Adiós a la cabina del Poggio

La progresiva implantación de los teléfonos móviles ha terminado por desterrar del todo de nuestras vidas a las cabinas telefónicas, y no es raro en los últimos tiempos leer frecuentemente noticias sobre el desmantelamiento de los escasos ejemplares que aún permanecían en servicio. Hubo una época no demasiado lejana donde además de ser útiles y necesarias para la mayoría, se las consideraba una parte más de nuestras calles. No era por ello extraño que al margen de permitir llamar o albergar carteles publicitarios en sus cristales, apareciesen habitualmente en las fotografías de todo el que hacía turismo en un país extranjero, o también en infinidad de escenas de películas donde los actores llamaban desde la calle. Si una cabina, por contra, estaba en el lugar y el día equivocados, su condición de elemento de mobiliario urbano le podía costar caro y ser blanco tanto de manifestantes como de gamberros. Para los aficionados al ciclismo, una cabina telefónica también tuvo hueco en su bestiario particular hasta este año. Estaba en Italia, en la localidad de Poggio de San Remo, y acabó haciéndose famosa por el discurrir junto a ella de la Milán- San Remo en sus kilómetros finales, justo cuando su recorrido realizaba un giro a la izquierda tras la última ascensión buscando el mar y la meta por la conocida como Ruta del Monte Ceppo. En total, y hasta la pasada temporada, fueron más de sesenta las veces en que su presencia, recogida casi siempre por las cámaras, marcó simbólicamente el pistoletazo a uno de los momentos anuales más singulares y esperados: el revirado descenso del Poggio a la búsqueda de los momentos decisivos de la Classicissima. En 2024, sin embargo, los días previos a la celebración de la prueba llegaron informaciones que hablaban de la desaparición de esta legendaria cabina. El grupo TIM había decidido desmantelar las últimas unidades que se mantenían en pie dentro del término como parte de un plan nacional que acabará en poco tiempo con todas ellas en suelo italiano. Nadie en el municipio, en la región, o en nuestro deporte desde cualquiera de sus estamentos, supo anticiparse a una situación que aunque lógica en el contexto actual, podría haberse intentado revertir impidiendo que desapareciera un incunable del ciclismo de clásicas, como también puedan serlo la Capilla de Nuestra Señora de Oudenberg en Geraardsbergen, el Albergue del Carrefour de l'Arbre o también los propios adoquines de la París-Roubaix, objeto de robos cada vez más frecuentes por parte de desaprensivos que se los llevan tras el paso de la competición. "Cuántas veces habré parado a beber agua a su lado y me he quedado ahí mirándola -comentaba Niccolò Bonifazio, residente en la zona y habitual visitante del enclave en sus entrenamientos-. Debo entender de todos modos que los tiempos cambian y yo mismo estoy ya en mi undécima temporada en profesionales. Me voy dando cuenta de que cada vez soy más mayor y, seguramente, la ausencia de la cabina me produce nostalgia". Muchos otros también la echaremos de menos.

Adiós a la cabina del Poggio

Para los aficionados al ciclismo, una cabina telefónica tuvo hueco en su bestiario particular hasta este año. Estaba en Italia, en la localidad de Poggio de San Remo, y acabó haciéndose famosa por el discurrir junto a ella de la Milán- San Remo en sus kilómetros finales.

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