Sus hombros son tan estrechos que por un momento parecen rozarse con el cuello, como si hablara entre dudas. Luego sonríe, se siente afortunado de verse aun con un dorsal apuntalado en un costado de su enjuta espalda, apostillando un recorrido nunca fue fácil.
Simplemente necesitaba un poco de reposo, las piernas aun protestan los excesos en Lagunas de Neila. Ya las ha subido en once ocasiones. El tiempo pasa mucho más rápido de lo que él quisiera.
Hace muchos años, Alex Díaz, uno de sus Directores en el desaparecido Orbea, cuando aun era filial de aquel Euskaltel del World Tour, le dijo que debía centrarse en saber para qué valía, en qué podía ser útil a sus compañeros. Ahora mira a su alrededor, rodeado de chicos jóvenes que ya vienen aprendidos, pero que escuchan con atención sus historias en épocas en las que ellos ni siquiera andaban en bici.
A él le entró el gusanillo por su primo, el exprofesional Egoitz García, al que iba a ver a las carreras. Se las llevaba todas. Mikel se acabaó enganchando, pero era obeso y al principio le costaba. En cuanto perdió peso comenzó a engordar su casillero de victorias, especialmente como amateur. Desde entonces se hizo un fijo en las estructuras de la Fundación Euskadi. Pero luego llegaron las vacas flacas. Equipos que cerraban a su paso.
El que más dolió fue la desventura con Pinoroad, creado en 2014 por un empresario chileno que consiguió engañarles. Mikel quiso enrolarse porque Juanjo Oroz y Pablo Urtasun, excorredores de Euskaltel, aceptaron firmar. Pero cuando staff y corredores se encontraban concentrados en Chile el tipo desapareció sin dejar rastro. En pleno mes de febrero Mikel no supo qué hacer con su vida, pero le convencieron para seguir, aunque fuera de nuevo como amateur.
El destino quiso que las pugnas en aficionados fueran contra el Gipuzkoa, dirigido por Jon Odriozola quien el año siguiente le involucró en el proyecto Murias. Con la escuadra vasca consiguió su única victoria profesional hasta el momento, en la extinta Vuelta a Aragón. Le enorgullece que fuera en Cerler, donde también ganó Roberto Laiseka en una Vuelta a España.
Con Murias debutó precisamente en la Vuelta a España, en 2018. Aquel año ganaron una etapa con Óscar Rodríguez, y el siguiente otra con su gran amigo Mikel Iturria. Aun recuerda como, en una edición de la Route Du Sud, mientras se cambiaban de ropa en un parking ateridos de frío tras terminar una etapa en la que pasaron por la cima del Tourmalet, celebraron haber finalizado entre los diez primeros. Entre balbuceos se dijeron que ya no había dudas, que valían para ser ciclistas.
Ha pasado mucho tiempo, y el ciclismo le ha golpeado en muchas ocasiones. En una de ellas, aun en Orbea, estuvo a punto de perder a su compañero Xabi Zabalo durante un descenso en el Giro de Aosta. Le vio caer barranco abajo y se bloqueó. Luego se cayó él, pero la incertidumbre de llegar a meta ensangrentado sin saber nada de su compañero, de si seguía vivo, le sigue rajando el alma.
Pero las cicatrices también son físicas: el codo, un dedo de la mano, escafoides, clavícula, costilla… Multiplica lesiones, si bien la que mas le costó recuperar fue una rotura de la cabeza del fémur que le mantuvo postrado en una cama durante meses.
Magullado y embotado en la incertidumbre de proyectos que finalizaban a su paso. Quién le diría que a día de hoy seguiría siendo ciclista. Quizás su mejor resultado fue cuando su instinto le dijo que, a pesar de la victoria de Iturria en la Vuelta, los rumores de que Murias iba a desaparecer eran ciertos, por lo que no dudó en firmar por el Euskaltel Euskadi durante aquella Vuelta.
Mikel sonríe. Estuvo tan cerca de la victoria en aquella etapa de la Vuelta de 2021 con final en Mos. Fue uno de los más fuertes de una fuga devorada por los hombres de la General. Su séptimo puesto supo a triunfo, a escuchar su nombre entre los comentaristas de la carrera casi hasta el final.
Mikel pronto cumplirá 36 años. Sabe que ya no hay margen de mejora, que los jóvenes aprietan fuerte. Por eso quiere devolver todo lo que sus compañeros hicieron por él alguna vez. Ayudar a los más jóvenes, aunque muchos ya vengan enseñados. Quizás el año que viene sea el último. Si llega el momento, sabrá escucharlo. Antes dejarlo a tiempo que estar por estar. Pero, hasta que ese momento llegue, aunque sus hombros parezcan tocarse entre dudas, la motivación sigue empujando su enjuta silueta.