Fotos Rafa Gómez
El País Vasco en su conjunto, y las Encartaciones vizcaínas en particular, es tierra de creencias espirituales. Místicas. Decenas de ermitas, palacios y torres guardan en los recovecos de sus rosáceos muros innumerables cuentos ascéticos, de duendes y hadas. Hechizos y embrujamientos. Han sido testigos de leyendas y creencias embrujadoras que amedrentan las mentes de los supersticiosos. Alberto Contador no lo es. Solo cree en sus piernas. Sólido seguro y sinónimo de éxito. Predestinan sus triunfos. Es la velocidad su único credo. Pero los espíritus hacen mella. Más aún los malévolos. Espíritus yacentes. Dañinos recuerdos del pasado que embelesan la mente. Los de Contador databan del 2006, cuando Marchante extasió sus pedaladas en los
El final de la quinta etapa, asilaba en Zalla a los menos de noventa corredores que, bajo el aguacero se hospedaron en la pancarta de meta. Alberto Contador, como Samuel Sánchez, Cadel Evans y Damiano Cunego nadaron en los últimos kilómetros con la vista apostada en las cunetas. Las de Beci,
Mejor tiempo intermedio
Horas antes de subirse a la rampa, cuando las lluvias arreciaban, Contador había peregrinado hasta el templo de asilo santificador de Zalla, el de San Pedro de Zarikete, para despojarse de ese mal de ojo. Es de tradición aquí hacerlo deambulando al pequeño santuario, al que cada año visitan miles de viajantes, deseosos de alejar de sí sus espíritus malignos. Como los de Contador, exorcizado por los veinte segundos a los que abandonó
Su rito fue efectivo. Súbito. Un culto ceremonial que alejó el mal de ojo desde su escalada hasta la rampa de salida. Bajo un silencio espiritual. Hechizó a los centenares de almas que dos minutos antes jaleaban a Samuel Sánchez. Acompasaba mientras su respiración. A su propio sonido. Control férreo del cuerpo. Restaban los maleficios. Las brujas que tres años atrás le hechizaron en Beci y congelaron sus piernas. Para ellas, una última cortesía. Se santiguó tres veces cuando el reloj del juez se gritaba sus últimos quince segundos de descanso. De ahí al triunfo. Solemne y hechicero. Brujo. Temporizó los pies, sin apenas bailar sobre la bicicleta. Extraño en él. No quiso levantar suspicacias en las primeras y leves rampas de
Embrujó a Samuel Sánchez, atrancando en los primeros kilómetros. El asturiano, sin ritmo sobre la bicicleta, no pasó del cuarto puesto en el alto de Bezi. Mal de ojo. No pasó el campeón olímpico a visitar a San Pedro Zarikete y las brujas embrujaron sus pedaladas. El leve descenso del alto que marcaba los tiempos tampoco le sirvió a Luis León Sánchez para luchar sus factibles aunque lejanas opciones de podium. El murciano fue a más en el final de etapa, pero no lo suficiente como para colarse entre los tres primeros. Para Contador, los kilómetros finales fueron el sello victorioso de una semana afortunada. Del lado de los espíritus. Incluso el sol, esquivo con el resto de los 82 corredores que disputaron la contrarreloj, iluminó el maillot del madrileño. La suerte del campeón. Ahora, al contrario que en 2006, la tiene. Como
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