Ruta: Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña

En nuestras pruebas a menudo mencionamos las carreteras segovianas donde exprimimos las bicis. Hoy os traemos una de esas rutas que tiene como trasfondo una de esas instituciones medievales que perviven hasta nuestros días.

Sergio Palomar / Fotos: Álvaro Palomar

Ruta: Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña
Ruta: Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña

Durante los siglos XI y XII, en plena reconquista de Castilla, las zonas que iban siendo repobladas pronto comenzaron a agruparse en torno a un núcleo, normalmente una villa que contaba con castillo además del privilegio de organizar mercado e impartir justicia. Estas comunidades de villa y tierra, como eran denominadas, contaban por tanto con entidad jurídica propia para determinar sus fueros y ejercer un auténtico autogobierno, respondiendo únicamente ante el rey. Con el transcurrir de los siglos las comunidades fueron siendo despojadas de su poder. Sin embargo, en las tierras de la vieja Castilla muchas de ellas perviven en la actualidad como mancomunidades de pueblos que se limitan a la gestión y administración del patrimonio común. En el entorno del curso bajo del río Duratón, en el noroeste de la provincia de Segovia, encontramos la comunidad de villa y tierra de Fuentidueña en un terreno de transición entre las estribaciones del Sistema Central, las tierras de pinares que ocupan el centro de la provincia y las ricas vegas de la ribera del Duero.

Terreno para la bici

Las carreteras que unen los 21 pueblos que forman parte de esta comunidad resultan uno de esos terrenos perfectos para disfrutar de una agradable mañana de pedaleo sin apenas tráfico y con un perfil que sin ser duro sí cuenta con la exigencia suficiente para hacer entretenida la ruta, algo que sorprende a quienes asocian la meseta castellana con monotonía. Iniciamos nuestra andadura junto a la casa de la comunidad en la plaza mayor de Fuentidueña. Una villa que delata su origen medieval, patente en su enclave sobre los riscos que dominan la vega del Duratón y su recinto amurallado. Descendemos hacia el río y tras atravesarlo, a balón parado, iniciamos el primer ascenso de la jornada hacia Fuentesoto. Carretera descarnada pero que nos permite gozar de una bonita panorámica del entorno. Arriba, como ocurre en la meseta, nos espera el páramo, por ello este pueblo permanece encajonado en la hondonada, a salvo de los fríos vientos de la Sierra. Desde aquí vamos a descender hacia Valtiendas, adentrándonos en tierra de vinos que luchan por hacerse un hueco a la sombra de la todopoderosa Ribera del Duero y, desde ahí, proseguimos hacia Pecharromán y Sacramenia, lugar de visita obligatoria para quienes gusten del buen yantar y quieran degustar la especialidad culinaria de la zona, el cordero asado.

La casa de la comunidad en Fuentidueña es el punto de partida de nuestra ruta y el lugar donde se vertebran los 21 pueblos que forman parte de esta Comunidad de Villa y Tierra cuyo origen se pierde en la Edad Media.

Retornamos a la vega del Duratón tras girar a la izquierda en dirección a Fuentidueña. Tras un corto repecho el pequeño pueblo de Vivar es nuestro próximo objetivo, donde cambiamos de orilla para volver a buscar el páramo a la vez que ascendemos por un estrecho valle de carretera botosa hacia otro diminuto pueblo: Calabazas, que atravesamos para proseguir en suave sube y baja hasta Fuentesaúco.

Hora de rodar

Descendemos ahora hacia Aldeasoña desde donde parte un tramo que en las jornadas de invierno nos hacen plantearnos si no estaremos en Flandes. De nuevo nos hace acumular desnivel al dirigirnos hacia Membibre de la Hoz y Vegafría. Entramos en una zona donde abandonamos la influencia sobre el terreno del río y podemos “disfrutar” de los horizontes planos más característicos de esta tierra. Un tramo de carretera general nos acerca a Olombrada donde giramos a la izquierda hacia Adrados y Cozuelos. La aspereza del páramo circundante tiene como contrapartida la excelente visión en todas las direcciones, pudiendo distinguir con claridad todas las referencias de la Sierra de Guadarrama y Montes Carpetanos en el horizonte. El viento, habitual compañero es nuestro mayor rival aquí mientras vamos transitando por Fuentepiñel, Torrecilla del Pinar y Fuente el Olmo, desde donde abandonamos el llano para regresar al jugoso terreno que nos ofrece el Duratón. Lo atravesamos en San Miguel de Bernuy para desde ahí remontar río arriba, en dirección a Cobos de Fuentidueña, a la búsqueda del entorno del conocido paraje natural de las Hoces del Río Duratón.

Inicio Fuentidueña

Distancia 132 km

Desnivel acumulado 1.300 m

Altitud mínima 798 m

Altitud máxima 1.152 m

Encerrona

Cuando ya nos habíamos acostumbrado al plato grande, vamos viendo como el valle se va volviendo más agreste a nuestros costados comenzando a aflorar la piedra caliza que ha dado lugar a que el río escave su camino. Tomamos un desvío a la izquierda por una carretera recientemente asfaltada que nos conduce a Valle de Tabladillo, un bucólico rincón en el que su microclima da lugar al crecimiento de frutales y almendros. El valle se va haciendo más angosto y cobrando inclinación en su parte final antes de desembocar de nuevo en el árido páramo. Una pésima característica de las subidas de esta tierra esa de no tener bajada al otro lado. Por tanto no tenemos más remedio que continuar pedaleando con fuerza tras girar a la izquierda en la carretera que une Sepúlveda con Peñafiel, terreno rompepiernas que, al estar situado en torno a la cota 1.000 m, se convierte en las jornadas invernales en uno de esos recorridos que curte tanto las piernas como el espíritu sufridor del ciclista.

Tras un sinfín de repechos alcanzamos Castro de Fuentidueña donde seguimos remontando por un terreno de pie de sierra a la búsqueda de Torreadrada, otro de esos pequeños pueblos cuya fisionomía transmite sensación de aislamiento. Desde ahí, en un nuevo tramo de lucha contra el viento que azota la llanura, alcanzamos la carretera que une Aranda de Duero y Segovia para retornar hacia San Miguel de Bernuy, no sin antes tachar el penúltimo de los 21 pueblos de nuestra lista: Tejares. Desde San Miguel tan sólo nos restan 7 kilómetros hasta retornar a Fuentidueña, en el que dejamos a mano izquierda, sin necesidad de abandonar sus calles la diminuta población de Los Valles, topónimo que hace clara referencia al lugar por donde transitamos entre olmos y campos de cultivo, ya en ligero descenso a la búsqueda de la cabecera de esta Comunidad de Villa y Tierra donde cerramos el bucle que comenzábamos unas horas antes.

Si aún os restan fuerzas, os recomendamos un último esfuerzo para ascender en bici, junto a las bodegas horadadas en la roca de la ladera hasta el punto más alto de la muralla donde la espléndida vista del entorno pondrá el broche perfecto a esta ruta que nos recuerda que no son necesarios los grandes puertos para disfrutar de una fantástica mañana de ciclismo.