En otros casos, simplemente la ambición de contar con unos pedales más ligeros o más modernos nos puede suponer un trauma como el que significa cambiar el punto de apoyo por el que invariablemente debe pasar toda la fuerza que generemos.
ROTACIÓN DE CADERA
Una de las variaciones más importantes que genera un cambio de pedales es la posibilidad de ajustar la rotación de la cadera que queremos darle -interna o externa- y sobre todo la libertad articular que generará en el tobillo en movimiento.
La tentación de llevar un sistema más rígido para minimizar la pérdida de energía, en ocasiones conlleva el hecho de que nuestro pedaleo no resulte todo lo técnicamente pulido que debería, con lo que provocamos ciertos choques entre la rigidez del sistema y mi necesidad de movimiento, que suelen redundar en la rodilla, la única articulación de las implicadas en el pedaleo que gira en un solo ángulo.
Las dos recomendaciones fundamentales son:
1) Buscar sistemas que permitan igualar la rotación de mi cadera, aquella que yo defino.
2) Buscar sistemas que me permitan ajustar libremente el giro en el movimiento.
Otro de los aspectos destacables es la distancia entre la planta de mi pie y el eje de giro del pedal. Aparte del obvio reajuste de la altura del sillín, para aumentar o disminuir esta magnitud en función de la variación que presenta el nuevo sistema de pedales (nótese que puede haber 8 mm de diferencia entre el pedal más fino y el más grueso), no olvidemos que el hecho de que el punto propulsivo vivo gira de una manera distinta en el movimiento de traslación respecto al eje si la distancia es mayor.
TÉCNICA DE PEDALEO
Sucede pues que un pedal de poco espesor transmite la fuerza de una manera más directa, y esto hace que quien pedalea de un modo poco ortodoxo se lesione con mayor facilidad, dado que el giro de rotación del eje es muy variable, fruto de lo corto del radio. Digamos que son pedales que hay que saber manejar y exigen una técnica de pedaleo depurada. Por otra parte, los que son más gruesos minimizan este efecto, siendo menos eficientes pero haciendo que una técnica de pedaleo no depurada tenga menos consecuencias patológicas.
Si además de esto somos capaces de que la anchura de pedales pueda remedar la distancia intercadera que determina el fulcro, estamos antes unos pedales que no limitan mis movimientos y me dejan pedalear tal y como mi cuerpo necesita.
Otra cuestión es si mi técnica de pedaleo me permite hacer aquello que yo persigo o que persiguen mis propios pedales. Nos encontramos ante el gran limitador que supone cómo transmitimos la fuerza a los pedaleas, cada uno y nuestra capacidad de mejorarlo, cuestión todavía en desarrollo de conocimiento.