Eleva tu rendimiento con el entrenamiento personalizado

El ensayo/error funciona hasta cierto punto. Este mes hemos recopilado los testimonios de dos cicloturistas, Paco y Andrés, que buscaron la ayuda de un entrenador cansados de sufrir más de la cuenta sobre la bicicleta.

Chema Arguedas

Eleva tu rendimiento con el entrenamiento personalizado
Eleva tu rendimiento con el entrenamiento personalizado

El principal objetivo de miles de cicloturistas es conseguir un máximo estado de forma para la época donde se concentran la mayoría de marchas cicloturistas. A día de hoy existen herramientas más que suficientes para explotar las posibilidades al alcance de un cicloturista. Para conseguir un estado de gracia deportiva es imprescindible aplicar un método de entrenamiento adecuado a cada individuo, lo que sería un plan de entrenamiento personalizado, del que hemos hablado ampliamente en alguno de nuestros artículos previos.

Libre albedrío

Hay cicloturistas que contratan los servicios de un entrenador o siguen planes de libros especializados. Sin embargo, hay otros que no se guían por ningún método de entrenamiento y basan toda su preparación en salir a rodar el mayor número de días posible, no utilizan herramientas como el pulsómetro o el medidor de potencia, aun en el caso de que las tengan. Los resultados de no atender ninguna pauta a la hora de entrenar son estancamientos de forma, sobreentrenamiento, falsa forma, estado físico muy lejos del que se podría tener, mayores posibilidades de sufrir hipoglucemias o pájaras en marchas cicloturistas, etc.

Por norma general, cuando no se sigue un plan de entrenamiento se es mucho menos eficiente y, por decirlo de algún modo, se derrochan o no se aprovechan lo suficiente los recursos de los que disponemos para rendir en las distintas zonas. Inclusive repercute en un mayor riesgo para sufrir deshidrataciones y que los avituallamientos no se asimilen de manera adecuada. Algo con lo que no se cuenta casi nunca es que si entrenas en base a una planificación existe un menor riesgo de que sufras una lesión y sobrecargas a nivel muscular. La salud se encuentra más protegida, ya que los esfuerzos están mucho más controlados. En este artículo contamos con el relato de dos cicloturistas que han querido compartir con nosotros sus experiencias una vez decidieron seguir un plan de entrenamiento personalizado. En ambos casos el cambio fue muy positivo desde que fijaron unas pautas en base a un entrenamiento ordenado.

Paco Gálvez

Nunca había seguido un plan de entrenamiento porque mi tiempo libre era bastante reducido. Aun así intentaba sacar todo lo posible para hacer dos o tres días de rodillo durante la semana y mínimo un día del fin de semana. Ese día salía con el club y la mayor parte de las veces se convertía en una persecución. Aunque siempre he llevado pulsómetro, no le hacía mucho caso, ya que tampoco sabía cómo sacarle partido. Eso sí, era evidente que las pulsaciones siempre las tenía muy altas, en particular el día que salía con el club; por las tardes me encontraba roto.

Todo lo relatado hasta el momento se puede decir que era en lo que basaba mi preparación de cara a alguna marcha cicloturista. Me fascina participar en ellas porque me encanta el ambiente que se respira. Otra cosa es mi experiencia dentro de las mismas. El denominador común en todas las que solía acudir es que siempre acababa con calambres y me costaba bastante reponerme del esfuerzo de ese día. Tenía que pasar prácticamente una semana para recuperarme de ese sobreesfuerzo. Tampoco me preocupaba en exceso por el tema de la nutrición e hidratación durante la marcha; en alguna que otra lo pagué con una buena pájara. Todo ello hizo que me plantease contratar los servicios de un preparador, ya que no las disfrutaba y se convertían en un suplicio. Veía que el poco o mucho tiempo que invertía en entrenar no servía para nada. Y si además tienes que hacer más de un sacrificio para salir lo máximo posible, aún me quedaba un sabor más amargo. Ya no era cuestión de acabar con mejor o peor tiempo en las cicloturistas, sino que por lo menos pudiese disfrutar del ambiente y de los recorridos. Una vez contacté con el entrenador e intercambié unas impresiones iniciales, lo primero que comprobé es que había estado haciendo prácticamente todo al revés. Y que podía sacar brillo al tiempo del que disponía para entrenar. Comencé a seguir la planificación que me enviaba y, aunque parezca una tontería, mi motivación experimentó un subidón.

A diferencia de otras temporadas, confiaba en que disfrutaría mucho más de cada salida y de las pruebas cicloturistas. Eso hizo que aquel año me inscribiese en un mayor número de ellas. Mi experiencia se podría resumir en que descubrí otro ciclismo. No tenía nada que ver con lo previo, ya que cuando salía antes lo único que hacía era dar pedales como un pollo sin cabeza. En lo referente a la preparación el cambio fue brutal. Aprendí a trabajar con cadencia, algo que hasta entonces nunca me había preocupado. Trabajé fuerza durante el invierno yendo al gimnasio y posteriormente en la bicicleta un día a la semana. También a controlar mis pulsaciones y la importancia de saber en qué zona te encuentras. Dentro de la preparación, lo que más me ha ayudado es trabajar específicamente la fuerza: los calambres han desaparecido del todo. Además, al controlar en qué zona de pulso estoy he aprendido a regularme y saber si tengo que levantar el pie en determinados momentos. Alguna vez me he podido descuidar a la hora de comer en ruta, pero ya no pillo las monumentales pájaras de antes. En definitiva, he dado un salto muy importante en mi estado de forma, pero lo que más me ha llamado la atención es que cuando termino una marcha o una salida con más gente, me siento como nuevo. Estoy algo cansado nada más finalizar, pero a las pocas horas ya he recuperado la normalidad.

Andrés Jaramillo

Hace unos años, un cambio en mi puesto de trabajo supuso disponer de más tiempo para entrenar. Y aunque pueda parecer que así mi rendimiento iba a ser mayor, resultó todo lo contrario. A partir de ahí, cuando llegaba el mes de mayo, precisamente el que más me interesaba encontrarme mejor, creo que estaba algo quemado. Además, a lo largo del año sufría algún altibajo que otro. Tenía que quedarme en casa más de un día porque me encontraba bastante cansado o había semanas que me veía obligado a tomarme de relax. Aparte de la preparación en sí, algo de lo que sufría repetidamente durante las cicloturistas es de la zona lumbar. Se me cargaba mucho y una vez en casa pedía cita para darme masaje, ya que llevaba más cargada la espalda que las piernas.

Cuando me hicieron el reconocimiento médico anual en el trabajo me detectaron una anemia. Eso me empujó a plantearme definitivamente que no podía continuar así. Debía seguir un plan de entrenamiento porque hasta entonces, a pesar de ir recopilando ideas de artículos y lo que vas hablando con unos y otros de la grupeta, a la hora de la verdad haces las cosas sin control. Por ello, decidí contratar un entrenador. De entrada, el hecho de pagar a alguien ya parece que te obliga a cumplir. En la primera conversación que mantuve con el preparador ya me dijo, en apenas unos minutos, la gran cantidad de errores que había cometido. Vamos, que hacía escasas cosas bien. De momento, lo primero que me sugirió es que tenía que hacerme una prueba de esfuerzo para ver que todo estaba en orden y conocer las zonas de trabajo. El tema de las molestias lumbares se lo puse fácil, ya que hasta entonces no hacía jamás abdominales ni lumbares. Me dijo que me iba a machacar trabajando fuerza y que si no hacía ningún ejercicio de core, me encontraría siempre con el mismo problema.

Este tipo de trabajo lo realicé a lo largo de todo el año y fue un descubrimiento: pude terminar las marchas sin saber qué era un dolor de riñones, cuando antes a veces casi tenía que bajarme de la bicicleta para estirar. Otra de las innovaciones en relación a lo que hacía por mi cuenta es que cada dos o tres semanas de entrenamiento introducía una con muy pocas horas de rodaje y algo menos de intensidad. Gracias a ello ya no me venían esos bajones que sufría en ocasiones. Además de controlar la intensidad durante la base, las horas de entrenamiento las tenía marcadas. Es decir, que cuando llegaba el fin de semana no hacía los kilómetros que me apetecían en función de la salida que tocaba en el club o si quedábamos unos cuantos para alargar la salida. Esto obligó a que durante un par de meses me viese obligado a salir solo para poder controlar la intensidad de las salidas; si venía alguien conmigo, debía acoplarse a mi ritmo.

El cambio de los recorridos fue otra de las novedades. Tuve prohibida la ascensión de puertos durante un par de meses, algo que por iniciativa propia nunca se me hubiese ocurrido. Es más, anteriormente raro era que en una semana no subiéramos uno o dos puertos. Una vez que ya contaba con mayor libertad para manejarme con unas pulsaciones más altas, aunque salía con una grupeta durante la semana, si se ponían muy tozudos tenía que soltarme. Todos los picos de intensidad los llevaba controlados en series o intervalos, por lo que cada uno de ellos tenía fijado un tiempo de recuperación y una duración específica. En el momento que ya dispuse de libertad de movimiento durante los fines de semana, el cambio cabe calificarlo como radical. Mi posición dentro de la grupeta era mucho más avanzada y estaba rodando junto a gente a la que antes ni veía el pelo. Podía mantener ritmos elevados, pero durante mucho más tiempo y sin la sensación de ahogo que llevaba antes, puesto que cuando me tenía que soltar lo hacía en modo explosión. Es decir, me quedaba tirado porque me costaba muchísimo recuperarme de un esfuerzo así. Ahora, cuando se ponen tozudos y tenemos que ir en fila de a uno, salvo que se pongan muy burros puedo aguantar así durante muchos kilómetros. Por norma general, llego bastante descansado al fin de semana siguiente porque tengo dos días de descanso durante la semana. Nada de bicicleta. Eso antes, era algo impensable para mí. En definitiva, como se podrá comprobar, la gran cantidad de cambios en la planificación fue más que importante. Supuso todo un acierto y algo que recomiendo plenamente.