Frase recurrente en el acercamiento mediático al mundo del ciclismo, de vez en cuando se habla de la injusticia, inevitable, del palmarés y de los resultados; del hecho de que sólo los ganadores son recordados y que el paso de los días sepulta en la historia al resto de contendientes. “De los segundos no se acuerda nadie", que suelen proclamar algunos de los protagonistas de este deporte después de alguna competición. Las memorias más ágiles recordarán momentos, lances y circunstancias, pero la del ciclismo, la del deporte, y en un alto porcentaje siempre, acaba siendo al final una historia sobre vencedores. Es la injusticia del palmarés. Las nuevas tecnologías de la información, sus nuevos soportes, la especialización desvirtúan un poco esta cuestión, porque siempre habrá un hueco para poner el foco más allá de los laureles, cuando no una vieja retransmisión televisiva que permita repasar el pasado con ópticas presentes; pero la idea prevalece. Ion Izagirre es un buen ejemplo.
El guipuzcoano es uno de los corredores más consistentes del panorama actual en la pelea por las generales de las vueltas de una semana, avalado por sus dotes escaladoras y sus prestaciones en la contrarreloj sobre distancias no especialmente largas, pero a esa regularidad no le ha acompañado el palmarés. El pequeño de los hermanos Izagirre se impuso este domingo en la general final de una Vuelta a la Comunitat Valenciana que, empero, supone su primer éxito en una ronda por etapas desde agosto de 2015, cuando ganó la Vuelta a Polonia. La ronda levantina, de hecho, es la segunda carrera por etapas que se anota en un palmarés que se actualiza tras dos campañas de sequía. Y sin embargo, en todo este periplo, Ion ha reforzado campaña a campaña esa etiqueta de hombre solvente para este tipo de carrera. Un corredor sólido, muy sólido, siempre falto de un pasito más.
Ion Izagirre ha firmado un plaza entre los diez primeros de una vuelta de una semana al menos en 22 ocasiones durante toda su carrera. Y además en 2018 finalizó noveno en la Vuelta a España, su primera vez en el top ten de una ronda de tres semanas. Los primeros avisos de esta consistencia llegaron todavía siendo miembro del Euskaltel-Euskadi, allá por 2012: una temporada en la que en la siempre exigente Tirreno-Adriático firmó una decimosexta plaza final y acabó séptimo en la Vuelta a Polonia. En 2013, cuarto, rondaría el podio en el Tour Down Under, mientras que lograba finalizar segundo en la Vuelta a Polonia, posición que repetiría en la ronda polaca al año siguiente. En ese 2014, ya en Movistar Team, acabaría cuarto en la Vuelta a Andalucía, sexto en el Tour of Britain y octavo en el Tour de Romandía.
Desde 2015, año en el que se impuso en la Vuelta a Polonia, y en un período de tiempo donde ha lucido los colores del Movistar, el Bahrein-Merida y, desde este curso, el Astana, Ion Izagirre ha sido tres veces tercero en la Vuelta al País Vasco (2015, 2017, 2018), posiblemente la carrera que más anhele conquistar. En la París-Niza ha firmado una cuarta, una quinta y una séptima plaza (2018 , 2016 y 2017, respectivamente); en la Vuelta a Suiza acabó segundo (2016) y séptimo (2017) y en el también helvético Tour de Romandía ha acabado tercero (2016), quinto (2017) y undécimo (2018). Tres de las pruebas, las tres WorldTour, que mejor se le dan al de Ormaiztegi. Aunque en estos últimos cuatro años Ion Izagirre también firmó una segunda y una décima plaza en la Vuelta al Algarve (2016 y 2015; respectivamente), una novena clasificación final en el Eneco Tour (2016) y una duodécima posición en el Tour Down Under (2018).
… Y en la Vuelta a la Comunitat Valenciana que acaba de ganar, acabó cuarto en 2016.