Zelai no deja de investigar. A sus 4 meses, todo lo que alcance a agarrar tiene interés, como la manga del jersey de Zaloa, cuyas ojeras delatan falta de sueño, o la áspera barba de tres días de Jon. Cuando su dedo índice escala un poco más, entonces, justo encima de uno de los ojos de su padre, puede dar con el recuerdo, ya mínimo, de unos puntos de sutura que aun se dibujan sobre una de sus cejas.
El día que le cosieron la brecha, Jon no sólo había caído de morros contra el asfalto por culpa de un paso canadiense mal ubicado en alguna carretera perdida de Tlaxcala, en pleno centro de México. Su ánimo también reptaba por el asfalto, falto de cariño y comprensión.
Dos años antes era un ciclista del World Tour, pero una decisión a nivel empresarial dejó sin equipo a finales de 2013 a todos los corredores del Euskaltel Euskadi. Los jefes de fila, amparados por un importante palmarés, encontraron acomodo. En cambio, los gregarios que ya rozaban la treintena, quedaron desamparados. En su caso, habiéndose tomado aquel año como aprendizaje, a Jon le salvaron dos cosas: un octavo puesto en la Paris Tours conseguido apenas unos días antes, y la iniciativa de Miguel Madariaga de reflotar un equipo continental con la Fundación Euskadi, donde su juventud aún le permitía tener un hueco.
Pero el salvavidas apenas duró unos meses. A finales de 2014, de nuevo le dijeron que tendría que buscarse la vida, aunque esta vez la noticia se la dieron con un abrazo y no mediante una fría notificación de unos empresarios a los que no había visto nunca.
En 2015 alguien le buscó un hueco para correr la Vuelta a México, que otorgaba puntos UCI, donde se fue con su amigo Ricardo García, otro damnificado por el cierre del Euskaltel. De allí no sólo se trajo otro tipo de puntos en su ceja, sino que también rompió la bicicleta que le habían dado en el equipo vasco. Incluso, durante una de las etapas, se le estropeó el cambio electrónico, por lo que acabó terminándola con otra bicicleta, tan obsoleta como inadaptada a su medida. Aun así, terminó aquella Vuelta consiguiendo un segundo puesto que, sin saberlo, le tenía reservada una continuidad en el ciclismo.
Al regresar a Vitoria, tras asumir que el ciclismo profesional ya no volvería a ser parte de su vida, decidió sacarse el carnet de conductor de autobús. En ese momento, Marcelino Pacheco, uno de esos raros representantes para los que las personas son más importantes que el dinero, le contactó porque el Team Ukyo japonés buscaba un hombre rápido.
Aquella aventura duró dos años. Del primero rescata cada mañana de entrenamiento con Óscar Pujol, Rodrigo Araque, Salvador Guardiola y Benja Prades. Españoles que, como él, optaron por darse una oportunidad lejos de casa. Sus salidas solían llegar a las faldas del majestuoso Monte Fuji que, con su cumbre nevada, parecía observarse con vanidad en el lago Yamanakako.
Del segundo, las victorias conseguidas en un calendario asiático cada vez más visible para el ciclismo internacional, suficiente para que la llamada desde Euskadi volviera a producirse. Jon Odriozola, Mánager del equipo Euskadi Murias, se atrevió a confiar en él. El día que Jon venció en Caspe, meta de la primera etapa de la desaparecida Vuelta a Aragón, le devolvió la confianza, dejando en entredicho las dudas de Juanma Hernández, mánager del Caja Rural.
“Si no te fiché antes era porque pensaba que tus victorias en Asia no iban a ser suficientes, que te faltaba nivel, pero me alegro de que no sea así”, admitió Juanma cuando le ofreció, a finales de 2018, ser parte del Caja Rural - Seguros RGA.
Desde entonces sus resultados se dispararon, tanto que la victoria que consiguió delante de Mohoric y Trentin en el Tour de Eslovenia en 2021 trajo un mensaje muy especial. Josu Larrazabal, uno de los Directores de rendimiento del equipo Trek-Segafredo había dado muy buenas referencias sobre Jon dentro del equipo americano. Además, le conocía personalmente porque ambos coincidieron durante su etapa en el Euskaltel. “Vas a ser el lanzador de Matteo Moschetti, aunque también tendrás tus oportunidades”, le explicaron.
Sin embargo, durante su segunda campaña, todo cambiaría para él. En 2024 iba a entrar Lidl como sponsor, por lo que el equipo doblaría presupuesto y ficharía a hombres de gran nivel. A mitad de temporada le hicieron saber que no le renovarían, pero que gozaría de libertad durante la segunda parte del año para conseguir resultados. Jon se marcó la primera etapa de la Itzulia, donde sólo pudo ser tercero. El resto, se lo jugaría durante la disputa de la Vuelta a España. Sin embargo, una caída apenas unas semanas antes en la Vuelta a Polonia le privó de luchar por sus objetivos.
“Jon, que nos conocemos, sé que las victorias pueden volver y eso contagiará a los más jóvenes, como cuando lo fuiste tú”, le dijo Jorge Azanza. Jorge había sido uno de esos corredores que, siendo gregario y ubicado en la treintena, el cierre de Euskaltel le obligó a dejar prematuramente el ciclismo. A cambio, el destino le llevó a convertirse en Director Deportivo del Euskaltel - Euskadi cuando el equipo volvió a salir a la luz.
Más de una década después, Jon, a sus 35 años, vuelve a vestir de color naranja. Llega en plena madurez a un equipo que ya no es World Tour, pero que sigue confiando en la cantera vasca y en sus sprints.
Los dedos de Zelai vuelven a trepar hacia los ojos de Jon, quizás para darle calma, para decirle que no le atrape el miedo ante la incertidumbre sobre su futuro. Que pronto crecerá y podrá animarle en las carreras. O quizás para sanarle los puntos de la ceja. Heridas que ya no volverán.