Vuelta a España

Nadie puede con los Jumbo

Triunfo magistral de etapa de Primoz Roglic sobre Evenepoel y Ayuso en Xorret del Catí y liderato para Sepp Kuss. Enric Mas y Vingegaard perdieron dos segundos

AINARA HERNANDO. FOTO: SPRINT CYCLING AGENCY

3 minutos

Jumbo Visma tiene, de momento, bajo control La Vuelta 23

Sobre la cima del Xorret del Cati, Mikel Landa echa un trago y se recompone mientras observa la pantalla gigante que repite las imágenes de la llegada. Un poco más abajo, apenas a 300 metros de la meta, la mítica ascensión alicantina tenía una escultura de un ciclista escalando, en homenaje a todas las veces que la Vuelta ha subido aquí. Tenía. A principios de año, a alguien se le ocurrió que quedaba mejor en su casa, subió hasta aquí con una pinza gigante y la despegó por la fuerza para llevársela. Queda la peana, con la inscripción. A esa bella escultura todo el mundo del ciclismo la conocía como “la estatua del Chava”. El ciclista del pueblo, el más carismático y querido.

Un poco lo que ahora tiene Landa, que trescientos metros más arriba, ya en la explanada, con el Garmin parado, refresca el gaznate, se abriga y observa la llegada. “Es que no sé quién ha ganado”. Así se entera de la enésima exhibición del Jumbo-Visma. Otro ciclismo. El de la estatua robada del Chava un poco más abajo, el del vuelo de Roglic y todo su equipo ahí arriba. Entre medias está Mikel. Y prácticamente todos los demás. Los mortales. Un grupo de estrellas capitaneadas por Remco Evenepoel, seguidas por Juan Ayuso, los dos hombres que se juegan esta tarde el triunfo de etapa contra el Jumbo y resultan derrotados.

El alicantino quería ganar y no solo por correr en casa. Hoy era el cumpleaños de su madre y quería dedicarle su primera victoria de etapa en una gran vuelta pero sufre más de la cuenta. “A mitad de la etapa lo he pasado muy mal. Luego he tenido mejores sensaciones pero Roglic es uno de los mejores corredores del mundo en estos finales”. Minimiza los daños, entra tercero y bonifica cuatro segundos la joven perla del UAE Emirates, por detrás del esloveno y de Remco Evenepoel. “Para mí es un honor y un privilegio que estos ciclistas me consideren su rival cuando hace nada los estaba viendo por la tele”. De ídolos a contrincantes.

Luego está Remco Evenepoel, que cruza la meta y va directo a las vallas, pero esta vez no para estamparse contra ellas como en Arinsal. Se baja de la bici y las usa para apoyarse, para coger aire. Para volver a la vida. Se ha dejado la vida tirando del grupo en el que marchan Roglic y Vingegaard cuando ataca Sepp Kuss y coge unos metros. Se ha llevado al extremo y en realidad no ha servido para nada más que para quedarse casi sin aliento, para no tener ni un gramo de fuerzas en la disputa del triunfo de etapa.

Así que cuando echa el pie a tierra, hunde su cabeza entre sus brazos. No quiere ver a nadie. Cabreo. Luego dirá que él pensaba que aún quedaban ciclistas por delante supervivientes de la fuga numerosa. Esa en la que remó como nadie y dio otra exhibición de libro Oier Lazkano. El vitoriano se hace grande a cada pedalada que es en realidad un zapatazo. Escapado, tirando, montando los contraataques cuando se quedó cortado, tirando hasta el final en cabeza de carrera antes de ser absorbido para luchar con todas sus fuerzas.

A Oier en meta no le alivia ni un trago de agua, como a su paisano Landa. Su masajista, Juan Carlos Escámez le habla pero él está en otra parte. “Mira Oier, ahora tienes que bajar todo recto, una curva a derechas, y sigues, y luego en el giro que te encuentres, ahí está el bus”. Él como si nada. No puede prestar atención. Primero necesita volver a la tierra. Escámez le chasquea los dedos delante de sus ojos. “Eh Oier, estás en la Vuelta”. Para que vuelva al terreno de los mortales.

Ese planeta en el que el equipo Jumbo-Visma no habitan. Siderales. “La idea era atacar yo primero para obligar a Remco a trabajar porque Roglic nos ha dicho que quería ganar la etapa y hemos ido a por ella”, desvela Sepp Kuss recién vestido de rojo. Le queda a la perfección. Parece hecho a su medida. Pero él sabe que no está hecho para ser líder. Tampoco le gusta. “No quiero presionarme ni ponerme expectativas, simplemente disfrutar porque jamás imaginé que esto iba a pasarme a mi. Me encantaría llevar este color hasta Madrid pero sé que en la crono lo perderé, por mis características”.

El americano alegre lo tiene muy claro: “Con que lo vistamos uno de los tres, todo estará bien”. ¿Pero quién es el líder dentro del equipo? Ellos ni se lo preguntan. “Decidiremos el plan en los próximos días justos”, explica Roglic. “Los directores y Jonas y yo. Bueno, y ahora Sepp también”, aclara. Él, mientras se dedica a celebrarlo. “Hoy no he bebido tanto champán como cuando gané la etapa. Con las burbujas estuve bastante borracho después de la etapa pero fue una buena manera de celebrar el triunfo. Yo no puedo ganar en cada carrera que corro, y era una ocasión para beber”, sonríe Kuss.