"Vamos, Marcos". Sostenía endeble la voz de su primogénito Óscar Freire. El otro ,el pequeño Mateo revoloteaba con un balón que desde el podium le habían dado para entretenerle mientras su padre iba y venía por el 'backstage' de la Vuelta al País Vasco. Otra vez ahí atrás, a gritos sordos con los organizadores. Decidieron ellos mandarle a la último puesto de la clasificación de la penúltima etapa, al patíbulo porque, le dijeron, Luis León Sánchez le cerró y a la vez empujó en los 200 metros finales del sprint. Marcos y Mateo con la pelota jugando y Freire enfurruñado. No sabía que hacer cuando sonó la música que llamaba al ganador de la etapa. Él se veía así, por lógica simple del que primero cruza la meta. "Era yo el más fuerte, sería una injusticia que me descalificaran". Mascaba ya Freire el cántico del horror que planeaba. Agudo el cántabro, hasta predice cuando la tragedia esta cerca. Por alli, un poco más a la izquierda estaba Francesco Gavazzi, el chaval que emergió el pasado año en la llegada a Amurrio y le birló, legalmente a Freire el triunfo de etapa. Unos días antes los jueces ya le habían descalificado por cerrar a Valverde. Penitencia.
Y lo fue no por su culpa, pues el cántabro hizo su sprint, como acostumbra. A su aire. Pero ahora tiene más aliados en el Rabobank, toda una armada española dispuesta a dejarse la piel. Hasta los escaladores como Luisle se olvidan de su condición para echarle una mano en lo que sea. Ansia, tal que acabó desojando el ramo de flores preparado en el podium para Freire. El murciano quiso colarse en cabeza del pelotón una vez que Vanendert, Poels y David López fueron neutralizados tras la refriega que dio de si Bezi. Mañana será para más, con la contrarreloj que pondrá en su sitio a Samuel Sánchez, Andreas Kloden, Horner y Purito. Y a Vinokourov, el tapado. Haber dejado pasar la última etapa en línea, dice López, "igual alguno se lamenta".
Agrupados, pues el intento del vizcaíno del Movistar junto a sus dos acompañantes no fructificó, igual que el de Cataldo, Seeldraeyers y Albasini desde que, subiendo Urkiola, probaron suerte en el día hecho para las fugas. Calma antes de la batalla final, la lucha individual que enfrentará a Kloden contra Horner. Radioshack vs. RadioShack. Para aplacar esa guerra, el Movistar movió ficha desde la primera ascensión de la etapa. Olla a presión que calentó aún más Beñat Intxausti, órdago. "Era mover las cartas", simplificaba la joya del equipo telefónico. "El grupo estaba seleccionado y había que intentarlo pero por detrás se han organizado pronto". Poco le duró a Intxausti la ilusión, pues antes de encarar Bikotz Gane ya era anulado.
De ahí a meta, el monólogo del Rabobank en cabeza fue un guión prestablecido aunque con tintes rosas. Débiles los delo Lampre. Prolegómeno. Freire no quería dejar pasar la oportunidad de triunfar cerca de casa, y menos con Marcos y Mateo esperándole en meta. Se enteró el tricampeón de que al ganador le daban un balón y lo quiso para ellos. Y se lo dieron, por partida doble, mientras la organización le tenía sentado sin saber si había ganado la etapa porque su propio compañero le había cerrado y después empujado. Ahí esperaba Freire, a ratos sentado, a ratos de pie, no aguantaba el hedor mientras Joaquim Rodriguez paseaba por el podium el que probablemente sea su último maillot amarillo en la ronda vasca. Pasaba Kloden por allí también, y David López. Y él sin saber nada. "Sería una injusticia si me lo quitaran".
Entre tanto Francesco Gavazzi terminaba de ducharse. Estaba ya impaciente porque el autobus arrancara de camino al hotel, al masaje y al descanso, cuando le avisaron de que "igual ganaba la etapa". Cuando acudió al podium, Freire ya estaba encolerizado. "Él me dice que es su director quien ha reclamado, pero es que yo no puedo hacerlo porque aquí no hay ni jueces". Desperado Freire. "Esto es una verguenza". Asomaba Gavazzi el rostro, inocente. "Yo he hecho mi sprint por la izquierda, él iba por la derecha y no he visto el sprint que ha hecho así que no puedo decir nada", por seguridad.
Le sirve a Gavazzi este triunfo "para confirmar el del año pasado, demostrar que no fue cosa de un día". Fue aquí, en la Vuelta al País Vasco también. Pero no igual, para nada. "Si hubiera levantado los brazos habría sido más bonito", lamentaba. Pero el triunfo suma igual, con o sin sonrisa. Ésa que no se dibujaba en Freire, el rostro de la indignación. "Igual es que Luis León tiene demasiada fuerza para lanzarme", se apenó. No se preocupó ni en reclamar, estaba cansado, de esperar explicaciones, de ver el video. Mejor por la puerta de atrás. "Vámonos Marcos", le dijo al crío, feliz, con el balón en la mano como su hermano pequeño. Los únicos Freire contentos en Zalla.