Rafa Simón

Daniele Bennati: el hombre de confianza de Movistar

Profesional desde 2002, ha trabajado para ciclistas como Mario Cipollini y Alberto Contador y ganado once etapas en las tres Grandes Vueltas. Ahora, en las filas del Movistar, se recupera de la fractura de clavícula sufrida en la Vuelta a Castilla y León.

Rafa Simón.

4 minutos

Foto: Bettini Photo.

La velocidad fue el peor de los desenlaces. Lo paró todo. La trayectoria. Un nuevo Giro. Todo. Ahora, toser sin que duela, ya es una proeza. Volver a empezar. Sentado en un banco, la velocidad del tiempo gana perspectiva. Porque pasa despacio. Arezzo, el Municipio que engrana la Toscana, le intenta pintar el sol sobre una cara fina, bien perfilada. Luce una barba coquetamente regulada, pero esconde una mirada intensa bajo unas gafas de diseño. Intenta sonreír al infortunio, que le hace sujetar el ánimo con un corsé.

Hace unas semanas, su participación en el Giro terminó por los suelos, en el Valle del Bierzo, a miles de kilómetros de la salida en Bolonia. A 300 metros de la última línea de llegada prevista antes de partir a Italia. Quiso lanzar a Carlos Barbero, su compañero, en un apretado sprint. En cambio, acabó impactando con su clavícula en una acera, dañando, además, una vértebra.

Foto: Bettini Photo.

La adrenalina de la velocidad le regaló ingratitud, pero, sopesada en una balanza, es la base de su vida. Hace muchos años, en 2002, la reclamó Mario Cipollini. Con apenas 22 años, Mario le dijo a Daniele que no le importaba su juventud. Tenía un físico lo suficientemente importante como para convertirse en uno de sus hombres de confianza en el Aqua Sappone. “Il bello" se lo llevó a Sudáfrica, en invierno, en pretemporada, para conocerle mejor. Le hacía entrenar duro, pero, cuando le veía fatigado, le hacía subir a la furgoneta que les acompañaba con un auxiliar. En primavera, le habló claro: “Serás mi penúltimo hombre en la Vuelta a España. Estás preparado, y yo, te voy a cuidar. Haré que la presión de los resultados sea tu aliada". Mario se convirtió en un hermano mayor para él. Le enseñó a entrenar, a cuidarse, a pensar a largo plazo.

En cada carrera, el gran velocista italiano siempre le repetía lo mismo: “Escucha con la mirada, los detalles se dibujan en cada día. Habla poco. Que sea sólo con los hechos. Así te irá bien", le repetía.

En 2011 Bennati defendió los colores del Leopard-Trek.

Años después, heredó “il treno" del que siempre había formado parte. En muchos equipos. Pero imprimiendo la misma raza que tenía Mario. Firmó victorias en todas las grandes Vueltas. Pero la que más le recuerda la nostalgia lleva al suave adoquinado de los Campos Elíseos, en 2007. A cambio, sufrió la rabia más absoluta en aquel Campeonato del Mundo de 2011, en Copenhague. Ese año, era “il Capitano" de la “Nazionale". No estuvo a la altura. Dolió mucho.

Pero, enlazados en todas sus etapas, en la velocidad que adquiría su carrera, le acompañaron dos amigos. Manuel Quinziato era el reflexivo, con él se podía hablar de la vida. Tomarse un café. Michele, en cambio, era bromista y desenfadado. Scarponi fue, desde juveniles, su sombra, su rival, su aliado. Uno rápido, el otro, escalador. Ambos debutaron juntos en profesionales en el equipo de Mario, en la misma carrera. Compartiendo la habitación de un hotel donde, la noche previa, Daniele hablaba poco, como le dijo Cipollini. Michele, en cambio, no dejó de bromear.

En el podio de La Vuelta, en 2012, celebrando una de las seis victorias que ha logrado en la ronda española.

También fueron muchos los directores deportivos que forjaron su carácter. Marcello Massini, el que le enseño el camino en su etapa de aficionado, Franco Gini, el que le dirigió en su primera carrera como profesional y Slutini, el que asintió cuando Mario Cipollini le dijo que sería uno de sus hombres de confianza.

Sin embargo, de todos ellos, no fue un italiano el que daría un giro a toda su trayectoria deportiva. En 2013, tras fichar por el Saxo-Tinkoff, en la primera concentración del equipo, Bjarne Rijs, principal director deportivo del equipo, clavó su rudeza danesa en la mirada de Daniele. “No te he traído aquí para que sigas metiéndote en los sprints. Claro que tendrás alguna oportunidad, pero tu papel debe de cambiar. Quiero que seas el hombre de confianza de mi gente para la general", zanjó.

Bennati, logrando una victoria con el Tinkoff-Saxo, donde corrió entre 2013 y 2016. Foto: Photo Gomez Sport.

Daniele no rechistó. Recordó las palabras de Cipollini: “Escucha mucho, habla poco". Aprendió a adaptarse a las necesidades de sus líderes. Ya había trabajado antes para los hermanos Schleck. O para Cancellara. Esta vez, Rijs le señaló a un español. “Quiero que te pegues a Alberto Contador. Sus objetivos serán los tuyos. Su fracaso, el tuyo. Cuando el terreno sea plano no lo perderás de vista jamás".

Daniele se encargaría de darle tranquilidad al español. De protegerle de cara al viento. De liberarle del miedo en las etapas llanas. De bromear con él en la habitación de un hotel para que se olvidara de la presión, como lo haría Scarponni.

En 2016, ganó la 1ª etapa, y se vistió de líder, en la Vuelta a Andalucía. Foto: Photo Gomez Sport.

En 2016, el Saxo Tinkoff desapareció. Daniele tenía ofertas, pero su buena relación con Eusebio Unzué, mánager del Movistar, le llevó a probar la experiencia con su equipo.

Daniele contrae el gesto. Suspirar le oprime el pecho, sacudiendo la vértebra herida. En el equipo español, Nairo Quintana y Mikel Landa son ahora sus protegidos. Tipos enjutos destinados a grandes logros que necesitan de tipos grandes como él. Que no le tienen miedo a la tensión del pelotón. De esos que, cuando sienten la velocidad cerca, la adrenalina les lleva hacia adelante. Capaz de remar entre codazos para que Nairo o Mikel puedan trepar a las primeras plazas del pelotón cuando se avista tensión. O, de llevar a Carlos Barbero hasta la última curva del penúltimo sprint.

A sus 38 años, cumple su tercera temporada en el Movistar. Foto: Bettini Photo.

Bailando con la velocidad hasta hacerla suya. Amigo inseparable de la tensión que, hace años, le colocaba como penúltimo hombre de Mario Cipollini. En cambio, hace unas semanas, le empujó contra el suelo hasta partir su clavícula en tres partes. Daniele no se queja. En el Hospital de Pamplona le curaron bien. Es solo tiempo. Y tiene gente de sobra que se preocupa por él. Alberto Contador, ya retirado, le llama mucho. Cipollini sigue enorgullecido de su hermano pequeño. Y, aunque ya se haya ido, Scarponi le sigue regalando sonrisas. Es su “treno" más importante. El de su recuperación.

Arezzo dibuja un último rayo de sol en las gafas oscuras de Daniele. Toscana eterna para fortalecer al guerrero herido. El hombre de confianza de Movistar.