Si Vincenzo Nibali representa la consolidación, el valor seguro y Fabio Aru es el presente, Diego Rosa es el futuro más prometedor del ciclismo italiano. El año pasado se dio a conocer con su salto al equipo Astana. Fue, junto a Mikel Landa, el hombre clave para que Fabio Aru arrebatara la Vuelta a España a Tom Dumoulin en la sierra madrileña y, apenas unas semanas después, se auto-regalaba un triunfo de calidad en la Milán-Turín. “Lo hice delante de todos mis amigos, de mi familia”. Turín está cerca de Corneliano d’Alba, el pueblito de Piamonte donde vive. Sobre el repecho de Superga, no faltaba nadie. “Es la victoria más especial de mi carrera”, asegura.
Pero le quedó algo pendiente. No pudo celebrarla como quiso. Por detrás apretaba Majka, a quien atacó en las últimas rampas y entró en meta con el tiempo justo para alzar los brazos. Diego Rosa viene del Mountain Bike. De ahí su destreza manejándose primero en la fuga y después en solitario en la cabalgada que protagonizó camino de Arrate bajo la lluvia y demostrando un control de la bici exquisito. Los ciclistas que desembarcan de las ruedas gordas son ‘show-mans’. Aman el espectáculo. Pero a Diego Rosa nunca le dio tiempo a hacerlo. “Siempre llegaba al sprint, nunca solo”. Se pasó a la carretera sin poder hacer nada de especial para la foto de la victoria.
Así que en Arrate no se lo pensó dos veces. “Lo tenía claro desde que me vi con mucha ventaja, cuando ya sabía que iba a ganar”. Apretó al inicio del puerto, “por seguridad, porque aún me sentía con fuerzas y porque siempre es mejor llegar a meta con cuatro minutos de ventaja que con uno”. Así da más tiempo para festejar. Justo antes de cruzar la línea de meta, el italiano del Astana frenó en seco, se bajó de la bicicleta y la alzó por los aires. “Esto es una fiesta. Ahora ya tengo una foto para hacer un poster para mi habitación”, decía entre risas.
La victoria de Rosa es la confirmación que el Astana tiene otra perla más en su equipo. “He entrenado mucho este invierno, estoy bien y esto me llena de felicidad porque he tenido algún pequeño problema que me frenaba. En París-Niza sufrí problemas de estómago y aquí quería conseguir un resultado”.
Lo que le ha llegado es su segunda victoria como ciclista profesional. “Este puerto es muy importante en el ciclismo y estoy contento. Además es una prueba World Tour y hay corredores fortísimos”, pero no duda en señalar que la que consiguió en la Milán-Turín fue más especial: “Allí estaban todos mis amigos y esa noche pude salir de fiesta con ellos.”.
Cuenta Rosa que “vivo en una zona de vinos y después de todas las carreras que he ganado abro una botella. Desde hace unos años tenía un tinto preparado para una ocasión especial y lo bebí tras ganar en Superga”. Hace unos meses, recuerda, “un amigo me regaló una botella de champagne y me dijo que la próxima carrera que ganase la abriríamos”. Ya la tiene preparada. “No podré celebrar mucho porque después de la Vuelta al País Vasco tengo las clásicas pero algo ya haré”. Que siga la fiesta.