La tormenta no cesa en la Vuelta, en todos los sentidos. Desde el sábado, cuando la crono por equipos se puso en liza todo se volvió negro, oscuro, “la naturaleza se apagó”, decía Javier Guillén en la salida de la segunda etapa. Y aún no había llegado lo peor. Porque allí, cuando la Vuelta se despierta en Mataró aún está oscuro. Aguacero y polémica. No cesa la tormenta en la Vuelta.
Los ciclistas, con el enfado por correr de noche se unen. No quieren pedalear bajo la lluvia y sobre las balsas de agua que se han formado en Barcelona y alrededores, en Montjuic, meta de la segunda etapa. Los jueces se reúnen, la organización les escucha. “Se nos ha trasladado la petición dadas las circunstancias climatológicas y en una situación de lluvia, que viene precedida de la intensidad de la tormenta de ayer”, explica después Javier Guillén.
Porque todo lo que sucede en la segunda etapa viene precedido por el ayer. El cabreo, las quejas. “A todos nos sorprendió lo que pasó y en términos de error somos responsables de todo”, acepta el director de la Vuelta. “Todo estaba preparado para hacer la etapa con luz natural, todos sabemos a qué hora se hace de noche en Barcelona pero nos llegó una tormenta con un encapotamiento que no contábamos”, asume.
Así, con la explosión de Evenepoel tras la crono y la situación que se planteaba por la mañana en la salida, “los corredores nos pidieron que consideráramos la posibilidad de anular tiempos”. En un principio se decidió tomar tiempos a tres kilómetros de la meta, dejando las bonificaciones en liza para la lucha por la etapa pero la presión de los ciclistas amplió la neutralización hasta los nueve kilómetros. Justo a pie de la subida a Montjuic. Espectáculo capado.
“Creo que algunas veces se tienen que tomar algún tipo de decisiones y hoy nos hemos puesto de acuerdo”, explicaba Enric Mas, que recibió en el bus del Movistar la visita de Jonas Vingegaard antes de la salida en busca del apoyo del equipo navarro. Lo tuvo. “Si hubiese sido a 3.6 kilómetros no hubiésemos arreglado nada, ha sido decisión de los corredores y, ante la seguridad hemos actuado bien”, añadía.
“Los corredores han sido quienes más han llevado la voz cantante, los equipos les han dejado el protagonismo a ellos, nosotros hemos hecho diferentes propuestas”, explicaba Guillén. Ganaron los ciclistas. “A veces tenemos que hacer gestos porque creo que son buenos, pero hay que tener cuidado porque no siempre se puede. Lo que hemos hecho hoy tiene que ir en beneficio de todos”. De todos menos del espectáculo y de la carrera. “Si empezamos a limitar mirando solo una sensibilidad, perderemos todos”, advirtió Guillén. “No existe la decisión correcta, pero había que tomar una decisión”.
Pero no todo acabó ahí. Cuando restaban una treintena de kilómetros, Jonas Vingegaard se colocó al frente del pelotón para intentar frenarlo dadas las muchas caídas que se estaban produciendo, entre ellas la de su compañero Primoz Roglic. “Creo que no había nadie en contra de ese gesto”, declaró en meta Enric Mas. Para colmo, mucho antes, en la bajada del Col de Estenalles aparecieron varias chinchetas que provocaron muchos pinchazos, entre ellos el de Juan Ayuso, que se desahogó en la línea de meta: “Quiero darle las gracias al que las tiró por ser subnormal y le deseo lo peor, lo ha hecho en una curva, para matarnos”.
Al final, el cielo dio una tregua a la Vuelta y cuando llegaron a los pies de Montjuic y los tiempos se paraban, no llovía. Pero el espectáculo se quedó en nada. Andreas Kron ganó la etapa y Piccolo se vistió de líder a las puertas de la primera llegada en alto, mañana en la cima andorrana de Arinsal donde no se espera que pare de llover, pero sí que la Vuelta recobre el espectáculo firmado por sus grandes estrellas, los ciclistas, que todos merecen.