Desde Ávila hasta el Barraco

Tierras míticas de ciclismo histórico

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Desde Ávila hasta el Barraco
Desde Ávila hasta el Barraco

Fotos Paolo Álvarez

Volvemos a la carga tras el periplo vacacional. Tras un par de semanas intentando recuperar la forma ya me pedía el cuerpo un poco de guerra, así que cuando a principios de semana ví que en foromtb proponían una kedada para este sábado, se me abrieron los ojos como platos.

Aunque la propuesta inicial era una vez más por la zona de Madrid, yo hacia varios días que estaba dando vuelta a una ruta abulense y, con un poco de maña, con la excusa de rutear por las tierras del reciente ganador del Tour, Carlos Sastre y como entrenamiento para la inminente "Perico" que afrontaremos en apenas una semana, logramos liar a la gente.

La propuesta era una sencilla ruta de unos 100 kms por un terreno yermo y duro, sin grandes puertos pero sin un descanso, en esas carreteras sobre las que se han escrito grandísimas páginas de ciclismo y que han curtido el hacer de algunos de los más grandes profesionales de este deporte.

A las 9 de la mañana nos damos cita para sin mas demora emprender la marcha aprovechando las primeras horas del día antes de que el severo calor que nos acompaña estas semanas haga acto de presencia, de hecho incluso hace frasquete estos primeros kilómetros. Salimos de Ávila en dirección a El Escorial y a los pocos kilómetros tomamos el desvío que nos indica hacia San Bartolomé de Pinares, el Herradón que a, los pocos metros, se convierte en la ascensión a la primera dificultad de la jornada el puerto de El Boquerón, momento que alguno aprovecha para  entrar en calor. Se acabó la tranquilidad. Somos pocos pero con ganas de juerga por lo que poco nos hace falta para entrar al trapo. Me parece que hoy de cicloturismo poco, esto es un entreno y de los buenos, jeje.

Aunque las rampas son tendidas, tras los primeros escarceos, hay un momento de stand-by, el plato empieza a pesar y nos vamos mirando unos a otros a ver quien es el primero que pone un desarrollo mas acorde al terreno por el que transitamos. Un par de kilómetros tranquilos mientras reagrupamos esperando a los que han parado a desaguar y nuevamente algún inquieto que decide alborotar el gallinero y claro no nos vamos a quedar quietos. Los palos se suceden uno tras otro hasta que finalmente me voy junto con otro compañero hacia la cima. ¡Cómo duelen las patas!...  y acabamos de empezar.

Reagrupamos e iniciamos el descenso del Boquerón hacia el intrincado valle del río Gaznata. Por este lado el puerto que descendemos resulta ser un puerto de verdad y no la sucesión de falsos llanos y repechos que era la cara que hemos ascendido. Al fondo podemos ver una perfecta panorámica de El Mediano, uno de esos colosos desconocidos que esconde esta provincia que encierra una tremenda dureza en sus apenas 4 kms, pero mejor lo dejamos para otra ocasión.

Seguimos el descenso hacia el Herradón intentando recuperar fuerzas ya que apenas terminemos de bajar nos desviamos hacia Santa Cruz de Pinares; un nuevo y duro repecho nos espera. Son apenas 2 ó 3 kilómetros pero, con las piernas frías de la bajada, hacen que el pulsómetro se dispare nuevamente hacia la zona roja. Por suerte la pendiente es corta y nuevamente tomamos aire en una revirada bajada por la que enlazamos con la carretera que nos llevará hacia ese pueblo de grandes ciclistas: El Barraco.

Poco dura el relax ya que seguimos en territorio comanche y la carretera es una sucesión de repechos, siempre ganando altura. Aquí no hay palos, pero el ritmo es vivo y provoca una selección natural en el grupo aunque, finalmente, nos tranquilizamos para alcanzar el pueblo.

Nunca había estado por aquí. Sorprende que un pueblo tan pequeño sea una de las cunas de los mejores ciclistas que ha dado este país aunque, viendo el terreno tan sumamente agreste, lo que no extraña es que todos ellos sean grandísimos escaladores.

Giramos a la izquierda en dirección a El Tiemblo. Quizás el tramo menos agradecido de la ruta, con carretera ancha y bastante tráfico, aunque dura poco, hasta que nos desviamos hacia nuestro próximo destino: Navaluenga, por una carretera que serpentea a orillas del embalse del Burguillo. De nuevo suena la trompeta, estamos en la típica carreterilla de clásicas, estrecha, revirada y salpicada de repechos, ideal para preparar una buena emboscada. Me parece que hoy vamos a dormir una buena siesta. A la salida de este tramo, por fin algunos de los pocos kilómetros realmente llanos de esta ruta nos van a dejar en Navaluenga, otra localidad con sabor ciclista. Llega el merecido avituallamiento. Buscamos la sombra de una terraza y una merecida coca cola. En pleno descanso nos llega la noticia, Samuel Sánchez se ha colgado el ORO en la prueba en ruta de los JJOO. Enhorabuena, al igual que Sastre en el Tour, es un corredor al que la historia ya le estaba debiendo un gran triunfo.

Retomada la marcha enfilamos nuestro rodar hacia San Juan de la Nava donde recuperaremos prácticamente todo el desnivel que perdimos en la bajada desde El Barraco. Alguno se acuerda de los parientes de quien la tarde anterior había puesto en el foro que esto era un "falso llano". Si, si, pero falso del todo. Además con la guerra que llevamos y la que aun se plantea resulta ser un tramo realmente duro. Comienzan las rampas duras y nuevamente cada uno va a su sitio, las diferencias se acentúan si cabe aun mas por lo que llevamos ya en las piernas. Suerte que una ligera brisa nos ayuda en nuestro caminar, aunque por contra, tenemos que pagar el peaje de una fuerte sensación de bochorno. Así como quien no quiere la cosa, son casi 10 kilómetros de ascenso, vamos: un puerto en toda regla, incluso más duro que el coco de la jornada que nos espera a continuación.

Llegados a San Juan, giramos a la izquierda en un tramo favorable que nos conducirá hacia Navalmoral, donde daremos comienzo a la subida al puerto homónimo, otro de los sitios donde se masca la leyenda ciclista. ¿Quién no mantiene en su retina el destrozó que VDB hizo en estas rampas en la vuelta de 1999?  Estamos ante un puerto tendido, todo el rato rondando el 5%, así que la dureza del mismo la marcaremos nosotros y el ritmo al que queramos ascender y siguiendo la tónica del día, el acido láctico vuelve a recorrer nuestras maltrechas piernas en una ascensión agonística. Estos ciclistas están enfermos. Por suerte siempre quedan momentos, entre pedalada y pedalada o en algún pequeño respiro que nos ofrece la pendiente para dejar correr la vista valle abajo ante la imponente panorámica que se nos ofrece de la sierra de Gredos y el valle del Alberche. Nosotros seguimos a lo nuestro, a la caza y captura de un par de compañeros que se fueron por delante. No nos jugamos nada, simplemente es el pique sano, el sentirse competitivo por un rato lo que nos impulsa a apretar con fuerza los pedales.

Arriba, en la cima, momento de sentarse y comentar la batallita. Quien más o quien menos con una sonrisa de satisfacción en el rostro. No es para menos, dado el lugar donde nos encontramos, el fantástico día que hace, no se, esas veces que te sientes a gusto sobre la bici, con la compañía, con el recorrido, esos días de guardar en la colección de los buenos recuerdos. La pena es que esto se acaba, sólo nos queda descender hasta Ávila, suave bajada de las de dar pedales, ideal para soltar piernas de cara al remate final que no podía ser otro que la famosa ascensión a las murallas, por esa rampa adoquinada que tantas y tantas veces hemos visto en televisión. El colofón a una gran jornada de ciclismo.