Rafa Simón

José Joaquín Rojas: una trayectoria al servicio del Movistar (1ª Parte)

Dio el salto a profesionales de la mano de Manolo Saiz, en el Liberty Seguros, y desde 2007 corre para la estructura del actual Movistar Team, donde se ha convertido en una pieza clave para sus líderes.

Rafa Simón.

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José Joaquín Rojas en una imagen de La Vuelta 2019. Foto: Bettini Photo

“Sé que quieres ganar, que llegas con hambre. Yo también la tenía cuando entré en el equipo. Mira a Erviti. ¿Crees que no la tenía él?", preguntó a su joven pupilo. Pedalear entre cuatro paredes es el polo opuesto del ciclismo. La nitidez del chasquido que produce un salto en la cadena en un cambio de piñón se percibe íntegramente. En cambio, los latidos acelerados que escriben el jadeo de un compañero de fuga parecen quedar opacos en el recuerdo. O el eco de las instrucciones de un director deportivo silbado entre interferencias. El ciclismo ahora serpentea por un paisaje estático. Sensaciones extrañas que hacen que su pensamiento ruede hacia atrás.

Sin darse cuenta, su sonrisa traza veloz su primer encuentro con Manolo Saiz. Cuando llegó al equipo como amateur, el Mánager de la ONCE le ofreció más que su formación. Le tendió una mano amiga, la misma con la que, más de 20 años atrás recibió a su hermano Mariano. Con sólo 19 años, en su primer año de amateur, Manolo le invitó a una concentración, en Comillas. Allí, le ofreció el mejor regalo: “Veo que disfrutas con la presencia de tus ídolos", le dijo. Su pupilo asintió. Compartir entrenamientos con Roberto Heras o Ángel Vicioso era increíble para él. Manolo prosiguió: “Pues acostúmbrate, porque el año que viene vas a compartir equipo con ellos", le susurró.

José Joaquín Rojas debutó como profesional en el Liberty Seguros.

No se lo podía creer. Con sólo 20 años debutaría como profesional. Manolo había percibido en el cabezonería, pero, sobre todo, la asimilación rápida de una de sus principales enseñanzas: “Si entrenas más duro que los demás tendrás ese plus que otros no tienen", le repetía siempre. Y nunca le desobedeció. Manolo podía ser peculiar, pero le trataba con la protección de un padre. Como hubiese cuidado a su hermano Mariano.

Tras la desaparición de Liberty, firmó por el Caisse d´Epargne de Eusebio Unzúe. Allí, su trabajo como hombre rápido empezó a forjarse. El equipo, más adaptado a hombres que buscaban clasificaciones generales, no le podía ofrecer apoyo en finales al sprint, pero, a cambio, le daba libertad para que sólo tuviera que preocuparse de sí mismo. "Rojillas", como le llamaban todos, se iba haciendo un hueco en el pelotón, aunque ni él mismo podía imaginar lo que iba a ocurrir en aquel Tour de 2011. En las llegadas masivas era capaz de disputar los puestos de honor pero, en las más exigentes, también conseguía rodar delante, superando la tentación de recargar energía en el “autobús" de los esprínters.

José Joaquín Rojas luchó hasta el final por conquistar el maillto verde de los puntos en el Tour 2011, el primero que el equipo corrió bajo el patrocinio de Movistar.

Con el paso de las etapas, el maillot verde de la regularidad se vislumbraba como un objetivo posible. Tan sólo Mark Cavendish parecía poder disputarle la prenda verde. Pero la organización del Tour parecía ser ciego a los movimientos de su contrincante. El británico fue sospechoso de remolcarse en su coche en alguna de las etapas de montaña para eludir el fuera de control. Incluso, fue repescado en una de las etapas en las que hasta 89 corredores llegaron fuera de control. Con el británico en carrera, la última etapa sería decisiva. Cavendish no falló en París. "Rojillas", en cambio, tuvo que conformarse con los puestos de honor y con la crueldad de un segundo puesto en la clasificación del ansiado maillot verde. El triunfo que más le ha dolido perder en su carrera deportiva.

A cambio, su velocidad le ha regalado momentos únicos. El último como sprínter fue en 2015 en el Tour de Qatar donde su rueda delantera cruzó la línea de meta por delante de la de Tom Boonen. La más emotiva, finalizar por delante de Alberto Contador en la disputa del Campeonato Nacional de 2011. Sirvió para honrar la memoria de su hermano Mariano que, años atrás, falleció justamente cuando se dirigía a disfrutar unos Campeonatos de España.

Pero su equipo, que ya había adquirido el patrocinio de Movistar, estaba claramente centrado en la disputa de grandes Vueltas. Su papel debía cambiar si quería seguir en él. Por eso, en 2012, se reunió con Eusebio Unzue. El navarro era un tipo tranquilo. Amparado en la experiencia de llevar 40 años en el ciclismo. Dueño de una visión del ciclismo a largo plazo que los corredores, muchas veces atrapados en ego y asesorados por un exceso de pulsaciones, no tienen. Por eso, a sabiendas de que quería a su pupilo en el equipo, le habló claro: “Sabes que aquí un hombre rápido tiene pocas opciones de progresar. Y yo puedo prescindir de tu velocidad, pero no de tu veteranía. Tienes otras virtudes. Eres el mejor para cuidar de un líder. Y quiero que te encargues tanto de los que tenemos como de los que estén por venir", concluyó.

Rojillas tomó la mejor decisión de su vida haciendo caso a Eusebio. Renunció a su ego para aumentar el de sus compañeros, aunque, la tarea, nunca fue fácil. A cambio, supo rodearse de los mejores consejos. Por un lado, Txente García Acosta, le enseño a ser “malo": “Cuanto más daño hagas al principio de carrera, más tranquilo vas a tener el "rebaño" al final, así que en la salida de cada curva cuenta hasta tres y luego esprinta hasta generar látigo", le decía entre risas. Por otro lado, Pablo Lastras le asesoraba con finura: “No te olvides nunca de la colocación, de llevar a tu líder arropado, de que nunca le falte agua ni comida", le recordaba con voz firme.

Para desempeñar su tarea, Eusebio le asoció con Imanol Erviti. Imanol sería el encargado de trabajar durante la primera parte de la carrera, sin el brillo de la televisión, pero con la misma gratitud en la sombra de sus compañeros. Él, en cambio, tendría que estar en momentos más cruciales, lo más cerca posible de su líder cuando llegase la montaña, para ofrecer su bicicleta si fuera necesario, o, aprovechando su punta de velocidad, para proteger a su líder en un posible final nervioso.

Con algunos de sus líderes, el trabajo llegaba sólo. Trabajar para Alejandro Valverde, murciano como él, era sencillo. Compartían sentido del humor y grupetta de entrenamiento. Con el paso de las temporadas, su compañerismo mutó a amistad y, con las vivencias, aprendieron a sentirse casi como hermanos. Rojillas e Imanol sabían esconderle pero también, trabajar su psicología. La Lieja-Bastoña-Lieja de 2014 fue lluviosa y fría. Con el paso de los kilómetros Alejandro pidió bajarse de la bici. Imanol y él trataron de convencerle de que no lo hiciera por todos los medios. “Que no voy, que no voy", repetía. Tanto se resistió a seguir que incluso los dos tuvieron que parar con él para, ellos mismos, cambiarle de ropa. Aquel día Alejandro terminó en segundo lugar.

Con “el Bala", la complicidad suavizaba cualquier exceso. Apoyarle era fácil. En cambio, con Nairo Quintana, no lo fue tanto.

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Mañana, 2ª parte de "José Joaquín Rojas: un trayectoria al servicio del Movistar"