Todos los ojos apuntaban a él. Las apuestas no eran por el ganador, sino por en qué momento atacaría Tadej Pogacar (UAE Team Emirates), el hombre del momento, el niño que juega al ciclismo. El esloveno era el máximo favorito para ganar la Milán-San Remo, pero no pudo cumplir con el papel.
Y eso que lo intentó Tadej, que atacó cuando el Poggio moría. Quería destrozar la prueba, sentenciar el monumento, pero emergió un poderoso y seguro Mathieu van der Poel (Alpecin-Deceuninck), que no le dejó ni un metro, que se pegó a su rueda y echó abajo cualquier idea que el de UAE tuviera de marcharse en solitario.
Y tras ellos, el resto de los grandes favoritos, con Tom Pidcock (INEOS Grenadiers), Matej Mohoric (Bahrain Victorious), Alberto Bettiol (EF Education-EasyPost), Michael Matthews (Jayco-AlUla) o Mads Pedersen (Lidl-Trek), entre otros.
Llegó a intentarlo una segunda vez Pogacar, pillando más atrás a Van der Poel, quien, sin embargo, se repuso bien. El intento del esloveno, esta vez, quedó en nada. Pero la selección ya estaba hecha.
En los últimos compases de la 115ª edición de la Milán-San Remo trató de reventar el sprint Matej Mohoric, pero no logró la machada, dejando la carrera en manos de los más rápidos. Pogacar se coló entre ellos, pero poco pudo hacer. Ganó a Mads Pedersen, pero sucumbió ante la velocidad de Jasper Philipsen (Alpecin-Deceuninck) y Michael Matthews.
No sin suspense, el belga acabaría apuntándose su primer Monumento, ante la impotencia del australiano, que lo tuvo más cerca que nunca.
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