Hay que tenerlo muy claro para querer ser ciclista en Torrevieja. Demasiadas distracciones bajo un hermoso sol que nunca se pone y la luz es eterna, como las discotecas, el ocio y la playa. Pero Manuel Peñalver lo tuvo claro. Siempre. Él viene de allí, de la costa valenciana, el patio de recreo de España. Cuando en los meses calurosos los chiringuitos están a rebosar y las cañas corren por cada bar de playa casi como si las regalaran. Mientras los turistas se sentaban a comer en una terraza con vistas al mar, él volvía de entrenar. Hay que tenerlo muy claro.
Él siempre lo tuvo y su premio al fin ha llegado. Manuel Peñalver forma ya parte de ese nutrido grupo de ciclistas que ha encontrado acomodo en el profesionalismo lejos del reverdecido pelotón que en 2018 tendrá dos equipos más, -las fundaciones Euskadi y Contador- y otros dos que suben de categoría, el Murias y el Burgos. Él ha tenido que marcharse a Italia, al Trevigiani continental. No importa, más difícil es hacerse ciclista en la costa valenciana y lo ha logrado. Apenas le restan unas horas para debutar en la Vuelta a San Juan argentina y los nervios ya se notan. “Correr junto a Nibali, a Gaviria es un sueño”, dice. El primero de tantos que quiere cumplir. Porque si algo tiene Peñalver son las ideas claras. Desprende ilusión a raudales, no lo puede negar.
“Quería dar el salto lo antes posible” confiesa. Lo ha hecho con los 19 recién cumplidos y con tan solo una temporada en categoría sub23, “sin victorias pero con grandes puestos”, explica. Especialmente el del Europeo en línea, en Herning, donde terminó 11º. Pero de Dinamarca se trajo mucho más que eso. “Allí tuve una charla de café muy buena con él”, narra Joxean Fernández Matxin, uno de los mejores cazatalentos del ciclismo mundial, que esta temporada ha fichado por el UAE Emirates. Sus ojos se posaron hace décadas en un niño cántabro de fina musculatura y corta estatura. En él depositó toda su confianza a pesar de los repetidos portazos que recibió de varios equipos. Ese niño se llamaba Óscar Freire y acabó siendo tricampeón mundial.
En él se fija Manuel. Es su modelo a seguir. “Paso bien la montaña y se me dan bien los sprints masivos y reducidos. Siempre he tenido ese punch final para las llegadas”. Algo ha visto en él Matxin. Algo tiene el ciclista de Torrevieja. “Me gustó desde el principio. Tiene mucho descaro y no tiene miedo a ganar, no tiene ese respeto que muchas veces imponen los corredores que tienen victorias o son ganadores”. Habló con él en Herning, “y le vi bastante convencido, con mucho carácter. Tiene un punto de velocidad que muchos en España no disponen. Pero es más que un sprinter puro. El tiempo le ubicará en su sitio”, confía el técnico vasco.
“Siempre le voy a estar agradecido por esta oportunidad que me ha dado”, responde Peñalver. Su extrovertida personalidad y su tremenda simpatía le impiden esconder sus miedos. “Sé que en las primeras carreras voy a sufrir, me van a llevar con el gancho. Tengo miedo al salto y a fallar al equipo”. Ese aspecto es lo que más repite. Su gran objetivo: “Quiero aportar lo máximo al equipo y no fallarle. Lo que más me importa es adaptarme lo antes posible”.
Con el sueño “de ganar un mundial o una gran carrera”, se ha enfrascado al máximo en el ciclismo. “Empecé un módulo de mecánica pero lo que quería era ser ciclista. Hablé con mis padres y me dieron todo su apoyo para intentarlo”. Lleva desde los cuatro años dando pedales. “Lo llevo en la sangre porque mi padre también corría”, cuenta. “Siempre he querido llegar al máximo en el ciclismo”.
Ese camino se inicia en Argentina el próximo domingo. “Sueño con correr en unos años en un World Tour, me da igual que sea español o extranjero y si no llego, al menos saber que lo he dado todo. Pero si llego a correr la París-Roubaix, la Lieja o Flandes lo haré con los pelos de punta”, asume. Matxin le augura un prometedor futuro por ese carácter suyo. “Es inconformista y tiene ese descaro para ganar a alguien que tiene un gran nombre”.