Desde primeras horas de la mañana del viernes 19 de junio, las calles de Sabiñánigo ya estaban repletas de automóviles con sus maleteros y bacas llenos de bicicletas. Cada año se madruga más y, quien más y quien menos, ya ha pedido días libres en el trabajo para preparar sin agobios el viaje y el regreso, por lo que no es difícil empezar a ver grupetas rodando por las carreteras cercanas a la villa pirenaica un par de días antes y después de la celebración de la marcha cicloturista.
Con la puntualidad habitual se abrió el pabellón de las inscripciones a las 4 de la tarde, el flujo de participantes fue continuo y la retirada de dorsales y comprobación de chips se realizó con gran agilidad.
Exposición de productos ciclistas, especialidades altoaragonesas, apoyo sicológico a los deportistas... no faltaba de nada. Incluso, para esta IXX edición de la Quebrantahuesos, que disfruta este año del título de la marcha más respetuosa con el medio ambiente, cuyo galardón se lo concedió la Fundación Biodiversidad al finalizar la pasada temporada, se contaba con un Parque de Tráfico, en el que participaron la propia Fundación Biodiversidad y la Dirección General de Tráfico, en el que se difundió información y consejos sobre la movilidad sostenible en las grandes ciudades y el uso de la bicicleta, para lo que Orbea dispuso de varios modelos de bicis urbanas que la gente podía probar, sin compromiso alguno, entrando en el sorteo de una de estas bicicletas.
Al finalizar la jornada, una vez más, tanto las calles de Sabiñánigo, como los pueblos aledaños, se habían convertido en el epicentro del cicloturismo nacional: una verdadera fiesta de la bicicleta a todos los niveles.
El día más esperado
En la marcha de Sabiñánigo, aunque no habituales, son frecuentes los extremos climáticos: puede haber una ola de calor, puede nevar, puede llover... aunque la ubicación en el calendario de esta actividad es excelente, no hay que olvidar que estamos en el corazón de los Pirineos, y la alta montaña dicta sus propias normas, a las que somos nosotros quien debemos acoplarnos, y no al revés.
Las previsiones eran de buen tiempo, pero amaneció con las cumbres de Candanchú y Formigal cubiertas con sombreritos blancos.
La 7:30 en punto. El "chupinazo" se escuchó (sólo una centena de participantes lo pudieron ver, los de más adelante) en el valle y las voces entusiasmadas y temerosas dejaron paso al cliqueteo de las zapatillas enganchándose en las los pedales y el siseo de las cadenas. La QH ya estaba en marcha.
Si nunca has estado allí no lo alcanzas a comprender pero la realidad es que, desde que sale el primero, hasta que pasa la cola del pelotón por la línea de salida, pasa media hora holgada, hasta el punto que el arranque de la Treparriscos hubo de aplazarse hasta las 8:30.
A tan tempranas horas de la mañana el fresquete es patente pero, al llegar a la circunvalación de Jaca, emprendiendo la ascensión a Somport, ya se suele atemperar el ambiente. En esta ocasión hubo sorpresa: además de recibir al pelotón con una temperatura por debajo de lo habitual, un fuerte viento racheado de cara provocaba que los pelotones fueran más anchos que largos, y la distancia entre bicicletas la mínima. En estas condiciones son inevitables las caídas: al menor descuido hay afiladores, enganchones, cortes de trayectoria... esta edición de la Quebrantahuesos, habiéndose librado de fatales desenlaces, será recordada como una de las más accidentadas. Unos 25 cicloturistas hubieron de ser atendidos por golpes, heridas o abrasiones y tres de ellos fueron evacuados para recibir tratamiento hospitalario, con lesiones de gravedad moderada.
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