Fotos: Rafa Gómez
Incontestable. Soberbio. Titánico. Los calificativos se empequeñecen ante la triunfal cabalgada que Romain Sicard se ha marcado camino del Naranco, donde le aguardaba el estreno más ostentoso que nunca podría haberse imaginado. El vascofrancés del Orbea se ha impuesto en la cima de "El Tarangu" gracias a una espectacular galopada que ha inicio en los primeros kilómetros de la carrera que ponía fin a la semana de ciclismo asturiano, tras la Vuelta a Asturias que ayer coromnó a Paco Mancebo como vencedor. Ni el abulense del Rock&Racing, ni Samuel Sánchez, deseoso de desquitarse tras el vacío con el que se marchó de la carrera de su casa, ni tampoco el Caisse d'epargne que a priori parecía el conjunto más fuerte han podido hacer frente a Romain Sicard que, junto con otros tres corredores primero y en solitario después ha puesto en jaque al pelotón para plantarse en solitario en la subida final y coronar su brillante actuación.
Sicard ha formado parte de la escapada de la jornada que se ha formado antes de que la carrera cumpliera sus primeros veinte kilómetros, El del Orbea ha estado acompañado por Carlos Nozal, Matthew Brammeier y Grega Bole. A base de colaboración y entendimiento y gracias a la colaboración inesperada de un tren que ha obligado a parar al pelotón por el cierre de las vías, los cuatro escapados han conseguido aumentar pronto las diferencias para situarse con más de siete minutos de ventaja respecto a un pelotón del que tiraban los hombres del Fuji-Servetto relevados después por el Xacobeo-Galicia. En los últimos 40 kilómetros los minutos comenzaron a descender y el pánico se apoderó de Carlos Nozal, que decidió dejar de dar relevos a sus compañeros de escapada.
En el alto de Santo Emiliano Sicard, gracias a un imponderable ejercicio de fuerzas, atacó para marcharse en solitario. Así hasta meta. Ni Nozal, ni Grega Bole ni Brammeier consiguieron alcanzarle. Mucho menos el pelotón, adormilado por los valles asturianos. En Oviedo, paso preliminar a la última ascensión, Sicard saboreó la miel de la victoria más cercana. Dulce. Pero no miró atrás. Ni por un segundo. No descontó tiempo. Por detrás, David López dio presencia al Caisse d'epargne, escondido hasta entonces y se llevó en su intento a David García y un Victor Hugo Peña contagiado por la borrachera de éxitos del Rock&Racing en la Vuelta a Asturias. Inviable. Esta vez no. Sicard disfrutaba de casi dos minutos de ventaja. Goce y sufrimiento a la vez. Delirio.
No frenaron sus piernas las últimas cuestas del Naranco, las mismas por las que ediciones anteriores también habían pasado Jesús Loroño, Marino Lejarreta, Roberto Heras o Tony Rominger. Vencedores todos. Como él, incrédulo al alzarse en el último desnivel. Empujado por el mismo viento, de cara que le aupó hasta la meta. Ni el intento desesperado de Nuno Ribeiro consiguió turbar su fuerte cadencia. Tampoco los miró Sicard cuando se asomaban a lo lejos de la subida. Su subida. Por eso se cubrió la cabeza con las manos al cruzar la línea. Victorioso. Escéptico a la vez. No creía lo que sus ojos veían, fruto de una alucinación fantasiosa. No. Realidad pura. La suya. Exhibición. ainara@ciclismoafondo.es
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