Para su sexta temporada en el pelotón profesional, del que conoce sus tres categorías, el Israel Start-Up Nation -Academy en sus inicios donde le apadrinó Peter Sagan- continúa su progresivo camino de consolidación, apostando por la veteranía en una plantilla con sólo dos sub-23 y un promedio de edad por encima de los treinta años, en un periodo donde precisamente la juventud cotiza más al alza que nunca. Integrante junto a Astana, Bahrain y UAE del póquer de equipos-país asiáticos, con la promoción y posicionamiento de sus respectivos territorios como principal argumento, es de sobra conocido que en su caso Ron Baron y Sylvan Adams son los benefactores que cargan con el peso de una estructura donde Chris Froome continúa sobresaliendo a pesar de su evidente declive. A ambos, israelí y canadiense respectivamente, aparte de sus raíces hebreas les une tanto una exitosa carrera empresarial, traducida en desorbitantes fortunas, como una afición por el ciclismo que les acabó llevando desde mediados de la pasada década a ayudar al crecimiento de esta formación, nacida por impulso de un antiguo profesional israelí, Ran Margaliot, y cuya primera meta -ya alcanzada el pasado año- fue llevarla al Tour de Francia y conseguir que participara un ciclista de esta nacionalidad. Si Ron Baron parece haber adoptado un papel más discreto y secundario en la aventura, de Sylvan Adams -en la imagen de apertura, mostrando su afición pedaleando en la Côte de Saint Roch habitual de la Lieja-Bastoña-Lieja- cabría decir todo lo contrario desde muy pronto. Su filantropía le ha llevado desde su Aliá de 2015, año en que se mudó a Israel, a colaborar en la construcción de hospitales, velódromos, carriles bici, un centro de deportes... y de un modo más masivo mostrando al gran público el país de sus ancestros gracias a su colaboración en eventos como la aparición de Madonna en el Festival de Eurovisión, un partido del FC Barcelona de Messi en Tel Aviv o la propia salida del Giro de Italia desde Jerusalén en 2018. "Cueste lo que cueste cubro esto", dijo recientemente a la petición de auxilio lanzada a mediados de agosto por una amalgama de gobiernos, diplomáticos, filántropos, periodistas y una ONG, que buscaban el modo de expatriar de Afganistán un heterogéneo grupo de ciento sesenta y siete personas, con algunas de las pocas mujeres ciclistas del país entre ellas, gracias al aviso de su Federación con la mediación previa de la UCI. Tirando de su extensa lista de contactos, se cuenta que consiguió con celeridad pasaportes para todas ellas y el visto bueno de dos países para servir como puente, y que gracias a una gestión telefónica salvó a la caravana de dar media vuelta en la frontera cuando soldados talibanes, rifles mediante, parecía que les iban a cerrar un camino hacia la libertad, que esperan poder recorrer a futuro muchos otros compatriotas, y donde él también querría ayudar. Días después en prensa helvética, y en palabras del propio David Lappartient -presidente de la UCI-, se reconocía su papel en una operación para la que desembolsó más de un millón de euros. "El que salva una vida salva al mundo", concluyó rotundo Adams, un personaje único en el variopinto ecosistema de quienes mandan en las formaciones del World Tour.