Jesús Arozamena, la timidez que asoma

El Blog de Rafa Simón

Rafa Simón/fotos: Rafa Gómez y Luis Román Mendoza

Jesús Arozamena, la timidez que asoma
Jesús Arozamena, la timidez que asoma

Mirar por la ventana es oler a gestas pasadas. Impregnar las pupilas de batallas épicas. De las de antes. De cuando no había “pinganillos”. Ni Vatios. Sólo sensaciones. Buenas o malas. De camino a Saint Girons, cada curveo huele a Tour de Francia. Al menos, a Jesús las piernas le duelen como si hoy hubiera disputado una etapa de aquellas. “Aquí hemos plantado batalla nosotros”, apostilla Manuel, mientras, con un gesto impulsivo, aferra sus manos al volante.

Parece sentir, en cada curva, un poquito de su vida, de su historia. Eso bien lo saben sus pupilos. Lo que no se atreven es a reírse cuando les recuerda aquel corredor que le insultó por adelantarle con excesiva rapidez con el coche. Debía alcanzar a los primeros, para intentar acceder a Alex Zulle, que se jugaba un Tour. Luego el corredor le pidió perdón. Pero Manolo Saiz, o “Manolo”, como le conocen todos, lo cuenta con la misma pasión que años atrás. Se diría que con enfado, pero es su carácter.

Jesús, sentado en la parte posterior del coche, no pierde palabra. De Manolo siempre se aprende algo. Para la bici y para la vida. Luego resopla. No es fácil coger la postura en el asiento. Nota las piernas como estacas, pero el trabajo ha estado bien hecho. Thiago Antunes, su compañero, necesitaba que le echara una mano en el último puerto, para seleccionar el grupo. Y él se ha vaciado sin dudarlo. La Ronda del Isard es muy exigente.

Hace unos días, en cambio, fue su equipo el que se volcó con él. En la última prueba de la Copa de España, el Macario. Última de las batallas en las que se vio las caras con Antonio Soto. Pero el ciclismo fue justo. Al de Lizarte, más veterano, le dio la victoria absoluta, como corredor élite. Jesús se llevó el premio a mejor sub23.

El resultado no fue una sorpresa. Hace meses, en la residencia que el equipo Aldro tiene en Cantabria, Manolo habló claro con Jesús. Le pidió sacrificio. Lo mismo que hacía, años atrás, con sus corredores de la ONCE. Horas de bici. Muchas. Para que las carreras se le hicieran cortas. Entrega a cambio de nada. Así es la vida de un corredor amateur. La de Jesús.

El vallisoletano asintió con timidez. Desde ese momento, se olvidó de tener 20 años. De hacer lo que hacen sus amigos. Salir por ahí. Cenar en una hamburguesería. Incluso tuvo que congelar su sueño desde pequeño. La carrera como Ingeniero debía esperar. Al menos encerrarla en un paréntesis. Imposible seguir compaginando carreras y exámenes. No cuando se había prometido dar el do de pecho este año. Plantar cara a la Copa de España.

En Valladolid, el invierno hace arder la cara en puro frío. Jesús abandonó las aulas por largos entrenos en bicicleta. Vivió todas las mañanas en una carretera. Y, después de comer, a su jornada le quedaban horas, muchas de pie, como dependiente en el Corte Inglés. Porque, además de ser ciclista, también hay que ayudar en casa.

De eso, sabe mucho el otro Jesús, su padre, que también hace equilibrios en su trabajo para poder sacar tiempo para estar con su hijo siguiéndole con el coche. O Ana, su madre, aunque a ella la de miedo ir a verle a las carreras. Tenían fe en su hijo. No dudaron en quitarse ellos de lo que fuera, para tener para gasolina, para llevarle a las carreras, desde siempre. Es la vida de un amateur.

Por eso, en los momentos de debilidad, en la distancia, Jesús tiene que hacerse fuerte.  En la residencia del equipo, a veces, parece que el tiempo pasa despacio. No están sus amigos, que si viven la vida de un chaval de 20 años. Pero está Marçal Mercadal, su compañero de habitación, aunque Jesús se desespere con su “empanamiento”. O Cristian Mota, su confidente.

Pero, en algunos momentos, Jesús se hace pequeño. Porque, a los 20 años, quitarse de la vida de chaval, no es fácil. Esa edad nunca vuelve. Sólo valdrá la pena si consigue su sueño. Ser profesional. Llevar un maillot de los que salen en la tele. Como sus dos compañeros de “grupetta”: Óscar Pujol y Rodrigo Araque. Rodrigo es su espejo más cercano. Metódico. Sufrido. Como Manolo Sáiz. Óscar, en cambio, le recuerda más a su otro Director, a David Etxebarria. Desenfadado, bromista. Pero ambos le dicen lo mismo. Que no se descuide. Que hagan lo que le dicen en el equipo, que son los que saben de esto.

Manolo apostilla otro comentario. La ONCE jugaba duro. Jesús mira por la ventana, como si tratara de buscar los recuerdos de su director. Cada curva relata jadeos. Gloria y derrota. Pirineos traicioneros que se prestaron a batallas entre ciclistas famélicos, como él. Corredores que, quizás, también se quitaron de tener 20 años. De renunciar a lo mundano. Puede que Manolo, como a él, también les sentara. Que les hablara serio, como si estuviera enfadado. Para pedirles compromiso.

En cambio, a Jesús, poco a poco, la gente ya le va dibujando en el ciclismo. Ya le preguntan si será ciclista profesional. Porque ha ganado la Copa de España en la modalidad de sub23. Y su timidez, que asoma, ya le deja responder. Que quien sabe. Cree que aún no ha demostrado nada. Sólo que es regular. Que nunca flaquea. Aunque le falte una victoria.

Pero, como le dice su padre, o sus compañeros de grupetta, deja que sea Manolo el que te vea crecer, que él sabe de esto. Quizás así, tu renuncia a tener 20 años, no habrá sido en vano.

Rafa Simón

@rafatxus