Levante, más que playa

Entre cimas, desiertos, playas y... ciudades de vacaciones

admin

Levante, más que playa
Levante, más que playa

Hace tiempo que tenía pendiente una escapada por tierras levantinas, aunque bastantes eran los perjuicios que arrastraba de los tiempos en que las vacaciones con la familia eran mes seguido de playa, chiringuito, paseo marítimo, etc. Ciclísticamente hablando mi opinión desde la distancia no era mucho mejor. Carreteras con mucho tráfico, principalmente llanas y poco respeto hacia el ciclista era la imagen que venía a mi mente. Por suerte tenía a la amiga Frances, compañera habitual de aventuras, para quitarme la venda. Así que, aprovechando que aún quedan vacaciones en la cesta, decidimos aceptar la invitación, largamente postergada, para hacer una visita a tierras castellonenses.

Tomando como base la pequeña localidad de Alcossebre, lugar privilegiado a los pies del Parque Natural de la Sierra de Irta, mi anfitriona había preparado un suculento menú de degustación.

El primer día la ruta prevista, de unos 100 km, nos adentra en el interior de la provincia, en tierras del Maestrat. Salimos de Alcossebre para dirigirnos hacia la cercana localidad de Torreblanca por la muy transitada N-340, que recorre toda la costa levantina. Tramo llano para calentar y, la verdad, bastante feote por el numeroso tráfico que transita esta carretera. Sin embargo es llegar a la mencionada localidad y tomar el desvío hacia Vilanova de Alcolea y el paisaje cambia radicalmente. Pedaleamos por una estrecha carretera, casi sin transito, ganando altura sobre la costa que, rápidamente, comienza a quedar a nuestros pies. Hemos pasado del bullicio a la soledad tan solo rota por las obras de la autopista hacia el nuevo aeropuerto de Castellón, que amenazan con devorar esta divertida carretera que, serpenteando entre el monte, nos adentra en el corazón del Maestrat. El terreno aquí es yermo, donde domina el monte bajo y las grandes extensiones de almendros. En lontananza la sierra de Engarcerán, hacia donde dirigimos nuestro rodar, suave y con amena conversación.

Tras el calentamiento que ha supuesto el ascenso hacia Vilanova d'Alcolea, nos dirigimos hacia la cercana Torre Endoménech, comienzo del que sin duda es el plato fuerte de la jornada. Hablamos del ascenso al puerto de la Sarratella, con sus 11.5 km de subida, lugar habitual entre los ciclistas de la zona, tal como se intuye por las pintadas que nos indican que comienza puerto y la distancia hasta la cima. Al paisaje anteriormente mencionado, ahora le sumaremos los profundos barrancos que dan ese toque salvaje al entorno. Nos encontramos ante un puerto sumamente agradable de ascender, con porcentajes mantenidos en torno al 5% - 6% durante casi toda la subida. La primera parte transcurre bordeando un barranco, a la sombra de los pinos que nos protegen del sol. La tónica se rompe la llegar al fondo del mismo donde, para salir, no nos queda otra que superar una serie de herraduras que van a dar paso a una zona mas agreste, con la carretera colgada a media ladera, que nos proporciona unas vistas impresionantes con las que distraer nuestro esfuerzo. Poco a poco vamos bordeando la montaña hasta que, a lo lejos, comenzamos a ver la antena que nos ha venido sirviendo de referencia durante la ascensión, aunque, para alcanzarla, tendremos que superar otro tramo de herraduras donde las rampas se acentúan por momentos. Finalmente alcanzamos el punto culminante, aunque no debemos caer en el error y pensar que hemos concluido el ascenso, a pesar de que las pintadas de "premio de la montaña" nos quieran indicar lo contrario. Un tramo de falso llano y alguna rampa suelta mientras rodeamos la mencionada antena para tras algo menos de un kilómetro de descenso, alcanzar el pueblo de Sarratella que da nombre a este puerto y ahora sí vencer las últimas rampas.

El descenso por la cara opuesta nos va a conducir hacia Albocasser. Mucho mas tendido que la cara que acabamos de ascender y sin ninguna complicación. Desde aquí giraremos a la derecha por la CV-129 abandonando las carreteritas estrechas y aisladas. Superamos un nuevo repecho para lanzarnos en un rápido descenso hacia la localidad de Les Coves de Vinromá donde volvemos a las carreteritas estrechas para superar un nuevo puertecillo esta vez en dirección a Alcalá de Xibert desde donde cerraremos el bucle dirigiéndonos nuevamente hacia Alcossebre.

Pero no ha terminado aún el día; todavía nos queda el postre, que no es otro que la ascensión a la Ermita de Sta. Lucia, que domina esta localidad costera. No hay más que comprobar dónde se haya ubicada dicha ermita para imaginar lo que nos espera en los apenas 4 km que nos separan de ella.

Tras unos cientos de metros de toma de contacto, un cartel indicando un 12% de pendiente nos sume en el desconcierto. Buscamos todos los piñones que es capaz de dar nuestra maneta, pero llega un momento en que no queda más remedio que tirar de riñones para vencer las duras rampas a las que hemos de sumar el mal estado del asfalto. Por suerte un pequeño descanso, hacia la mitad de la ascensión, permite recuperar el resuello. Pero poco dura la alegría en casa del pobre: unos metros adelante una nueva señal nos advierte de la pendiente con un desalentador 20%. Las cosas transcurren a cámara lenta mientras nos aproximamos a una urbanización. Al atravesarla tenemos nuevamente una breve tregua para, a la salida de la misma, darnos contra otra durísima rampa, esta vez con el firme completamente machacado y los músculos a punto de explotar. Sólo el desvío a la izquierda para dirigirnos hacia la ermita nos saca de nuestro sufrimiento. Todavía queda una última rampa, que superamos con lo poquito que nos queda en las piernas, tras la cual una pequeña bajada nos permite dar fin a tan dura escalada. Por suerte el esfuerzo bien ha merecido la pena y nos vemos recompensados con una tremenda panorámica donde se aprecian perfectamente los contrastes entre la costa y el interior.

Segunda jornada

Al día siguiente el plan era un poco diferente. También saliendo de Alcossebre, esta vez nos dirigimos, bordeando la costa, hacia el sur, por la N-340. A pesar del intenso tráfico, por suerte esta carretera cuenta con buen arcén. Esta vez el objetivo que buscamos el conocido Desierto de las Palmas, para lo cual tendremos que llegar hasta Benicassim. El tramo por la nacional no tiene nada que reseñar. Completamente llano, salvo un pequeño repecho que separa Oropesa de Benicassim.

Llegados aquí comienza de verdad lo divertido de la ruta cuando, siguiendo las indicaciones hacia el Desierto de las Palmas, abandonamos la bulliciosa costa para adentrarnos en un solitario valle. Nuevamente los contrastes marcan la ruta. Salimos de la aridez y humanidad de la costa y, de repente, nos encontramos en un verde valle en plena naturaleza, en apenas un par de kilómetros. Al fondo, amenazante, la antena que corona el monte Bartolo y, un poco más abajo, las ruinas del antiguo monasterio del Desierto de las Palmas nos sirven de referencia para conocer lo que nos queda de ascensión.

La subida es cómoda y agradable. Siempre a la sombra y con un asfalto delicioso que facilita mucho el rodar. Pasados los primeros kilómetros, con los que nos hemos ido adentrando en el valle, la carretera gira bruscamente a la derecha para remontar en sucesivas cetas sobre la ladera, ganando altura rápidamente y, una vez superado este tramo, continuar a media ladera hasta alcanzar el punto culminante de la ascensión. La mayoría de los ciclistas de la zona concluyen aquí su ascensión y optan por dar la vuelta o por continuar el descenso por la cara opuesta hacia Castellón. Sin embargo aún existe una tercera opción para los más valientes.

Junto al nuevo monasterio parte una estrecha pista de asfalto rugoso y bacheado que nos va a conducir hasta la misma cima del Monte Bartolo. Son apenas 3 km de ascenso, en los que, desde el principio, las rampas de dos dígitos nos van a hacer plantearnos si ha sido buena idea continuar por este camino. La pista remonta a media ladera en una zona completamente descarnada que hace difícil el avance. Debemos, sin embargo, mantener la calma y guardar fuerzas, si es que se puede hacer esto transitando en estos porcentajes, ya que en el segundo kilómetro de ascenso, una pintada en el suelo nos amenaza "ojo con la rampa, 28 %". Son apenas 300m de gran dureza y, por suerte para nosotros, no se acercan a esa amenaza descomunal. "Apenas" un 20%, pero mantenido durante los suficientes metros como para llevar a las piernas a ese punto donde una quemazón las recorre. Por fortuna, si conseguimos superar este duro escollo, las rampas que nos quedan nos van a parecer un paseo, a pesar de seguir con porcentajes duros. Sólo un último esfuerzo para vencer la rampa de hormigón que da acceso a la antena que veíamos abajo nos separa de la merecida recompensa en forma de espectáculo para la vista con kilómetros y kilómetros ante nuestros ojos.

Desde aquí desandamos el camino para regresar primero a Benicassim y luego retomar la bulliciosa nacional hasta Oropesa. Sin embargo mi anfitriona me tenia preparada otra grata sorpresa: al pasar Oropesa, nada mas dejar atrás ese horror urbanístico que han dado en llamar "ciudad de vacaciones", tomamos un desvío hacia la costa para adentrarnos en unas divertidas carreterillas que transitan entre huertas, frutales y almendros. Típicas carreteras de concentración parcelaria, estrechas y bacheadas; carreteras de clásicas. Acuden a mí reminiscencias de las aventuras Belgas.

Con esto alcanzamos el final de la etapa de vuelta a Alcossebre con la sensación, tras estos días, de que hay que repetir. Seguro que aún me quedan muchas encerronas por descubrir en estos parajes y, sobre todo, con la satisfacción que te queda en el cuerpo cuando un recorrido consigue sorprenderte respecto a la idea preconcebida que traía. Si a ello le añadimos la excelente compañía a la par que guía en estas tierras, tenemos todos los ingredientes para un fin de semana perfecto. Sólo nos queda terminar con un bañito en la playa, que también habrá que sucumbir a los tópicos.