hambriento, piernas atentas a la cabeza donde se jugaba la victoria de etapa tanto que hasta parecía que se iba a lanzar a morder el triunfo que nadie dudaba, iba a llevar nombre belga, el de Philippe Gilbert. Así fue claro, no podía ser de otra manera. "Era el hombre clave a seguir en la etapa". Y Nibali, una mecha en las llegadas cortas y explosivas, un 'gasolina' a todo motor enfrentado al diésel flemático y constante de Mosquera. Todo cuando, con Dominik Roels, Josep Jufre, Manuel Ocaña y Xavier Florencio neutralizados, el Caisse d'epargne apercibió del tirón posterior que mandó el órdago de victoria con Luis León Sánchez torpedeando a Dario Cataldo. Acertado, preciso pero demasiado pronto. Muy a destiempo.

"Daba mucho viento de cara", explicaba después Gilbert, otro de los que se conocía la llegada y provocó, por todos los dedos que le señalaban como claro favorito, la tensión en el grupo. "Hasta que Millar no ha cogido la responsabilidad ni he querido moverme, y entonces he decidido esperar porque todos los ataques estaban siendo anulados". Rezagado hasta ese momento, hasta el instante en el que Farrar se puso a su lado. "Ése era el momento bueno para atacar. Simplemente he esperado a que llegara". Con su acelerón se agujereó la rueda de Frank Schleck y los nervios de Mosquera estallaron cuando estuvo a punto de llevárselo por delante. Nibali no lo vio, solo se preocupó de seguir la rueda de Bennati que le protegía y guiaba tras las de Farrar y Gilbert.

En un repecho así, una cuesta candente, Farrar poco podía hacer. "Hubiera sido una sorpresa si él hubiera ganado", decía el ganador, espada como regalo de podium en mano. No era el momento de Farrar. Los segundos de ventaja y castigo que por detrás cayeron a Gilbert no le importaban, el belga ahora ya solo piensa en su segundo momento, el instante que quiere grabar en la retina dentro de dos semanas escasas: un podium, el australiano, y un maillot, el arco-iris. Tendrá que esperar hasta entonces. Ahora llega el momento de decidir la Vuelta en la Bola del Mundo a la que Mosquera llega con una batalla perdida, la de Toledo por los malditos 12 segundos. "Siempre las he perdido". Ahora puede, debe ganar la guerra.



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