El verde, el amarillo, el azul, los colores de Brasil, lucieron con más fuerza que nunca en las Islas Baleares. A la vista de todos. Sin nada que les tapase. Y todo porque a su dueño, Murilo Fischer, que los lucía con orgullo en su maillot del Garmin-Cervélo, como campeón nacional, le dio por ganar, por levantar los brazos y adjudicarse el Trofeo Magaluf-Palmanova, la última cita de la Challenge de Mallorca.
El brasileño, que tiene 31 años, que en junio cumplirá 32, dejó Italia a finales de 2009 para subirse al barco del Garmin, para subirse al barco al que más tarde, al año siguiente, en éste que acaba de comenzar, se subiría también el Cervélo. Toda una vida por equipos del país de la pasta. Primero, en el Domina Vacanze. Luego, en el Naturino-Sapone di Mare. Después, en el Liquigas.
Siempre corriendo para Italia. Siempre con pocas victorias, excepto en 2005. Cinco años antes de que ganase en España, en el Trofeo Magaluf-Palmanova, el que quitó a tres de los hombres más veloces que habitan en uno de los países con más tradición de ciclismo, el nuestro, el de Óscar Freire, el cántabro que sólo pudo ser segundo, el de José Joaquín Rojas, el murciano que ayer, al fin, se quitó el gafe que le evitaba vencer, tercero, el del cántabro Fran Ventoso, que sigue demostrando el por qué de su fichaje.
Fischer encontró el premio que otros muchos buscaron durante todo el día, durante toda la jornada, durante los 185,5 kilómetros de recorrido. Un recorrido que guardaba cinco sorpresas en forma de puertos, cuatro de segunda categoría, uno, el último, de tercera. Primero fueron Iñaki Isasi, del Euskaltel-Euskadi, Adrián Palomares, del Andalucía-CajaGranada, y David Belda, del Burgos 2016. A la causa, un poco más tarde, se unieron otros dos de Euskaltel, Izagirre y Landa, y Arkaitz Durán, del Geox de Gianetti, del Geox de Matxin.
El relevo de éstos le tomaron Ramírez, del Andalucía-CajaGranada, Mantecón, de la Selección de España, Herrada, del Caja Rural, y Jonathan Castroviejo e Ion Izagirre, del Euskaltel-Euskadi, quienes fueron "comidos" por el pelotón a falta de diez kilómetros para la línea de meta. Un belga, Philippe Gilbert, y un ruso, Aleksandr Kolobnev, que también lo probaron, vieron la puerta de la suerte cerrada. La que se le abrió a Murilo Fischer, el brasileñó que ganó.
