"¡Óscar, Óscar Óscaaaaaaaaaaar!". Gritaba como un descosido Alejandro Valverde en los
Freire, hacia la izquierda
Su vida se ha convertido en los últimos dos años en eso, un camino curveado. CONI, UCI... mil siglas que le persiguen. Que le quieren enterrar. De todas escabulle el bueno de Alejandro con una sonrisa en la boca. Mueca tranquila, evasiva. Curvea por la vida. Por eso cuando Freire giró inesperadamente hacia la izquierda protegiéndose del viento en Ziérbena, Alejandro estalló. Por toda la rabia contenida. Por toda la furia aguantada en días, meses asistiendo a un protagonismo inesperado. De titulares subversivos que antojaban su muerte en vida. De deshacer sus piernas de ‘killer’ de golpe con un simple papel de veto. Así aprendió a moverse entre curvas. A seguir pedaleando entre repechos y giros pestosos. No hay nadie en el pelotón que sepa navegar en aguas movedizas como él. Magistral. Miró al cielo Alejandro. Al astro rey que brillaba en Ziérbena como pocas veces en
Valverde, por delante se vio frenado. "¡Óscar, Óscar Óscaaaaaaaaaaar!". Su grito lo llevó la ventisca del puerto hasta la meta. Los escucharon todos menos Freire, a lo suyo. Conducía en diagonal, solo por la pista. Maniobra ilegal la suya. En la línea que separa al vencedor del derrotado, ambos se creyeron triunfantes. Los dos levantaron la mano. Uno, victorioso y sin percatarse del movimiento, cruzaba la meta en línea recta después de la transversal tomada. El otro, Valverde, enojado. Sin articular palabra se marchó al autobús del Caisse d’epargne. Curveando mientras Neil Stephens ponía la denuncia por conducción temeraria al auto que había adelantado de forma imprudente a su fértil perla murciana. La jefatura de tráfico lo aceptó. Ardid no permitido el del cántabro. "Me quitan una carrera sin decirme nada. Nadie dice nada. Me han descalificado sin yo saberlo", protestaba el cántabro. Le echaron del podium después de haber admitido un movimiento raro en los últimos
Samuel se deja más de un minuto
"Era para que me pasara el viento por el lado correcto", se defendía Freire. Territorio vetado. De curvas. Ése camino de ‘vía crucis’ de Valverde. Experto como nadie en moverse entre curvas. Se vio el murciano obstaculizado y no pudo más que gritar. Que levantar el brazo en meta a la par que Freire, dos metros por delante. Ganadores los dos en la foto. "No lo ha hecho con mala intención pero no era reglamentario", decía Valverde. "No se ha dado cuenta". Por ese camino dificultoso tenía las de ganar el murciano a pesar de haber visto reducidas sus opciones cuando en el descenso del Alto del las Calizas, Freire se reenganchaba al grupo delantero, donde el murciano se frotaba las manos con Alexander Kolobnev, Frank Schleck, Robert Gesink y Chris Horner como víctimas a las que pronosticaba vencer en meta. A ellos se juntó en el ascenso, cuando Samuel Sánchez hizo aguas. Beñat Intxausti cogió los remos de la trainera del Euskaltel-Euskadi para colarse en el grupo de Valverde, también con Joaquim Rodríguez presente.
Era ese un camino demasiado recto, demasiado fácil para Valverde. "Todos estaban a mi expectativa porque para mi era mucho más favorable jugarme la victoria con ocho o nueve corredores. No ha habido colaboración con el resto de compañeros de la fuga y nos han acabado cogiendo". Complicaciones. Mejor así para Valverde. Penitencia vivida. Ivan Velasco fue el único en frenar. Mirando atrás. A disipar en la lejanía la figura de Samuel Sánchez. Se diluía en el minuto que ya en el Alto de las Calizas le caía encima. También Intxausti giró la cabeza. Un instante solo, para certificar que se convertía desde entonces, tras
Tormenta para el asturiano en pleno día soleado en
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