Noticias y resultados

Koppenberg, la joroba de Melden

El Koppenberg se incluyó en el Tour de Flandes en 1976, iniciando una serie ininterrumpida de ascensiones que se vio truncada por un largo periodo después de la más recordada de todas, la de 1987, en la que un BMW de la organización tiró involuntariamente al danés Jesper Skibby.

Lorenzo Ciprés (@LorenzoCipres). Foto: Graham Watson

2 minutos

Koppenberg, la joroba de Melden

La joroba de Melden. Así se conoce en su zona al Koppenberg, pequeño promontorio de apenas ochenta metros sobre el nivel del mar convertido hace tiempo en uno de los iconos del trazado del Tour de Flandes. Querido, odiado, prescindible, obligatorio, necesario... ninguna otra subida de la prueba, ni seguramente del ciclismo competitivo, suscita tantas y tan variadas opiniones como ella desde que a mediados de la década de los setenta se estrenó en su trazado.

Su perspectiva asusta al primer encuentro. Un camino adoquinado que busca progresivamente la vertical serpenteando levemente entre el verde de los campos y las hileras de árboles que le rodean. La longitud es de apenas seiscientos metros, pero el firme y los cantos vivos de sus laterales, la pendiente y la estrechez complican el tránsito al ciclista, y lo acercan al imposible cuando el agua aparece en su sección central del veinte por ciento, un serio problema añadido cuando se piensa en el circular de un pelotón profesional a la caza de una de las victorias más prestigiosas del calendario.

Se cuenta que Walter Godefroot, una de las leyendas del ciclismo flamenco y doble ganador de la prueba, fue uno de los primeros en informar de él a los organizadores, y la decisión de incluirlo llegó en 1976, iniciando una serie ininterrumpida de doce ascensiones que se vio truncada por un largo periodo después de la más recordada de todas, la de 1987, en la que un BMW de la organización tiró involuntariamente al danés Jesper Skibby al intentar rebasarle en el tramo más empinado.

Posteriormente, en su chapucera huida golpeó también a un agente y pisó las dos ruedas de la Colnago del danés, imagen icónica de la historia de este deporte que no resulta extraño ver rememorada cada primavera. "Llevaba escapado casi doscientos kilómetros y al ver cómo me acercaba a su cima alucinaba; no podía ser que fuésemos a pasar por allí". La fuerte pendiente, y lo limitado de los desarrollos de la época, le impidieron coronar y provocaron ese "desencuentro" con el vehículo que motivó la retirada del muro por un largo periodo hasta 2002.

Desde entonces se ha conver tido en un fijo del Tour de Flandes, cuyo actual diseño de trazado con meta en Oudenaarde, término municipal del que forma parte, ha aumentado su relevancia y en casos extremos como el del año pasado, cuando paró literalmente al pelotón principal, lo ha convertido en condicionante decisivo para el desenlace. Su adoquinado, incluido en el inventario de monumentos patrimoniales por las autoridades de la zona, es testigo además cada 1 de noviembre del Koppenbergcross, prueba que por motivos obvios es conocida como Ciclocross de todos los santos.

El remate a la pequeña historia de un lugar tan dado a extremos sería la traducción literal de su topónimo, "la colina de las cabezas", y es que muchos en esa zona denominan así a los adoquines por su similitud formal a la de un bebé, demasiado siniestro... aunque no por ello menos cierto.