A la hora acordada aparece Jonathan Castroviejo en la terraza de la cafetería a las espaldas de su casa en Getxo. El reloj siempre ha sido su mejor aliado. Viene vestido de ciclista, mono de trabajo que ya tiene licencia para quitarse. “Es que tenía otra entrevista en Gernika y así aprovechaba a dar una vuelta entre ir y volver”. Eso es lo que hace ahora ya: andar en bici. No entrenar. “No he sido yo de dar muchas entrevistas”, reconoce al sentarse.
Ahora le toca, es el punto final de una carrera impoluta de casi dos décadas, seis Campeonatos de España CRI -recordman- y un Europeo conquistados, además de un bronce mundialista. En su palmarés lucen once victorias -todas contrarreloj- y seis grandes vueltas ganadas que siente como suyas. “Pero mira, si ya casi no me entra el maillot”, bromea. Y así empieza a repasar su impecable trayectoria.
ADIÓS PRESIÓN
- ¿Cómo va la nueva vida?
- Bien, más tranquilo, sin esa presión que te da la competición. Al final, no es lo mismo hacer deporte que la competición. Te carga con una presión que es un lastre que ahora me he quitado de encima. Por lo menos para mí, igual hay gente que le gusta tener esa cosilla. Lo echaré en falta en algunos momentos, pero nada más. Ya me he hecho a la idea. Mi objetivo esta temporada era el Giro y a partir de ahí fue otra temporada. Tenía que seguir, pero de una manera diferente. Sabía desde el principio que lo iba a dejar y ya lo había asimilado.
- ¿Ha sido una decisión muy meditada?
- Sí, pero es que cuando no puedes seguir ya lo sabes. El año pasado me costó un poco, pero de este no podía pasar. Lo tenía claro, a todo le llega su hora. Por muchos factores, por la exigencia, porque sufrir ya no es agradable. Hoy en día se va muy rápido en el ciclismo. Antes sufrías, pero no todos los días. Ahora mismo, en un Tour de Francia los 21 días son... no disfrutas. También porque tienes una edad y la vas notando. No asumes riesgos y eso te hace ir más atrás, sufres más para estar. Es una bola. El físico no ha sido un problema para mí porque en el último Giro rendí bien. Mi objetivo este año era alcanzar ahí un buen nivel, que con 38 años no es fácil, y lo conseguí. Por eso he acabado contento.
- ¿Has hecho algo especial estas primeras semanas como retirado que no hayas podido hasta ahora?
- Siempre he desconectado bastante, aunque nos hacíamos un viaje cuando acababa cada temporada y este año no. Pero con el tema de la comida sí me he relajado. No miras lo que puedes comer o no. Simplemente, si me apetece algo me lo como. He seguido haciendo deporte, no ciclismo, porque es algo que sí me preocupaba: dejar la bici y abandonarme. Pero no ha sucedido. Estoy yendo al gimnasio, salgo a correr... otras cosas.
- ¿Sientes miedo de lo que vaya a pasar ahora, del salto al vacío que supone este cambio?
- No. Tampoco tengo mucho tiempo. Entre los críos, cuidar de ellos, los deberes, las extraescolares... eso me mantendrá activo.
- ¿Lo echarás de menos?
- En algunos momentos sí. Las cosas bonitas: cuando estás en el Tour ahí, en medio de la afición, o cuando andas bien, claro. Pequeñas cosas. Nada más.
- ¿Qué es lo que no echarás en falta?
- La presión esa de siempre. Acudes a una comida con amigos y te encuentras pensando en lo mismo. O cuando estás en casa y sientes esa presión de rendir. Lo que no se ve. Y el irte de viaje mucho tiempo fuera al final te cansa. Pero sobre todo el peligro de las carreras. No he sufrido lesiones graves, pero sí varias
caídas y en los últimos años he tomado mucha precaución. Eso equivale a gastar más, te hace ir con más miedo, frenar más y perder más metros. Rindes menos.
- ¿Qué es lo mejor que has vivido en el ciclismo?
- Tengo muchos años buenos, por suerte. Desde 2012 he vivido tantas cosas bonitas: he sido líder de La Vuelta; en el Tour cuando Nairo ganó el maillot blanco, la montaña y el segundo puesto; o la primera victoria en París con Thomas y con Egan Bernal. Eso es algo que se queda para mí también, como el Giro que ganó Egan y La Vuelta de Nairo... han sido muchas alegrías. Y a título individual, los Juegos Olímpicos y el Mundial de Doha. Un montón de años corriendo mundiales en los que he estado cerca y el que conquistó Valverde. Ha habido un par de cosillas que he sufrido por el tema del tiempo, de alguna caída, pero por lo demás me llevo recuerdos muy bonitos.
ALIADO DEL RELOJ Y DE SUS LÍDERES
- En tu palmarés cuentas con buenas victorias, pero sobre todo tienes grandes momentos que has hecho vivir a otros, siendo la pieza clave para que ganaran cosas importantes, entre ellas grandes vueltas. ¿Qué es más bonito?
- He disfrutado de las dos cosas. En cuanto a la presión, el tema de las cronos me quemaba mucho. Me ponía muy nervioso. En la segunda parte de mi carrera he ido más relajado en ese aspecto. Con otro tipo de esfuerzo, en la montaña, en una grande también tenía responsabilidades, pero de otra forma. Ese cambio me llegó justo en un buen momento.
- ¿Cómo sucede esa evolución en ti, del pequeño corredor que asombra con sus resultados en crono a uno de los ciclistas más importantes para sus líderes en las grandes vueltas?
- Llega un punto que sólo te vale ganar en las contrarrelojes. Cuando has hecho ya muy buenos puestos, lo que cuenta es ser el primero y te das cuenta de que es muy difícil. Se me daban bien otras cosas y entré en un equipo que me metió en la selección del Tour, donde te mides a gente muy grande y ahí ya tienes que subir bien. Te vas adaptando. La reconversión creo que es muy importante para un ciclista. Estoy contento de que haya pasado así, aunque quizá perdí muchos años enfocándome únicamente en las cronos. Con otro tipo de entrenamiento hubiera rendido bien antes en más terrenos. Pero es lo que ha sucedido y me siento satisfecho, orgulloso de la carrera que he hecho, estando en los mejores equipos posibles. De Euskaltel guardo grandes recuerdos. Cuando estuve en Movistar fueron sus mejores años y en Sky era el equipo número uno del mundo. Y aquí me he quedado ocho años. No tengo ningún pero, ni malos rollos con ningún compañero, ni con directores.
- ¿Cómo empiezas a descubrir que eres un gran contrarrelojista?
- En el Orbea, al principio. Sólo había tres terrenos: sprint, montaña y crono. Las primeras pruebas se me dieron bien, gané alguna y al final te tienes que decantar por algo. A mí no me sorprendió por mi tamaño, nunca lo he mirado así. No pensaba que la estatura fuese determinante, mira Remco cómo domina ahora. Quizá me queda el pero de pensar que haya podido hacer las cosas mejor cuando era joven. Hay muchos años que vas aprendiendo y hoy en día todo es mucho más rápido. Lo podría haber hecho mejor viendo el rendimiento que he tenido a partir de los 32 años.
- ¿Cuál es la gran vuelta más especial de las veinte que has corrido?
- Siempre me ha gustado mucho el Tour. Ha sido mi carrera, he andado bien y la he disputado diez veces. Es donde más nivel hay y donde más luce tu esfuerzo. Hay unos cuantos que tengo muy marcados, sobre todo los de 2018 y 2019 que vencieron Geraint Thomas y Egan Bernal. También el de 2021 con Carapaz que anduve muchísimo. Lo encadené con el Giro que ganó Egan y después fui al Tour. Tengo muy buenos recuerdos de ese momento.
- ¿Qué se siente cuando uno es una pieza clave de un objetivo tan formidable como ganar el Tour de Francia?
- Responsabilidad. Ha habido algún Tour que llegaron momentos en que los compañeros a mi alrededor fallaron y yo era el último corredor que quedaba. Ahí tienes que rendir. Recuerdo que en el Tour de Egan Bernal se hizo una fuga enorme y había tres del equipo que estaban fuera de combate y sólo quedaba yo para controlarla. Menos mal que tenía unas superpiernas. Aunque no ganes, es tu trabajo y sientes como tuyos esos triunfos. También el Giro de Italia con Egan que nos atacaron bajando y de no haber estado yo, no se hubiera ganado. O la etapa de Formigal de La Vuelta, aquella escapada para llevar a Nairo Quintana delante, victorias que en parte son mías, aunque no se reconozcan. Para mí las he sufrido y he aportado.
- ¿Dónde quedan las medallas y victorias en este baúl de tus recuerdos?
- Tengo pena de la olímpica en Río 2016. En aquel momento estaba supercontento con el resultado -4º- porque venía de una caída bastante grave en Algarve, que me tiré tres meses sin competir, en la mierda. Guardo muy buen recuerdo de los Juegos Olímpicos y de Javier Mínguez, que confió en mí para llevarme a pesar de no haber corrido nada. Estuve muy cerca, a cuatro segundos del bronce de Froome. Recuerdo que había una bajada húmeda, como una autovía, y perdí muchísimo tiempo porque tenía miedo. Doblé a Julian Alaphilippe y luego él se desdobló. Con el tiempo me da rabia porque tenía que haberla conseguido. Luego llegó el Mundial de Doha, hice tercero y con la medalla de bronce me quité esa espina. Y con el triunfo en el Europeo del año siguiente también.
- ¿Alguna otra espina clavada?
- ¿Quizá una victoria en una grande? Pero es que cuando trabajas tanto para los líderes, no tienes oportunidades. Las únicas de las que he podido disponer han sido en los últimos dos o tres años, en ocasiones muy puntuales. Rematar un día de esos, como en el Tour o en el Giro que hice segundo en sendas etapas, es muy difícil en el ciclismo actual. Encima no soy rápido, por lo que deben ser jornadas muy duras, selectivas.
EN EXTINCIÓN
- ¿Volverías a ser ciclista?
- ¡Buf! No lo sé. He sufrido mucho, ahora mismo te diría que no. Ha sido exigente, aunque satisfactorio. Los últimos años me han costado un poco, pero ha estado bien. Lo que pasa es que a nivel familiar se hace difícil. Hay un momento que pesa marcharse de casa, sobre todo el último año se me ha hecho cuesta arriba. Ahora mi aliciente es estar con mis hijos, enseñarles, que tengan una carrera de atletismo y saber que voy a estar ahí.
- ¿Y si alguno te dice que quiere ser ciclista?
- De momento a ninguno le ha entrado la afición, pero por mí que hagan lo que quieran. Yo no empecé tan joven, con doce o así. Primero probé tenis, fútbol... y el ciclismo se me dio bien. No sentí que hubiese nacido para ser ciclista, no era de seguir las carreras por la tele.
- ¿Cuál crees que será el poso, el recuerdo que quedará de ti?
- Todo va muy rápido. No hay muchos gregarios hoy en día con esa esencia de cuidar al líder, se ha perdido. Lo último que he aprendido ha sido eso, estar en todo momento, lo máximo posible, a su lado: con agua, refrescando... Ahora es difícil verlo; hay que coger puntos, toca disputar. Esa figura está en extinción y es una pena.
"El ciclismo es mejor ahora"
No tiene prisa Jonathan Castroviejo por encontrar una nueva ocupación a la que dedicar los días. La recompensa a tanto sacrificio y esfuerzo en su carrera deportiva le permite tomarse la vida con tranquilidad. "De momento, relax; no tengo ningún estrés por hacer nada de lo que no esté al cien por cien seguro -dice-. Quiero hacer algo que de verdad me guste, y cuando vea la oportunidad que me meta en ello porque quiero". Lo que sí tiene claro es que "seguir practicando deporte, estar activo, para mí es fundamental. Porque era el único miedo que tenía al dejar la bici, no encontrar ganas para hacer actividades y no ha sido el caso. Voy al gimnasio, a nadar y a correr". Eso le apetece. "Y en casa también tengo trabajo con mis tres hijos". Estar. Lo demás ya llegará.
El ciclismo que deja el vizcaíno, asegura, "en general está mejor que al que yo llegué. Hay muchas críticas, pero a nivel económico las empresas que han entrado son muy potentes. Los equipos tienen más calidad de todo; el corredor no se tiene que preocupar de nada y hace años te tenías que buscar la vida para muchas cosas. Además, ahora se mira más por la seguridad en carrera".
Él ha sido testigo de la transición de un deporte que era mucho más romántico, cercano y familiar que ya no existe, encarnado en el Euskaltel-Euskadi y el Orbea, con el que dio el salto al profesionalismo. "No sé qué ciclismo es mejor, pero sí veo que de los 17 a los 28 años no tuve tanta evolución. Quizá con los métodos que hay ahora hubiese sido otro tipo de corredor". Señala que "el ciclismo de antes me gustaba más, aunque en este más moderno no me ha ido mal, por la dureza acumulada, el ritmo muy elevado desde la salida y la selección física".
GANÓ 3 GIROS, 2 TOURS Y 1 VUELTA PARA SUS LÍDERES
Sus jefes a examen
Geraint Thomas: Clase encima de la bici, saber estar y tranquilidad. Igual era más dejado cuidándose, pero luego disponía de un motor muy potente.
Egan Bernal: Las ganas. Superprofesional, lo ha dado todo. El mínimo gramo de fuerza que tiene, lo da siempre. Muy amable. He vivido su recuperación tras el accidente y lo que ha hecho ya es una victoria.
Alejandro Valverde: Profesionalismo dentro y fuera de la bici. Hay gente que igual al no competir se distrae más, pero Alejandro nunca. Con él viví la conquista del arcoíris y me alegré mucho porque se lo merecía más que nadie. Ese día salió perfecto. Me enteré al llegar a la meta que era campeón del mundo y fue una explosión de alegría.
Chris Froome: La metodología y el sacrificio hecho ciclista. Aunque se lo diesen hecho, él era de los que miraba todo para ver dónde poder mejorar todavía más. Entrenaba muchísimo, no he visto a nadie hacer tanto como él. Cuando íbamos al Teide de concentración completaba entrenos de siete u ocho horas. Alucinaba con él.
Nairo Quintana: La garra y la raza. Peleó de tú a tú para ganar el Tour siendo un corredor pequeño, a priori más débil. Era el anticuerpo, ligero. Defenderse como se defendía, no sólo contra Froome sino contra todo el pelotón, era increíble. Lo menospreciaban y el tío le echaba más ganas. Se crecía.
Tao Geoghegan Hart: Te diría 'un turista' (ríe). Espero verle en su mejor momento porque lleva dos años difíciles. El Giro que ganó y el que se cayó y podía haber vencido fueron dos temporadas que era muy explosivo. Cuando ha andado, ha sido muy fuerte.
Richard Carapaz: Un 'peleas'. Me quedo con la positividad que tenía. Siempre estaba bien, aunque luego se quedase por ahí. Las ganas que tenía de batalla en todo momento. No le importaba atacar donde le dijeran, nunca se rinde.
