A Dani Moreno, en la meta de la Ermita de Santa Lucía de Alcossebre, le dolía casi más el alma que las piernas. La pena. Mira hacia un lado y al otro del precioso balcón que se extiende desde allí arriba para observar el Mediterráneo. Exceptuando por el montaje de la línea de meta de la Vuelta y toda la gente que ha arrastrado, el resto Dani se lo conoce a la perfección. Poco después de desvelarse el trazado de esta Vuelta a España en enero, Dani echó la bicicleta al coche y se vino a inspeccionar la llegada. “Me gustaba mucho”. Era su día señalado para meterse en la fuga, disputar la etapa…lo que fuera menos penar por la ascensión final gritando por dentro del dolor de la caída que sufrió en Tarragona.
Lo peor de las caídas son el día siguiente. Cuando suena el despertador en el hotel y el cuerpo, encartonado debe empezar a funcionar. Con los golpes, cruje. Es como una tabla de madera. Inamovible. Eso le ocurrió a Dani Moreno esta mañana antes de pasar por el control de firmas de Benicassim. “Cuando me he despertado, la cama estaba llena de sangre. Las heridas supuran toda la noche y no es fácil. Al levantarme tenía mucho dolor. Hasta que no vas calentando el cuerpo está un poco a la defensiva”.
Poco antes de los últimos tres kilómetros del final en Tarragona de la cuarta etapa, la barrera de seguridad que marca la inexistencia de cortes en tiempos para los corredores implicados en caídas, Dani Moreno se fue al suelo. “Lo poco que te da tiempo a ver en esos momentos, vi que Pozzovivo le pegó una buena limada a un corredor del Manzana-Postobón. Se cayeron los dos y yo que iba detrás no pude frenar, así que no pude esquivar la caída”.
Dani no tiene nada roto “pero sí un fuerte golpe y heridas. Lo clásico”, resume. “Pero fíjate, te das un golpe grande y lo único que piensas es si estás en los últimos tres kilómetros para que no te cuente tiempo”. Ni en eso tuvo suerte. “Todas estas cosas te trastocan y condicionan, y más en una vuelta grande. Siempre es difícil recuperarse pero confío en que cada día iré a mejor”. Los ánimos los empiezan a subir en el seno del Movistar Marc Soler y Rubén Fernández, que se metieron en la fuga del día. “Nos ha faltado suerte para rematar, pero se ha intentado y hemos hecho todo lo posible. Yo quería haberlo hecho mejor pero después del golpetazo, demasiado bien he terminado. Aunque me quedo con la pena de no haber estado más adelante”.