El final de carrera que nos ha brindado Mathieu Van der Poel en la Amstel Gold Race forma parte ya de la historia moderna del ciclismo. Porque el joven neerlandés del Corendon-Circus ha ganado la carrera de su tierra natal como lo hacen los grandes, mostrándose desde los primeros compases de la prueba como uno de los hombres a batir y demostrándolo en un final de infarto.
Van der Poel ha batido al sprint a Simon Clarke (Education First), Jakob Fuglsang (Astana) y Julian Alaphilippe (Deceuninck-Quickstep), viniendo desde atrás, liderando durante los últimos kilómetros un grupo que ha ido neutralizando a todos y cada uno de los ciclistas que habían saltado por delante, en busca de la cabeza de carrera, donde se encontraban Alaphilippe y Fuglsang durante los últimos 30 km de carrera, y a los que todo el mundo ya daba como los ocupantes de los dos primeros cajones del podio.
Y es que, a pesar de no verse como el principal favorito, Van der Poel fue el primero en abrir la caja de los truenos en esta Amstel Gold Race, lanzando un durísimo ataque en la subida al Gulperberg, a unos 40 km de la meta, y llevándose consigo a Gorka Izagirre. Ambos serían neutralizados en el llano posterior, pero su tentativa sirvió para que otros probaran fortuna y demostrar que no había venido aquí de paseo.
Poco después, la principal fuga del día –con nombres como Bernard o Van Asbroeck- llegaba a su fin y eran Alaphilippe y Fuglsang los que tomaban unos metros de ventaja. Por detrás, otra pareja de nivel, Trentin y Kwiatkowski perseguían con ahínco a los dos de cabeza, pues tan solo 20 segundos los separaban.
Pero el entendimiento del francés del Deceuninck-Quickstep y el danés de Astana es total, así que la ventaja con respecto al pelotón de los favoritos, donde no hay un acuerdo claro –y donde ya no está Valverde- crece rápidamente hasta los 52 segundos. Entre unos y otros, Trentin sufre para aguantar la rueda de Kwiatkowski, que tiene a la vista constantemente a los dos de cabeza.
A menos de 10 km para meta, la victoria parece que se quedará en Francia o Dinamarca, y es Fuglsang quien, sabiéndose inferior a Alaphilippe en una llegada al sprint, intenta soltarlo en un par de ocasiones. Pero el francés va soldado a su rueda y se muestra muy sólido, como toda la temporada.
En el grupo principal, llega el momento de los ataques a la desesperada: Schachmann, Mollema, Clarke… lo intentan, pero es Van der Poel quien decide ponerse en modo locomotora buscando un imposible. Y así, recogiendo ‘cadáveres’ que se van poniendo a rueda como buenamente pueden, el neerlandés se planta en una recta de meta donde Kwiatkowski también ha alcanzado a un Alaphilippe y un Fuglsang que se habían confiado demasiado.
El resto, forma parte ya de la historia reciente del ciclismo, y constituye uno de los finales de carrera más espectaculares de la temporada. Mathieu Van der Poel no solo caza a sus rivales sino que apenas les da tiempo a lanzar el sprint, siendo el mismo quien, levantándose de la bicicleta con una potencia brutal, les sobrepasa como una exhalación. Solo Clarke es capaz de seguir la estela del holandés, para ser el primero en felicitarle tras cruzar la línea de meta de una Amstel Gold Race para el recuerdo.