Al decidir que el ciclismo será una actividad de ocio deportivo a la que le vamos a dedicar toda nuestra atención, surgen los ritos del entrenamiento, la alimentación... pero nunca debemos ignorar las leyes de la física.
No cabe ninguna duda que, para mejorar nuestro rendimiento sobre la bicicleta, el camino más directo es el del entrenamiento específico, pero hay otros factores que sólo algunos tienen en cuenta y que, de manera más importante de la que imaginamos, pueden llegar a suponer un porcentaje muy importante de nuestra eficiencia mecánica.
El factor aerodinámico
Muchos recordaréis la crónica desesperada, en directo, de Pedro Delgado durante el final de la etapa 17 de la Vuelta 2006, cuando, una vez alcanzado Vinokourov por Valverde en la bajada del Alto de Monachil, camino de la meta de Granada, empezó a escaparse en pleno descenso; Perico estaba desesperado al ver al corredor murciano con el maillot abierto, aleteando al viento. Enseguida hizo sus cuentas, estimando que si esa deficiencia aerodinámica le restaba un par de segundos por kilómetro... El kazajo venció con autoridad, mostrando una excepcional condición física y no nos aventuramos a confirmar que, si Valverde hubiese llevado cerrado el maillot, pudiera haber seguido más de cerca la estela de Alexander, pero un ex profesional de la talla de Delgado, que ha demostrado saber luchar contra el viento en los momentos más críticos, tenía muy clara la incidencia negativa que el factor aerodinámico tendría sobre la marcha de Valverde: razones no le faltaban para pensar así.
Te proponemos un experimento doméstico para que entiendas el concepto básico de la aerodinámica. Coge una hoja de papel y déjala caer desde una altura de unos 2 metros. Podrás observar cómo, antes de posarse sobre el suelo, realizará un planeo acompasado que puede durar un par de segundos. Ahora arruga la hoja y haz una pelota de papel. Vuelve a repetir el ejercicio. No te habrá dado tiempo a ver la pelotita de papel descender hasta impactar con el suelo.
El cuerpo que has dejado caer era el mismo, tenía igual número de moléculas y ocupaba el mismo volúmen en el espacio pero, cuando no habías arrugado el papel, en su desplazamiento, ofrecía una mayor superficie de contacto con la atmósfera.
Al mover cualquier cuerpo de uno a otro lado, aunque para nuestra vista sea transparente, estaremos ocupando un espacio que antes estaba lleno de aire. Durante este fenómero hay un movimiento de partículas de aire que, dependiendo de la velocidad a la que se produzca, puede incrementar, de manera notable, la resistencia aerodinámica.
Vamos con otro experimento: extiende tu brazo derecho, con la palma de la mano en posición vertical, y desplázalo lentamente hasta el lado izquierdo de tu cuerpo, como si se tratase de una raqueta de tenis que golpea muy despacio a una pelota. Notarás una ligera brisa. Haz lo mismo a gran velocidad. Ahora habrás percibido cómo se ha desplazado una gran cantidad de aire, creando incluso una onda (flujo) que llegará hasta tu cara. En este segundo supuesto habrás notado una cierta resistencia: si esto mismo lo haces dentro del agua, (un fluido mucho más denso que el aire), comprenderás perfectamente el alcance que tiene este experimento.
La conclusión directa que podríamos sacar es que un cuerpo, al trasladarse en el espacio, desplaza una cantidad de aire que genera un flujo que se ve incrementado, de manera directa, cuanto mayor es la velocidad y la superficie de contacto con la atmósfera.
La eficiencia
Esta palabra debería estar mucho más presente en el argot ciclista ya que representa el auténtico índice de efectividad logrado durante el pedaleo. Podríamos definir la eficiencia como la utilización de los recursos disponibles, con unos niveles tecnológicos adecuados, mediante los que se consigue el máximo aprovechamiento dinámico de la energía. Dado que eficiencia energética surge del cociente entre la energía útil (potencia x tiempo de trabajo) y el total de la energía consumida (vatios reales) si, debido a la resistencia aerodinámica, se incrementa la potencia consumida o el tiempo de duración de la actividad, (sobre un mismo recorrido), el resultado de la eficiencia siempre será menor. Luego podríamos afirmar que, con el aumento de la resistencia aerodinámica, se reduce la eficiencia de un ciclista.
Elementos negativos
Antes de entrar de lleno en el estudio de la incidencia de la aerodinámica en la práctica del ciclismo, vamos a especificar los otros factores que también afectan, de manera negativa, a la energía que aporta el ciclista.
Aunque no nos demos demasiada cuenta, parte de nuestra potencia se pierde en forma de fricción, distorsión o calor:
Fricción
- Neumáticos rozando sobre el asfalto
- Rodamientos mal ajustados
- Lubricación deficiente
Distorsión
- Cuadro y horquilla
- Componentes (potencia, manillar...)
- Ruedas
- Zapatillas y pedales
Calor
- Frenos
- Cubiertas
De las tres maneras de alterar la normal transferencia de nuestra energía al asfalto, hay algunos capítulos inamovibles, pero podemos actuar de forma consciente para minimizar otros:
-Utilizar siempre la presión correcta en los neumáticos
-Engrasar y ajustar los rodamientos de ruedas, pedales y ejes
-Mantener la cadena siempre bien lubricada
-Elegir materiales (cuadro, manillar...) que dispongan de rigidez suficiente.
-Verificar el apriete de los radios (especialmente la rueda posterior).
-Las suelas de zapatilla de carbono y los pedales con calas de gran superficie de apoyo transfieren mejor la fuerza.
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