Rafa Simón

Enekoitz Azparren: de 72 a 0, de 0 a 100

Su padre, ex-manager del Caja Rural, era un fanático de las largas distancias; su hermano mayor, Xabier Mikel, un ídolo y el espejo donde mirarse. Esta temporada, la de su debut profesional, Enekoitz comparte equipo con su hermano en el Euskaltel-Euskadi. Esta es su historia.

Rafa Simón

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Enekoitz Azparren en una imagen del Tour de los Alpes. Foto Luca Bettini Sprint Cycling Agency

¿Y tú cuando lo vas a correr?”, le pregunta un aficionado, sorprendido de verle por allí. “¡A su tiempo todo!", responde con una sonrisa abierta. Luego sigue aplaudiendo, como un aficionado más. Jaizkibel está acostumbrado a recibir ciclismo de alta calidad. Ha preferido acercarse hasta allí, seducido por el ambiente, aun a sabiendas de que la etapa del Tour terminaba casi al lado de su casa, en San Sebastián. “No llega a meta”, lamenta al ver pasar a Neilson Powless más centrado en hidratarse que en logros mayores. Aun así admira su entrega. Son estrellas de un deporte al que él acaba de llegar.

Si lo hizo fue gracias a que quiso darse otra oportunidad. Cuando era pequeño, entrenando en el velódromo de Anoeta, tuvo una caída que le hizo romperse el cúbito y el radio. Tras la recuperación le entró angustia. Le dijo a sus padres que no quería volver a subir a una bici. Probó en otros deportes: Fútbol, Hockey, pelota mano, Judo…la lista era extensa, lo máximo con tal de alejarle de sus miedos. Pero por otro lado le tiraba lo más sagrado: el ciclismo corría por las venas de su familia. Su padre, ex-manager del Caja Rural, era un fanático de las grandes distancias y Xabier Mikel, su hermano mayor, era como un ídolo para él.

Enekoitz en una imagen de la pasada temporada con el LABORAL Kutxa. Foto: LABORAL Kutxa

Decidió ser valiente y volver a probar, aunque sólo en las carreras que más le apetecieran. Años después, el ciclismo le empujó justo a eso, a ser valiente. Como amateur, abanderado dentro de la estructura de la Fundación Euskadi, destacaba por atacar en el momento en el que se lo pedía el cuerpo, fuera o no sostenido por un guión coherente, sin miedo a explotar antes de tiempo. Incluso, con la selección española, durante la reciente disputa de la Carrera de la Paz, se atrevió a enrolarse en una fuga en la que sólo estuvo él y en la que fue capturado por las futuras promesas del ciclismo mundial muy cerca de meta, como Neilson Powless hoy.

Mira Pogacar qué fácil va”, señala con el dedo en cuanto lo identifica. La afición vasca ruje al paso del esloveno mientras voltean sus ikurriñas. Él, en cambio, tiene a su ídolo particular en casa. Para Enekoitz, Xabier Mikel es el espejo donde mirarse. A pesar de que tenía varias ofertas, tenía claro de que quería correr en el Euskaltel- Euskadi. El equipo de casa, pero, sobre todo, donde también estaba su hermano. Desde este año, siendo los dos profesionales, equiparan mucho más sus entrenamientos. Además, Xabier Mikel no duda en contarle lo que a él le ha salido bien y en lo que se ha equivocado. Un hermano nunca te va a fallar, es su talismán para las concentraciones y para las carreras en las que coinciden.

Los hermanos Azparren -Xabier Mikel, izda, y Enekoitz, der- corren juntos en el Euskaltel-Euskadi. Foto: Luis Ángel Gómez (Sprint Cycling Agency) 

Pero Enekoitz, de 20 años, no inició la temporada como debía. Su debut, al que acudía tras superar una lesión invernal, fue tan exótico como agridulce. En el Saudí Tour consiguió apoyar al equipo pero durante la segunda etapa, cuando el pelotón circulaba a 72 kilómetros por hora se fue al suelo. Luego vendrían otras dos caídas más en diferentes pruebas. Enekoitz, como si visualizara aquella caída de niño en aquel velódromo, empezó a dudar de si mismo. De su capacidad de adaptación al profesionalismo.

Sin embargo, hay veces que las respuestas llegan en situaciones inesperadas. Su calendario ha sido variado, ha tenido pavé, sterrato o incluso desnivel Alpino, pero fue durante la disputa de la Paris-Camembert, justo en el tramo final de la carrera, cuando su mentalidad cambió por completo. De cero a cien. Sus gafas se empezaron a empañar por la lluvia, pero lejos de temer por una nueva caída se filtró en una segunda fuga. En la primera iba su hermano. No consiguió llegar hasta él, pero consiguió un undécimo puesto que impactó de lleno en su moral, llenándola de nuevo de autoestima. 

Meses después, con apenas media temporada recorrida, Enekoitz aún no sabe qué clase de ciclista es. A él le gustaría ser todo terreno, tener facilidad para subir y dejarse querer por la bici de contrarreloj, como su hermano. Pero tampoco tiene prisa por descubrirlo, a sus 20 años lleva poco tiempo en esto.

De lo que si tiene ganas es de volver a echar una nueva partida en el mini-simulador de Fórmula 1 que se compró con su primer salario de profesional. Ahí sí que le gana la partida a Xabier Mikel.

En casa de los Azparren huele a ciclismo. En cambio, su madre lo sigue pasando mal, ella sólo ve las carreras en diferido, cuando sabe que no les ha pasado nada. Aun así, está contenta, sabe que el pequeño se está integrando bien en un equipo donde le dejan crecer despacio.

¿El año que viene lo corres tú entonces?”, le dispara otro aficionado. De momento, el año pasado ya estuvo en el pequeñito, en el Tour del Porvenir. Para el grande ya habrá tiempo, primero tiene que saber qué clase de corredor es y volver a ser valiente, como los de la fuga, como cuando se atrevió a volver a ser ciclista.

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