Mil temblores asolan Italia. No cesan. La tierra sigue moviéndose y el huracán de este espectacular Giro removió en l'Aquila el trémulo piso. Nubes y agua desde el cielo, ventisca y tempestad. Las primeras invitadas de lujo que cortan su entrada para desplegar maravillas ciclistas como los de Montalcino. Camino de l'Aquila otra vez el diluvio y los acelerones tempraneros. 25 ciclistas al paso de la primera media hora se atacaban en la etapa más madrugadora y más larga -269 kilómetros para escribir otra épica-. Día de fuga cantado bajo la lluvia. Al aguacero quiso unirse Carlos Sastre, con la espalda anquilosada por fin . Cuerpo para fiestas el del abulense. Pedalear alegre. Sufrimiento dulce. Con él se marchó Xavier Tondo, Marcel Wyss y Gustov de lugartenientes, por si el seísmo volvía a sepultarle. Lo vió Neil Stephens, técnico del Caisse d'epargne y lo supo. La rebelión de los insurgentes.
Escapada de 56
Quién mejor que él, con Marzio Bruseghin, teórico líder para la ronda transalpina soterrado en la retirada, olvidado ya, y con medio equipo renqueante tras el fatigoso paso por Holanda. Cogió el australiano de vasca personalidad y fija residencia a Alberto Losada, Andrey Amador, Jeannesson y Vasil Kiryenka y los mandó con Arroyo, que ya pegaba su rueda a la de Carlos Sastre. Rebeldes sublevados a los que quisieron fondear Josep Jufré y Stangelj por parte del Astana, Brent Bookwalter, el enviado de Cadel Evans y Massimo Codol y Donati, soldados de Garzelli. Ellos sin publicidad camino de l'Aquila, de su casa. Recuerdo a un seísmo con otra convulsión italiana. Camuflados y a gatas entraron también en el corte Valerio Agnoli y Kiserlovski, Tiziano Dall'Antonia y Alessandro Vanotti por parte del Liquigas. Por si las moscas. Y las sospechas acabaron convirtiéndose en los temblores más sobrecogedores.
Iban Mayoz, el avizor y veterano Pineau, el intrépido y repetido Dario Cataldo, Matthew Goss, aquel lanzador que un día jugó a ser sprinter y acabó resultando ganador...así hasta 56 figuras indisolubles en la cabeza de carrera fueron contando los minutos hasta 17, la máxima, guiados por el ilusionante haz de luz futurista de Richie Porte desvistiendo a pasos agigantados la 'maglia rosa' que Vinokourov portaba con ahínco y desazón. Angustiado y casi fuera de sí el kazajo. Incrédulo ante el maremoto que le sacudía, débil como pocas veces. Desfallecido. A la retirada por caída de Paolo Tiralongo se unía, sepultados por el terremoto, las de Enrico Gasparotto y Valentin Inglinskyi. Sus tres mejores corazas fuera de carrera, igual que a Cadel Evans, con Mauro Santambrogio despojado de dorsal también.
Espectacular Losada
En ese trabajo de costurero de Porte puso la aguja, el dedal y el hilo Alberto Losada, espléndido al coger el remo para navegar a ritmo de crucero centelleante a los 56 escapados y posar a David Arroyo en la segunda posición de la general. "Tenemos a 35 tíos a rueda y no dan palo al agua", protestaba Stephens. Pocos colaboraron, salvo el Sky de Wiggins, también resucitado entre la rebelión española. Soterrados bajo ese movimiento de tierra, vuelco fastuoso, quedaron los hombres del Liquigas. Ivan Basso y Vincenzo Nibali no podían, como Evans, Garzelli y Scarponi, más que asistir a su propio hundimiento mientras Losada apuraba aún más la marcha. Les tocó rodar tirando, cuán gregarios a los grandes líderes. Dar la cara para desprenderse de todos los minutos que, como piedras, les habían caído en el seísmo de la escapada.
Trabajo baldío el suyo. Poco pudieron hacer para restar los trece minutos con los que los escapados entraron en la devastada l'Aquila, allí donde en el siglo XVI el ingeniero Pedro Luis Escrivà construyó el fuerte hispano La Rocca. En el se apelotonaron David Arroyo y Carlos Sastre, parapeto custodiado cuando Jêrome Pineau primero y Dario Cataldo después lanzaron sus apuestas. Las de la etapa que poco importaban a la insurrección de Arroyo y Sastre. El abulense se animó. Estaba de vuelta. De vuelta a las buenas sensaciones. De vuelta al Giro. Se agarró al manillar en el repecho final con la estela de Cataldo hundiéndose. No era día para italianos, socorridos y devastados por las piedras de l'Aquila. Evgeni Petrov, el ruso obstinado, persistió en la rampa y rascó victoria. Sastre fue tercero, segundos arañados de bonificación y minutos de grosor que le colocan octavo en la clasificación general, a 7 minutos de Richie Porte, el flamante nuevo líder. Suelta el abulense a cuatro minutos a Evans, Vinokourov, Basso y Nibali. Seísmo de 12 minutos el que les cayó en meta por culpa de la insurrección de la rebelde armada española.
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